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¿Acaso había joyas allá adentro? ¿Dólares? ¿Un camino secreto que te lleva hacía tus mejores deseos como en la película de Coraline? Pues no, no había nada de eso allí, o tal vez si, pero Jin no quería entrar por eso. A Jin le gustaba pensar que allá había una puerta invisible que lo llevaría hacía su mayor sueño; Desenmascarar. Resolver un misterio.

Kid, caminaba con su esposa, Misy. Usaban ropa bien, iban a restaurantes bien, tomaban fotos bien y compraban cosas buenas, elegantes y caras. Pero, en realidad, ¿Ellos estaban bien? ¿Ellos hacían el bien?

Aquella familia era rara, a exageración. Y no, no está mal ser raro, pero ellos se pasaban. Parecían no esforzarse, y conseguían todo. Cuatro miembros, y una gigantesca casa. Un auto o camioneta nuevo cada semana, siempre la gente los visitaba, pero no parecían tener amigos. Aquella casa era rara, y quienes vivían ahí igual.

"No seas curioso" Si, si, si. Jin eso lo sabía, pero le era imposible guardar la compostura, tanta información, tanta antigüedad, tanta curiosidad, tanta negatividad y dinero al mismo tiempo. De verdad que tener que pasar frente a ellos todos los días, le aterraba.

Jin llego a su bonita casa, a su humilde morada, y pudo ver a su madre quien lo esperaba. La señora siempre con una sonrisa contagiosa y su delantal para cocinar, con inmensas ganas de que su hijo llegará y así poder abrazarlo.

- ¡Mijito mío! Que ya llegas, con bien y a salvo - Dijo la adorable anciana, percinando a su hijo concluyendo con un beso en su frente. - Que ya estás bien alto, ni te alcanzo - Y si, efectivamente, el estaba alto, pero no tanto. Más bien era que mientras el crecía, ella se hacía mas pequeña.

El la saludo con emoción, reingresando el beso en la frente y platicando con emoción a su madre sobre su día, mientras hacían paquetes de carne entre los dos.

- ¿Puedo ayudarte con algo, mami? ¿Quieres que lleve esto con mi padre? -

De verdad que a ella, le ayudaba enserio mucho su hijo. Sin él, no sabría como llevaría con todo. Ella acepto, siempre aceptaba lo que fuera de su hijo, a su hijo le hacía feliz ayudar, y ella quería que su hijo estuviera feliz.

Jin salió. No sin antes despedirse bien de su madre, con un beso y abrazó. Ella sonrió, lo admiraba.

Jin la miró con un brillo en los ojos, la amaba, era la mujer más valiente y fuerte del mundo. Era hermosa, realmente hermosa, y ese peliacate en su cabeza no marcaba la diferencia.

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En La Casa. [NAM x JIN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora