tú y yo y el loco amor

17. Sofía

— Una pregunta cada una. —quedaron— Yo primero... ¿Cómo estás? Y quiero la respuesta larga.
Mónica le sonrió y asintió.
— Le he hecho daño a Diego y se ha vuelto rápido a México... Me siento algo culpable, aunque sé que es mejor así. Espero que no perjudique a mi trabajo. Y no solo yo a él, si no que a mí me ha pasado lo mismo con otra persona, que me ha desilusionado... Pero a cambio de eso te he conocido a ti... Así que, ¿cómo estoy? No lo sé ni yo. Y ahora me toca... ¿Puedes decirme tu nombre, que no lo has dicho en ningún momento?
Ambas rieron y la mujer ladeó un poco la cabeza.
— Sofía.
— Ay, ¡qué bonito...! —Mónica alzó las cejas con una sonrisa.
— Para bonita tú, pero oye... ¿cuándo te vas de aquí...? Anoche dijiste algo de una tal Ana.
— Estoy aquí por ella, necesitaba apoyo y vine en cuanto me enteré... —Mónica suspiró— Ahora ya está todo mejor, pero me gustaría empezar el año con ella y...
— ¿Ana es quien te ha desilusionado?
— Uy, ¿escuchas eso? ¡Es alguien saltándose mi turno de pregunta...!
Mónica y Sofía estuvieron casi toda la tarde hablando. A Mónica le hizo bien, porque salió de su círculo común y pudo dejar de pensar en todo un poco. A todo eso, sumándole que Sofía era la mujer en la que ya se había fijado antes. Estuvieron también intercambiando miradas que, de alguna manera, le subieron el ánimo a Mónica.

Mónica le prometió invitarla a cenar al día siguiente, para compensarle un poco el que Sofía hubiese cuidado de ella la noche anterior.
Se despidieron con un abrazo y un par de besos, cuando María empezó a llamar a Mónica. Después, se dirigió hacia el hotel mientras marcaba el número de Diego. Esta vez, al contrario que las demás, contestó.
— ¡Diego...!
— No quiero hablar contigo, deja de llamarme.
— Lo entiendo... ¡Pero no me dejaste explicar nada! Es mejor que se acabase aquí, a tiempo. Y espero que sepas que siempre voy a estar aquí para ti. Para lo que necesites... Te quiero mucho y espero que...
— Ya, adiós, Mónica. —le cortó.
— ¡Cuídate, por favor...!
Diego finalizó la llamada, Mónica no tenía muy claro si antes o después de que ella dijese lo último. Sintió que se quitaba un peso de encima, aunque él le preocupaba un poco.
Se dirigió al hospital, para estar con Ana y María.
Cuando llegó, subió y se encontró a María sentada en las sillas. Mónica rió suavemente y fue a abrazarla.
— ¿No ha querido que entres?
— Yo no he querido entrar, necesita hablar muchas cosas con su madre. Pero tú qué, ¿de dónde vienes?
— No me mates. —María frunció el ceño y ladeó la cabeza— He estado con la chica del bar... Con la que nos cruzamos.
María respiró profundamente y volvió a mirar a Mónica, seria.
— Te juro por Dios que...
— Eh, tranquilízate... —Mónica rió— ¿Quieres que te lo cuente o no?
María asintió, así que Mónica empezó a hablar, a contar todo lo que había pasado. Así, sin María tener que preguntar, Mónica también se sinceró sobre todo lo que sentía en aquel momento, no solo por Sofía.
— Ahora que me he pasado hablando, creo que voy a parar... —Mónica rió mirando a María, que estaba con una sonrisa de oreja a oreja— María, ¿cuándo te vas a ir tú...?
— Mañana. Las cosas aquí están bien ya, y tú eres el apoyo que Ana necesita.
— ¡Pero yo quiero que te quedes con nosotras...! Que llevo un año y pico sin verte, amiga... —María apretó los labios, no podía hacer nada, y la abrazó con todas sus fuerzas.
— ¿Sabes que te quiero mucho?
— Es la primera vez en veinte años que me lo dices sin reírte.
— ¡¡No es verdad!! —ambas rieron y volvieron a abrazarse.
En aquel momento, Ana salió de la habitación donde estaba su madre y se acercó sonriendo.
Abrazó a Mónica, saludándola.
— Mi madre se encuentra mucho mejor ya... Han dicho que igual le dan el alta en un par de días. —Mónica sonrió— ¿Hasta cuándo te quedas en Madrid, Mónica...?
— Tenía pensado pasar año nuevo contigo, pero si vas a estar con tu familia pues me iré antes...
— ¡Ay, no...! Tú también eres mi familia, ¡quédate...! —Ana hizo pucheros y Mónica rió para después asentir y abrazarla.