Abrí los ojos, la habitación estaba oscura, estiré el brazo haciendo grandes esfuerzos y conseguí apretar el botón que se encontraba rebelde en mi cabecera, y que después de hacerme la vida imposible, siempre me hacía sentir mejor. Al instante apareció Tes en la puerta, sonreí en un intento de mostrar mi agradecimiento.
-¿Que necesitas mi vida ?
-Creo que ha vuelto la fiebre, y me duelen todas las articulaciones otra vez.
Tes se acercó y me destapo con delicadeza y ternura, me observo durante unos minutos y después tomo mi tensión y temperatura
-Te voy a poner el antibiótico en vena ¿te parece? así te sentirás mejor antes- me dijo con dulzura. Mientras me colocaba la vía en la mano en lugar de en el brazo para que pudiera dormir más cómodamente, yo la observaba en silencio. Su aroma a cítricos mezclado con café, que seguro debía estar tomando pues eran las 4 de la mañana y aún le quedaba mucha noche por delante. Su pelo rubio ceniza ondulado y alegre y sus ojos color miel y avellanados seguidos de unas moradas y profundas ojeras, me eran agradables y familiares.Tes era joven, debía tener 22 años, y su belleza no pasaba desapercibida por el hospital, pero su alta competencia y su cariño era lo que la diferenciaba del resto de las enfermeras.
Con el tiempo había aprendido a quererla. Seis meses en el hospital, hacen que este se acabe convirtiendo en una pequeña familia. Mi habitación había pasado de ser cuatro desamparadoras paredes blancas a convertirse en mi refugio. Mi familia lo había llenado de fotos y adornos, así no me sentía tan sola.