C E R O

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—Pasaras el verano en casa de los Kim. —La fuerte voz de su padre retumbó en toda la sala.

JungKook, que todavía no le dirigía la mirada por estar atento a su celular, chasqueó con la lengua.

—No quiero —respondió sin dudar, hundiéndose más en los cómodos cojines del sofá.

¿Los Kim? ¿Quiénes eran esos?

—No fue una pregunta, jovencito —intervino su madre, con ese tono que usaba cada vez que lo regañaba. Porque sí, lo habían regañado muchas veces a lo largo de sus cortos diecisiete años y JungKook ya estaba acostumbrado a aquel teatro de "padres responsables" —, harás lo que te digamos, ya es hora de que madures.

¿Madurar? Ni que fuera fruta.

Bien, se había metido en un enorme lío, organizar una fiesta a escondidas de sus padres aprovechando que estaban en un viaje, tal vez no fue una buena idea. Pero cómo iba a saber que sus invitados dañarían los jarrones costosos de su madre, romperían algunas ventanas y que un loco Beta se robaría el BMW del garaje. Estaba molesto, principalmente con YuGyeom, su mejor amigo, que había invitado a lo que en un principio sería «una pequeña fiesta», a un centenar de personas que nunca había visto en su vida. Sin embargo, Jungkook creía que sus padres estaban exagerando.

¿Mandarlo a quién sabe dónde, por quién sabe cuánto, tan solo por un error del cual ya se había disculpado?

No iba a aceptarlo.

Ya había logrado zafar de un montón de situaciones como esas, sus padres siempre le decían lo mismo «estarás castigado», «mañana cancelaremos tu tarjeta», «no te volveremos a comprar un celular». Pero siempre terminaban por hacer lo contrario y ceder ante las insistencias del Omega que prometía no volver a cometer los mismos errores. Esas eran las ventajas de ser el único hijo de una de las familias líderes del país.

—Ordenaré la casa, no volveré a hacer lo mismo —prometió con voz dulce, llevando una de sus manos hasta su pecho.

Eso debía ser suficiente, fingir inocencia era una de sus mayores armas.

—Por supuesto que ordenaras este desastre, después de todo que la casa esté patas arriba es culpa tuya —soltó su padre, con el rostro rojo y los ojos chispeantes. Tal vez la pérdida de su auto le había afectado más de lo que JungKook pensaba —. Pero ya lo hemos decidido, irás a casa de los Kim, son viejos amigos de la familia y confiamos que ellos sabrán cómo tratar contigo.

JungKook palideció.

—Este verano iré a Italia con YugYeom papá, te lo había dicho —protestó en vano. 

Su padre hizo caso omiso, y le tendió un sobre que llevaba en mano desde el inicio de la discusión.

—Es tu boleto —respondió al ver la confusión en la mirada del Omega —. Tu viaje es mañana por la mañana, empaca tus cosas.

Já.

—Pero... Mamá...

Buscó la mirada de la Omega, queriendo encontrar un escape. Pero ella se veía igual de determinada, sus oscuros ojos iguales a los suyos no vacilaron. 

—Te lo advertimos la última vez —su madre se acercó a él, sus tacones sonando como el martillo de un juez que ya había establecido la sentencia. Estiró su mano con la palma extendida —. Quiero tus tarjetas, ahora.

JungKook rió en ese momento, porque se seguía aferrando a la idea de que aquello se trataba de una simple y cruel broma por parte de sus progenitores. Sin embargo, no fue el caso. Y ahora se encontraba arriba de aquel apestoso tren, con esas molestas y extrañas personas que hablaban de una forma que no comprendía, camino a quién sabe dónde a desperdiciar sus preciadas vacaciones con esa gente del campo. Porque sí, lo único que le habían dicho sus padres era que los Kim eran una dulce y feliz familia de campo que se dedicaban a la cosecha de tomates y cuidado de animales de granja.

El Omega odiaba los tomates, odiaba que sus padres decidieran mandarlo a ese lugar y odiaba no tener buena conexión desde hacía unas horas.

JungKook ni siquiera había tenido tiempo de explicarle a YugYeom su situación, el Beta probablemente se sorprendería al saber que su amigo desapareció de un día a otro sin dejar rastro.

Gruñó con frustración, recibiendo varias miradas molestas, pero poco le importó. Se tragó la zaranda de malas palabras que tenía en mente, y se mantuvo impasible en su asiento. Pronto, una sonrisa siniestra se extendió en su rostro.

Sus padres probablemente creían que habían tomado la decisión correcta. Pero cuan lejos estaban de tener la razón, JungKook no se los dejaría fácil.

Su mal humor se vio opacado por una determinación. Si las cosas salían de acuerdo a sus planes, entonces estaría de regreso antes de los tres meses previstos.

Los Kim, oh, esa familia estaba en problemas.

Amor de campo ➥ TaeKook | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora