Conociéndote

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— Y...¿Eso es todo?

Ambos se miraron fijamente, uno tratando de comprender a qué se refería con esa pregunta. Y el otro meditando la razón de por qué su amigo terminó de esta forma. Además, trataba de evitar que surgiera el pensamiento sobre lo tierno que se veía.

— Vamos, sé que eres tú, Alfred.

Con esa afirmación, nuevas preguntas surgieron en la cabeza del americano.

— ¿Cómo sabes que soy yo? —preguntó con recelo, aunque su rostro no expresaba la tormenta de emociones por todo lo que le había pasado desde que despertó esta mañana.

 
— ¿Acaso tú hiciste esto?... Espera
¿Por qué puedo hablar contigo y no con los demás? Y...

Arthur anticipaba que el menor tendría muchas preguntas. Esto no era algo común que le pasaba a las personas. Dejando las tijeras sobre su escritorio, decidió recostarse en su cama y colocar el peluche a un lado. Necesitaba pensar, y colocó su antebrazo sobre sus ojos. También necesitaba no mirar al tierno peluche que estaba a su lado.

— Preguntas demasiado. Yo no te hice nada, tú fuiste el idiota quien se metió en esto. De alguna forma.

 — ¿Yo? ¿Cómo? Y aún no me has respondido la segunda pregunta —dijo Alfred, caminando hacia el inglés, tratando con sus afelpadas manos de retirar el antebrazo del mayor para que lo mirara y le prestara atención.

— ¿Qué como lo sé? No te lo diré, no somos amigos ni nada ¿recuerdas?

Desviando el tema, por qué responder la primera pregunta implicaba hablar sobre un asunto del cual no estaba dispuesto a recordar, prefirió tratar de disculparse, con la forma actual de Alfred le era más fácil hablar con él. Por supuesto, Arthur seguía molesto y dolido, aunque este último, era un sentimiento que no quería reconocer, pero a pesar de ello, como un digno caballero, debía reconocer los errores que también cometió. 

— ¿Aún lo recuerdas? De verdad que eres muy resentido Arthie ¿Qué acaso no fue suficiente la canción de disculpa?

No fue buena opción nombrar lo anterior, ambos se habían avergonzado nuevamente, aunque claro solo Arthur lo reflejaba con un sonrojo encendido en su rostro, mientras tanto Alfred por ser un peluche solo se maldecía por su estupidez.

— ¿Qué me ves? — preguntó Arthur viendo cómo su amigo lo miraba muy concentrado.
Lo ponía nervioso y eso hacía que el rubor no se le quitará más rápido.

—De verdad que tus cejas se ven más grandes ahora. Parecen dos enormes orugas.

Habló intrigado sin reparar muy bien en lo que había dicho. Inmediatamente recibió un golpe del mayor, quien ahora tenía el rostro rojo de enojo.

— Querido Alfred recuerda que aún tengo en mi poder las tijeras y puedo hacer lo que sea con ellas — dijo con una sonrisa sombría. Tal vez, retomar el tema de su discusión no había sido una buena idea. 

—Ahhh, que malo Arthur, solo era una broma, no te pongas agresivo — decía asustado, tratando de calmar a su amigo para que no decidiera levantarse e ir por las tijeras. Por lo que con esfuerzo se posicionó encima del pecho del inglés. No reparando en el hecho de que su peso ahora era insignificante frente a Arthur.

El inglés miró atento esta acción y volvió a cubrir su rostro con su antebrazo. Alfred era completamente tierno.

Ante el silencio, el americano decidió expresar las palabras que había estado tratando de hacer alcanzar al inglés.

—Lo siento.

 Arthur levantó su brazo y decidió sentarse, acomodando al peluche al frente de él. Alfred al percatarse que el inglés parecía seguir queriendo escuchar sus palabras, siguió disculpándose.

𝙼𝚈 𝙿𝚁𝙴𝙲𝙸𝙾𝚄𝚂 𝙱𝙴𝙰𝚁 [𝙴𝙳𝙸𝚃𝙰𝙽𝙳𝙾]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora