XXXVII

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XXXVII. No de nuevo

Una tos me despertó, me acerqué al cuarto mi pequeña hermana y la ví allí en la taza del baño vomitando.

Agarrada con lo que más podían sus brazos y haciendo el esfuerzo por sacar la comida que se estaba regresando de su estómago, sus ojitos estaban llorosos, parecía que estuviera allí desde hace horas.

Llamé a mamá de inmediato sin dejarla sola ni por un segundo.

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