Siendo tan neurótica como era con la simetría, no era de extrañar que Melanie hubiese llevado una cinta métrica en su caja de títulos y reconocimientos de psicología que había puesto sobre el escritorio de madera lisa que le habían asignado en su nueva oficina, de su nuevo trabajo; estaba tan emocionada.
Afuera, Melanie pudo ver al vigilante del área, pasear frente a la ventana fija que daba al pasillo, hizo un sonido gutural de negación desde la garganta, más que una ventana era sólo un pedazo enorme de vidrio incrustado en la pared, y las ventanas proyectantes con las que habían coronado la parte alta de la pared detrás del escritorio no proyectaban precisamente muy buena luz.
Sacó su cinta métrica y le llevó una hora colgar su título y sus 16 credenciales de talleres, convenciones y cursos afines
––Dios mío, soy una nerd ––Dijo mirando la pared desde el otro extremo de la oficina, en sí, el espacio necesitaba más de su toque simétrico, tal vez cuando cobrase su primer pago compraría algunas cosas más para decorar a su gusto, ese iba a ser su espacio y tenía que hacerlo propio.
Volvió al escritorio, le echó una última mirada a los reconocimientos de la pared y se sentó en la silla ejecutiva dispuesta para ella. Miró en derredor, el vigilante pasó de nuevo y esta vez inclinó la cabeza cuando ambos se miraron, Melanie le sonrió tímidamente, tendría que hacer buenas migas con sus compañeros; se desabotonó el blazer gris que se había puesto. Cuando la habían entrevistado le reforzaron un montón de veces el tema del vestuario, no tenía un uniforme asignado, como la mayoría, pero debía ser siempre pantalones, preferiblemente holgados, lo que ella hubiese supuesto sin las incontables veces que se lo habían dicho.
Llamaron a la puerta con suavidad y ella entró en pánico, se puso de pie de un brinco y se abrochó el blazer de nuevo, carraspeó aclarándose la garganta.
––Adelante ––Dijo intentado sonar casual.
––Buenos días ––Saludó una mujer ataviada en pantalones azul marino y una camisa blanca, llevaba un perfume sumamente fuerte que impregnó de inmediato la oficina, haciendo que Melanie tosiera un par de veces.
––Soy Rose, del departamento de archivos ––Comentó en tanto dejaba caer en el escritorio una torrecita de carpetas amarillas––. Trabajo en el edificio administrativo ––Prosiguió––, y estos son los referenciales de sus pacientes. Si necesita algo, o tiene alguna duda marque #86 ––Señaló con los labios pintados de rojo el teléfono en la esquina del escritorio–– y gustosamente la ayudarán en recepción.
>>Le recuerdo que la hora de almuerzo del personal, es de 12:30 a 1:30, ni un minuto más, y que si dispone de traer su propia comida deberá comer en su oficina. Aquí tiene ––Dijo extendiéndole un sobre––: su credencial de identificación y acceso, si la pierde se la entregará una nueva siendo descontada de su salario. Entre tanto, mañana temprano dispondrá de un recorrido por las instalaciones, además deberá hacerme entrega de su horario de citas con los pacientes, para de esa forma agregarlo al sistema de control de actividades ––Melanie no sabía si debía decir algo, pero eso sí, agradecía tener una memoria prodigiosa que le permitiría recordar el sermón que le estaban proporcionando––. Hay cambio de seguridad a las 9 de la mañana, a 1:45 después de almuerzo, y a las 6 de la tarde, por lo que se le pide esperar en torno a 15 minutos después de esa hora para entrar o salir de su oficina y ahora, si no tiene ninguna duda, me retiro ––Sin darle tiempo a formular alguna pregunta Rose cerró la puerta tras de sí.
Melanie entendía que tal vez el ambiente no se prestase para ser el más armónico y cómodo de los empleos, pero para ella la labor humanística era incomparable, por eso había elegido estudiar psicología, escuchar era su mayor virtud y poder ayudar en la medida de sus posibilidades era un gran aliciente, había tenido una oferta de trabajo para ser la psicólogo de una gran empresa en la ciudad, pero no sentía que ese fuese su lugar, además, ningún gran empresario admitiría nunca que necesitaba ayuda psiquiátrica, estaba contenta con su decisión. Miró nuevamente la oficina, lo único que le habría gustado era una ventana panorámica, pero sabía que no se podía tener todo en la vida.
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CULPABLE
CasualeMelanie Rice acaba de graduarse en psicología, junto a su título lleva un puñado de ilusiones y ganas de cambiar al mundo. Sin embargo, difícilmente una prisión de máxima seguridad pueda ser el lugar ideal para empezar su cruzada. En su nuevo trabaj...