Armer Reichtum.

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"Quien no sabe encontrar el camino que lleva a su ideal lleva una vida más frívola y descarada que el hombre sin ideal."
—Nietzsche.

Brian sentó su cuerpo en la mesa, escuchando el tintineo de la porcelana de los platos y cubiertos rozar. Las sirvientas con sus trajes negro y blanco acomodaban despacio y con cuidado todo sobre el mantel blanco de la mesa principal.

Harold se permitió mirar sobre su cabeza a la lámpara araña en el techo, que parecía moverse con la levedad de la brisa que entraba por las ventanas. El abrir y cerrar de la débil puerta que daba a la cocina lo mantenía plenamente concentrado en su pensar.

Pero tuvo que escapar de su ensimismar justo cuando su madre tomó asiento frente a él. La mujer desabotonó uno por uno los botones de los guantes blancos que con vanidad aportaba, y se los quitó con suavidad para dejarlos correctamente acomodados sobre la mesa. Brian la miró en todo momento, y detuvo su vista sobre el anillo de compromiso de su madre. A ella no pareció incomodarle la mirada, más no pareció importarle en lo más mínimo

A la madre de Brian, en realidad, nunca le había interesado la atención que su hijo demostraba en ella. Tampoco le interesaba el hecho de que Brian, después de años de tener a su madre tan cerca pero totalmente ausente, se hubiera cansado de esperar afecto.

Poco después Roger se hizo paso en el salón, y la madre de Brian dio vuelta el torso para mirarle y sonreírle. —¡Roger!, —Lo llamó. —Toma asiento, cariño. Ya casi está la comida. —Dijo de forma animada, y el rubio sin vergüenza se sentó en lo que parecía ser su sitio, al lado del rizado y frente a la mujer.

El silencio había sido cómodo esta vez porque bien entró al salón el padre de los May, el matrimonio se había puesto a hablar sobre situaciones varias.

Brian puso su codo sobre la mesa y dejó descansar su mejilla sobre la palma de su mano, así aplastando varios de sus rizos. Se puso a jugar con aburrimiento con el tenedor, dándole la vuelta una y otra vez en silencio.

Meddows miró hacia arriba, sus pestañas largas resaltaron y sus orbes brillaron cuando se encontraron con las joyas de la lámpara colgante. Hizo un mechón de cabello rubio hacia atrás de su oreja suavemente, y miró un poco más la iluminación hasta ir bajando por la decoración de la habitación. A la familia May le gustaba mucho el aterciopelado al parecer, porque las sillas de la mesa eran forradas con aquella tela al igual que los sillones.

Sin darse cuenta, los ojos de Brian se habían puesto sobre la curiosidad de Roger. Esos anillos azules que el chico tenía como ojos en la oscuridad parecían sumarle luz al salón. Y ni hablar de su atractiva melena rubia, que con los rayos de sol que entraban por la ventana parecía aún más brillante.

El ruludo arrebató la mirada cuando escuchó a las criadas llegar. Las mujeres dejaron los platos frente a la familia y destaparon las botellas para servir agua y vino a los correspondientes vasos.

Brian agarró los cubiertos para comenzar con su almuerzo, ya que estaba con hambre por no haber desayunado, mientras que Roger se había tomado unos segundos antes de comer.

La madre de Brian clavó el tenedor en la superficie blanda de un pedazo de carne pequeño, y lo elevó. —Cariño.—Llamó a Roger, quien al oírla subió la mirada de su plato; se había quedado viendo la comida. —¿Te gustó la casa?.

—Por supuesto. — Contestó Meddows, con una sonrisa sin mostrar los dientes. Estaba un poco nervioso por la charla que tendrían, pero aún así no se le cerró el apetito, no con ese pedazo de buena carne descansando en su plato.

Estudiante de Intercambio. [maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora