Capítulo 2

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Melanie estacionó frente al edificio administrativo, en el puesto que le habían asignado que daba justo al patio de los reclusos, en ese momento vacío, ya que probablemente estuviesen desayunando, y aún con el nivel de seguridad del lugar en el que estaba no pudo evitar pasarle la alarma a su auto y verificar la puerta.

Por supuesto no entró por la puerta principal, sino por la asignada para el personal, quedaba por la parte lateral de aquella enorme fortaleza de cinco pisos y rodeada de muros aparentemente impenetrables, enseñó su credencial al cuidador de la puerta y se dispuso a subir los pisos que la asilaban del bullicio de los reclusos, piso a piso se iba quedando sin aliento, en el tercer piso se apoyó de la baranda, notó que en el piso cuatro la puerta estaba clausurada y  finalmente, ya casi sin aliento, llegó al último piso, no estaba segura si era el mismo vigilante del día anterior pero estaba al final de aquel larguísimo pasillo de puertas, leyendo el periódico local.

––Buenos días ––Casi gritó Melanie, el vigilante dio un bote sobre la silla y estuvo de pie en un micro segundo. No, no era el mismo.

––Buenos días, doctora ––Dijo cerrando el periódico y levantándose la gorra en forma de saludo––. No esperaba al personal tan temprano ––Comentó caminando hacia ella, con aire decidido.

––Me imagino ––Aclaró abriendo  la puerta de su oficina––, creí que encontraría más tráfico.

––Estamos casi en el fin del mundo, doctora.

––Tiene razón.

––Maldonado. José Maldonado ––Melanie le extendió la mano, la cual José estrechó con firmeza, dejando ver su sonrisa blanca y pulcra, que hacía juego con el color de su piel de color café con leche, llevaba el cabello peinado hacia atrás con mucho gel y era cuanto menos veinte centímetros más alto que Melanie––. Que tenga un feliz día, doctora.

––Igualmente, José ––Dijo ella sonriéndole.

Melanie entró en su oficina, guardó unas cuantas cosas en las gavetas de su escritorio y cuando disponía a releer los referenciales, llamaron a la puerta.

––Pase, por favor ––Dijo poniéndose de pie. El Señor Andrews entró en la oficina, como sólo lo había visto una vez volvió a sorprenderse con la altura del hombre, casi dos metros pero seguramente menos de 60 Kg y la leve curvatura de su espalda lo hacía ver un tanto siniestro.

––Buen día, Doctora Rice.

––Buenos días, Señor Andrews. ¿Cómo se encuentra?

Sin una sonrisa él contestó:

––Más que listo para su recorrido.

Melanie lo acompañó en la puerta y antes de siquiera cerrarla, El Señor Andrews comenzó a hablar con voz monótona.

––San Severo es una construcción con una antigüedad de 135 años aproximadamente, ha pasado por 3 grandes reformas arquitectónicas desde su construcción original: Un convento ––durante 30 años––, posteriormente sirvió como sanatorio durante 10 años, por un período de 5 años intentaron darle uso como reformatorio juvenil hasta que finalmente se le dio un uso correcto como prisión de máxima seguridad.

>>En San Severo contamos con un circuito cerrado de vigilancia impenetrable y envidiable.

Avanzaron un par de pasos.

––Pero más allá de eso, ofrecemos a los reclusos actividades de formación: como alfabetización y educación religiosa.

––¿Les dan religión?

El señor Andrews entendió la sorpresa de la pregunta y sólo se encogió de hombros, luego señaló una puerta contigua a la oficina, Melanie miró por la ventana de pared, un círculo de 5 reclusos y un hombre de civil, todos leían la biblia ––Ella no pudo dejar de notar que habían 2 hombres apostados en la puerta del salón y 3 dentro.

CULPABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora