Norma era una linda chica de un pueblo pequeño a las afueras de la ciudad capital de su país.
Era un pueblo pobre y olvidado por su gobierno federal. Habitaban en el lugar cincuenta y cinco familias, la mayoría campesinos que se dedicaban a la siembra del maíz y frijol.
La tierra poco fértil, la escases de lluvia en temporal y el no tener buenos compradores ni apoyo alguno del gobierno los mantenía en una situación bastante precaria.
Una situación agobiante para todos en el pueblo, pero era apaciguada o borrada de la mente y el alma de todos los habitantes —al menos por un momento—, gracias al trabajo y el enorme amor de Norma.Era el calmante de esa gente tan pobre y desgraciada, su hermosura y su sencillez los calmaba y animaba a seguir su lucha contra la vida. Era muy amable, siempre con una sonrisa deslumbrante saludando a quien se encontrara en la calle.
Vestia siempre un hermoso vestido de un largo hasta las rodillas, de color blanco, de tela fina pero confeccionado con un corte sencillo el cual lucía elegantemente, con unos huaraches del mismo color muy gastados por caminar tanto; llevaba en la muñeca una pulcera tejida con hilos muy finos de color dorado y negro que su madre tejio para ella.
De su cuello colgaba una cadena de plata, de la que pendía una pequeña cruz del mismo material, —ambas piezas con un fino acabado hecho a mano—, que le regaló su padre al cumplir los veinte años (tuvo que ahorrar año y medio para pagarlo).
Tenía una piel aterciopelada color caramelo, unos ojos grandes como de lechuza de un color marrón claro que le daban un tono color miel, la nariz como si hubiese sido esculpida de una forma tan gentil por un dios griego, los labios rosa pálido, delgados y perfectamente delineados, con un cabello negro bestial igual al de un caballo fino y salvaje. Y su voz tan dulce como la de un ángel, podía calmar una tormenta con solo pronunciar una palabra.Su padre era un campesino que sembraba maíz, y su madre era costurera, de ambos heredó el amor a la vida y el respeto a las personas que le rodeaban.
Solía visitar a los enfermos del dispensario de la iglesia del pueblo, asistiendo como enfermera al médico del pueblo los fines de semana, de lunes a viernes daba clases en la escuelita del pueblo, —tenian poco personal—. Le quedaba poco tiempo libre en la semana, trabajaba muy duro y aún así se daba tiempo para visitar a una pareja de ancianos que vivían frente a su casa, les llevaba comida, agua, les hacía el aseo, se encarga casi de todas sus necesidades.
Era tan amada en pueblo por su gentileza y sus actos tanto por los ancianos como por los niños más pequeños, los animaba a seguir su vida con alegría y ánimo, siempre sin dejar de sonreír, cantando y silbando siempre su canción favorita a donde quiera que fuese —decian que una sonrisa suya podía aliviarte de cualquier pena por muy grande que fuera—. Estaba llena de sueños desde pequeña, su anhelo más grande siempre fue ser profesora de literatura, soñaba con mudarce a la ciudad para ejercer ahí y ganar al fin el dinero suficiente para darle una buena vida a sus padres, y construirles una gran casa.
Le pareció imposible por muchos años, pero no sé rindió y consiguió su empleo en la escuela de la localidad, se sentía desfasada varias veces por no tener más estudios que la secundaria.
Uno de los días en los que ayudaba en la escuela, platicando con los otros profesores vislumbró un brillo de esperanza para su sueño, se había abierto una convocatoria en la capital para dar plazas en la ciudad a profesores rurales, entro a la convocatoria sin dudarlo, y la respuesta del sindicato de profesores de la ciudad le llego tres meses y medio después de enviada su petición, le informaban las muy buenas noticias de que había ganado una plaza como profesora de literatura en la ciudad y que debía presentarse el mes siguiente de la fecha para hacer la ceremonia de entrega, también para comenzar unos cursos en los que le mostrarian el programa del siclo escolar próximo a comenzar.
Esta noticia había alegrado bastante a Norma, que había dado casi por sentado que no recibiría respuesta al no tener una carrera, pero que contra todo pronóstico el sindicato le otorgó la plaza gracias a su historial como profesora por casi cinco años; con la condición de que estudiaría la preparatoria abierta y eventualmente una licenciatura en pedagogía, todo mientras daba clases. Sabia que le resultaría pesado y que encontraría muchos más baches en su camino de ahora en adelante, pero le emocionaba el reto y la idea de ayudar cómo quería a sus ya viejos y cansados padres.
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NORMA (Reeditado y resubido de mi antigua cuenta).
Short StoryLe han quitado la vida. El amor y las ganas de luchar.