Te extraño.

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Estoy sentada en mi escritorio con el libro en frente, pensando todos los parciales que rindo la semana que viene, y en vos. Siempre, de alguna manera, por más ocupada que intento estar apareces reflejado y no puedo dejar de pensarte. Como esa canción de fondo que no deja de sonar aunque uno quiera anularla de su mente.

Será porque me acostumbre a recibir tus mensajes de buen día acompañados con alguna anécdota diaria. Me cuestiono que no te disfruté lo suficiente, asomando una tibia sonrisa en mi rostro que solo muestra resignación.

Uno piensa que la parte más dolorosa en una separación es el momento de la charla final, pero el correr del tiempo te demuestra como una cachetada sin anestesia el sufrimiento que es morirte de ganas por contarle algo que te sucedió - y anteriormente seria el, la primera persona en escucharlo- y darte cuenta que ya no está más. ESO es el verdadero dolor. Sentir que te ahogas con cada una de las palabras que quisieras decir.

Quiero enojarme para poder dejar de sentir, reviso chats viejos llenos de palabra y mentiras que sabias decirme y tanto me gustaban. No parece dar resultado. Solo incrementa mis ganas de llorar con ruido para ver si me escuchas y apareces por arte de magia para repetirlas como un poema.

Pongo la canción de Abel Pintos que te dediqué un día en tu habitación, cierro los ojos y me acuerdo de cuando te enojabas cuando decía que no me querías. ¿Te cuento un secreto? Lo decía para que me abraces más fuerte y me mires con tus ojitos avellana por unos segundos más. Agacho la cabeza y sigo estudiando.

-Te extraño, mucho.-

des(amor)Where stories live. Discover now