4. Miguel

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Cuando se acabó su turno, Mónica se metió en el cuarto de baño y marcó el que era el número de Ana, otra vez.
— ¿Sí? —saltó, en voz baja.
— Necesito hablar sobre lo que ha pasado antes.
— Ah, Mónica... Vale, espera unos minutos, ¿sí? —Ana finalizó la llamada y Mónica frunció el ceño.

Habían pasado minutos cuando a Mónica le sonó el teléfono, y cerró los ojos un segundo antes de contestar.
— Me habías dicho unos minutos... ¡¿Casi media hora?!
— ¡¡Lo siento!! Estoy en el ave volviendo a Madrid, y había cola para entrar al lavabo, ¿vale?
— Necesito hablar sobre lo que ha pasado antes. —repitió Mónica, que escuchó a Ana suspirar al otro lado de la línea.
— Escucha... Tú querías, yo quería... Ya está. No es nada importante, ¿sí?
— ¿Crees que no es importante? Nadie nunca me había... Bueno, eso.
— ¡¿Eres virgen?!
— ¡No! Pero los tíos se suelen centrar solo en ellos y... Bueno, no en...
— Vale, para. —Ana rió suavemente— Hablar de esto se te da mal. Y te entiendo, a mí también me ha pasado eso más de una vez y con varios. Pero bueno, eso... Ha pasado, pero no cambia nada.
Mónica tomó aire y lo expulsó lentamente.
— Vale. ¿Y por qué todo lo del sobre? No tenías que ayudarme, ni siquiera intentarlo.
— Bueno, me enteré de un par de cositas sobre ti y no te tengo que dar explicaciones de por qué te quise ayudar. Ahora te tengo que dejar y empezar a prepararme la segunda audición...
— Ah, ¡es verdad! Me hubiese gustado darte la enhorabuena cara a cara...
— Bueno, tu cara me sirvió como felicitación. Y cada vez que gritabas, también...
— ¡¡Para!! Qué vergüenza... —gruñó, y ambas rieron.
— Bueno, guapa, te tengo que dejar que la gente necesita mear y cagar aquí.
— Qué sutil... Clavarás esa audición y dentro de poco te veré en mi tele, ya verás. —Ana sonrió.
— Gracias por confiar así en mí. Ojalá a ti también te vaya genial... Ve a por todas, tú ya sabes a lo que me refiero, ¿sí?
— Sí... —Mónica abrió la boca para despedirse, pero Ana ya había colgado.
Suspiró, se guardó el móvil y salió de aquel cuarto de baño.
Las semanas siguientes fueron una vuelta a la normalidad para Mónica y María, al contrario que para Ana.

Cuando llegó a Madrid después de las tres horas de viaje, tuvo que ir directamente a la audición. Ella misma se notaba tan cansada que no pudo hacerlo ni la mitad de bien de lo que podía. Aún así le dijeron que lo había hecho bien y que la llamarían.
Cuando Ana salió de allí, llamó a su padre y a su madre, emocionada, que reaccionaron igual. Les dijo que se buscaría algún motel por ahí, porque estaba demasiado cansada para ir hasta su casa aquella noche. Acabó en un barrio de las afueras, y descubrió un pequeño teatro local que no parecía abandonado.
A la mañana siguiente decidió entrar.
— ¿Qué haces por aquí? No eres del grupo de teatro... —saltó un hombre que estaba en el escenario, la única persona presente.
— Hola, soy Ana. La verdad es que me ha llamado la atención el aspecto desde fuera y quería ver cómo era esto por dentro... ¿Molesto? Me voy, eh, ¡lo siento...!
— No, mujer, tranquila. ¿Actúas?
— Sí. —Ana se agarró a las tiras de su mochila y se adelantó hasta la primera fila de butacas— En teoría me tienen que llamar, ayer hice una audición; pero lo más seguro es que lo dijesen para ser agradables y ya está.
— No te martirices... Recítame algo. Va, sube, lo que se te venga a la cabeza.
Ana frunció el ceño, subió al escenario y carraspeó mientras dejaba la mochila en el suelo. Tomó aire y, al abrir los ojos, miró directamente a aquel hombre. Recitó una pequeña parte de un monólogo, de sus obras de teatro favoritas. Él no hacía más que mirarla y sonreír, mientras la escuchaba bien atento.
— Ana, brillas sola. Yo soy Miguel, por cierto... ¿Te gustaría apuntarte al grupo de teatro? —preguntó, cuando acabó.
— Pocas cosas me harían más ilusión, pero... No vivo cerca y no sé si... No sé.
— Bueno, como quieras... Pero ten —dijo mientras le alargaba una tarjeta—, por si cambias de opinión.
— Gracias...
Ana sonrió, se la guardó en el pantalón y tomó la mochila para bajar e irse.
— ¡Ah, por cierto! —ella se giró y alzó las cejas.
— Si no te llaman de la audición... se lo van a perder.
Ana rió suavemente y salió de ahí.

tú y yo y el loco amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora