U N O

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Cinco horas de viaje, sin conexión a internet y sin poder dormir a causa de los ronquidos del molesto Beta con el que compartía asiento. JungKook salió casi corriendo de aquella vieja máquina de metal, cargando con sus maletas y pesada mochila. Se sentía aliviado de por fin haber llegado, aunque el alivio se debía más al hecho de ya no tener que estar sentado en aquel polvoriento asiento duro en el que había viajado, su trasero nunca le había dolido tanto.

Sacó su teléfono, tratando de buscar alguna mínima señal. Sin embargo, como sucedió antes, no funcionó.

¿Es que el internet no existía en ese sitio?

Para empeorar las cosas, era el único que había bajado en aquella despoblada estación. Casi podía jurar que estaba en el mismísimo Lejano Oeste y que una de esas plantas secas pasaría rodando frente a él.

—¿Jeon JungKook? —Llamó una voz a sus espaldas, y el Omega volteó casi al instante, alarmado —. ¿Eres el niño de ciudad?

JungKook alzó una ceja, mirando sin descaro al desconocido de pies a cabeza.

Era un tipo mucho más alto, vestido con unos pantalones cortos y una vieja camiseta blanca. También traía un sombrero de vaquero levemente inclinado, de donde sobresalían algunos mechones de cabello oscuro. Se veía ridículo, pero lo que inquietó a JungKook no fue su pésimo sentido de la moda, sino su fuerte aroma a roble y tierra. Un Alfa.

Se contuvo de responder que él no era ningún niño, y fue directo al grano.

—Sí, ¿y tú eres...?

—Oh, lo siento, soy Kim NamJoon —se presentó, sonriendo ampliamente, unos pequeños hoyuelos se formaron en ambas mejillas. Estiró su mano como si esperara a que el Omega la tomara, pero JungKook solo se le quedo viendo, así que la apartó. La sonrisa del Alfa, que en un principio fue alegre, titubeó un poco —. Es un gusto conocerte al fin, compañero, la familia está hablando mucho de ti, todos estamos muy contentos de que decidieras pasar un tiempo en nuestra granja.

"Decidido", él no decidió ir allí, lo obligaron. 

—De hecho...

—¡Por todos los rábanos! Mira cuántas cosas —le interrumpió, tomando sin dificultad alguna sus pesadas maletas —, vaya que pesa, es como estar alzando una vaca.

—¿Has alzado a una...?

—Creí que no te encontraría, ¿sabes? No es que vengan mucho por aquí, pero temía perderte —expresó, riendo sin ser consciente de que seguía interrumpiendo al castaño que comenzaba a cansarse —. Suelo perder muchas cosas, y cuando me ofrecí a buscarte todos dijeron que te perdería, pero yo estaba seguro de que no, incluso aposté a mi gallina. Estoy feliz porque no quería entregar a la vieja Petuña. Es una gallina muy especial, lo entenderás cuando la conozcas. Seguro se llevarán bien.

Sí, como no.

JungKook suspiró y se decidió a seguirlo sin decir más. El Alfa lo guió hasta una vieja y destartalada camioneta. Sus cosas fueron arrojadas de manera brusca a la parte de atrás y, cuando hizo ademán de sentarse en el asiento de enfrente, se detuvo en seco al ver al pequeño animal que le observaba con enormes ojos. 

—Caracoles, lo siento, Petuña ya eligió ese asiento. Tendrás que viajar atrás, compañero.

Si volvía a escuchar la palabra compañero JungKook se volvería loco.

La gallina lo miró, y por un momento el Omega creyó que esta se estaba riendo de él. 

—Como sea —se quejó, sentándose en la parte trasera, incluso así aquel extraño animal le siguió con la mirada —. ¿Por qué no deja de verme? —Preguntó con disgusto cuando el Alfa se ubicó detrás del volante.

Amor de campo ➥ TaeKook | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora