CAPÍTULO I
Una sombra negra me persigue, grita mi nombre, volteo y veo un rostro lleno de sangre lamiéndose los dientes afilados llenos de color rojo, una pesada hacha se balancea en sus manos pero ni eso lo puede detener, incluso lo veo cojear. Sigo corriendo, a pesar de sentir que la fuerzas en mis piernas se empiezan a esfumar. Estamos en el bosque y la única luz que me ayuda a no caer de bruces es la luna llena. Vuelve a gritar mi nombre, esta vez no volteo ya tengo su horrible cara grabada en mi memoria. El aullido de un animal hace que salte y caiga, escucho su pesadas pisadas, ya no me puedo levantar, es el fin. Gateo en un inútil intento de alejarme de èl, pero su respiración me dice que esta justo detrás de mi. -Es hora- gruñe. No me muevo solo espero la sensación de la fría hoja de la hacha, mis parpados se aprietan, el movimiento de su arma llena el silencio, me congelo...
A veces despierto con pesadillas, déjenme corregir esto, todas las noches despierto con pesadillas; nunca es clara pero siempre es la misma, nunca llega mas allá.
Las paredes blancas me dan dolor de cabeza, cuando el sol llega a cubrirlas y el color se vuelve aún más blanco es ahí cuando no las puedo soportar, cierro los ojos en un intento por que se detenga el malestar, pero a pesar de que ya no las veo brillando se que están ahí recordándome donde estoy y en donde he vivido las últimas 2 semanas. Es imposible que vuelva a dormir con esos colores a mi alrededor así que opto por levantarme de la pequeña cama individual, el camisón que mi mamá me trajo roza mis rodillas mientras me estiro tratando de despertar, me pongo las pantuflas, la bata y en ella guardo una liga para mi cabello, salgo de mi cuarto hacia el comedor. esto simplemente no se hace más fácil: el alcohol, las drogas y la depresión figura en mi historial clínico. Aun no puedo creer que estoy aquí, se suponía que seria la ultima vez que vería el sol, que respiraba mas sin en cambio ahora vivo en la exageradamente acogedora "cabaña de la esperanza" la cual no es otra cosa más que un vil centro de rehabilitación de clase media que está ubicada en Toluca, cerca de la laguna de Zempoala o al menos eso fue lo que me dijeron. Si me preguntaran a mí diría que eso no fue tocar fondo, era lo que quería, pero si le preguntan a mi familia dirían que por supuesto que sí, pero verán, la diferencia es que ya había estado en este tipo de situaciones, solo que tuve la mala suerte que me encontraran. Como sea, cuando desperté de lo que se suponía fuera mi último viaje ya estaba aquí.
Por fuera luce totalmente rústica pero por dentro es completamente moderna, largos pasillos pintado de amarillo bebé que me provoca querer vomitar. Los muros son muy altos y 20 habitaciones se extienden a lo largo del pasillo, las puertas son de color blanco, algunas se encuentran abiertas indicando que ya no hay nadie ahí y unas pocas cerradas anunciando que siguen dormidos. Todo es tan pacífico, es como si nos quisieran obligar a estar en total serenidad con los colores neutros de toda la cabaña.
Al llegar al área del comedor puedo sentir o mejor dicho oler la mezcla de cloro y vomito y se que será un mal día, llegó otro paciente ayer, supongo que es un hombre dado que mientras me encontraba en mi habitación pude escuchar que llamaron al menos a 3 enfermeros para controlarlo cuando comenzó a luchar, obviamente apenas comenzó su infierno o lo que a los doctores les gusta llamar desintoxicación. El hedor a vómito baila en el aire y al instante la poca hambre que tenía se esfumó. Hasta ahora en la área donde me encuentro habían 19 pacientes 20 con el recién llegado. En la barra del comedor hay reunidas unas 10, opto por esperar a que se vayan para ir y tomar algo de la comida.
Encuentro un lugar junto a dos señoras, Esther y Guadalupe, Esther es tan amargada y negativa obviamente; es una drogadicta desde hace 20 años, sobria solo por temporadas, su veneno favorito cocaína y pastillas, es muy delgada y muy alta aunque ella asegura que su cuerpo siempre fue así y no por las drogas y su inminente desintoxicación. Llegó aquí gracias a que sus dos hijos le dieron un ultimátum. Guadalupe o "lupita" como le dicen los loqueros, las enfermeras y los doc's , es todo lo contrario, es bajita y sorprendentemente alegre y positiva considerando donde se encuentra. Según me contó no tiene hijos ni ningún tipo de familia; el dueño de la casa donde trabajaba como ama de llaves la trajo aquí después que la encontrara ahogándose en su propio vómito después de una borrachera. De alguna manera estas dos mujeres tan contrarias son amigas en esta cárcel y por alguna razón me incluyeron en su grupo de amigas adictas.
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La Cabaña
AcakDespués de casi una década, Vannia ha llegado la limite en cuanto al alcohol , drogas y problemas emocionales. El ultimátum de su familia y su propia desesperación la llevan a entrar a la acogedora clínica de sanación "La Cabaña" la cual luce casi n...