Capítulo 4

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Ambos se pusieron de pie y se miraron confundidos, aunque a pesar de toda la rareza, Mokuna estaba seguro de que se encontraban en la Tierra y no en Xandar u otro planeta.

- ¿Qué es este lugar...? - preguntó en un susurro casi inaudible la pelinegra.

Vieron su alrededor, a la gente que sonreía y se abrazaba con tanta felicidad por una supuesta guerra que había terminado. No pasaron bien ni diez segundos cuando de repente todo aquello desapareció y ellos volvieron al lugar en donde estaban.

Se mantuvieron en silencio tratando de descifrar si aquello había sido real o una simple ilusión, pero no era una ilusión, parecía demasiado real como para serlo y ambos estaban convencido de ello.

- ¿Qué fue eso? - se atrevió a preguntar Manawa.

- No lo sé, no lo sé... - contestó en un murmullo su contrario, bajó la vista y vio que algunos de sus objetos estaban rotos. Buscó en la bolsa hasta encontrar una vasija dorada y bien decorada que aún estaba completa - Toma, dale esto al vendedor.

Ni siquiera le dio la opción de tomarlo o rechazarlo, simplemente la puso en sus manos y abriendo un portal se marchó. Su repentino cambio de actitud la extrañó bastante, hace unos pocos minutos estaba negado a dar una de sus reliquias e incluso estaba dispuesto a pelear y ahora, de repente le daba uno de los objetos más bonitos que llevaba.

Dejando de lado aquello se dispuso a llevarle la vasija al vendedor y a tomar sus cosas para llevarlas a su casa. En el trayecto estuvo pensando en Mokuna, estaba casi segura de que ya lo había visto antes, sus ojos, su aroma, todo le parecía conocido. Ya estaba empezando a martirizarse tratando de hacer memoria, meneó la cabeza y reaccionó al ver que ya estaba frente a casa. Abrió la puerta y fue directo a la cocina a dejar las verduras y frutas en su respectivo lugar.

- Tardaste más de lo habit- Dios mío, ¿pero qué te pasó, hija? - preguntó preocupada al ver su vestido y su rostro sucios de tierra.

- Debo ir al santuario - mencionó ignorando lo que su madre había dicho y caminando hacia la salida nuevamente.

Pero Delilah la tomó de la muñeca haciendo que la joven la mirara.

- Dime, ¿qué sucedió, Manawa? ¿Qué hiciste?

- Prometo decirte todo cuando regrese, por que ni siquiera yo estoy segura de lo que sucedió.

- ¿Tiene que ver con tus poderes?

- Sí, y solo los guardianes sabrán lo que está sucediendo - se soltó suavemente del agarre de su madre y tomó su mano, dándole un pequeño beso a esta - Prometo decírtelo todo en cuanto ellos me expliquen.

Su madre dudó un poco, pero luego asintió y acarició su mejilla.

- Confío en ti, mi niña.

Manawa sonrió y se despidió de ella para ir directo al Santuario.

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- ¿Qué cosa? - preguntó uno de los tres guardianes del santuario.

- Pues no lo sé, de repente todo cambió y estaba en otro lugar... Y no sé si en otra época.

- Manawa, pensé que habíamos acordado que no adelantarías ni atrasarías el tiempo a tu antojo, solo cuando sea verdaderamente necesario.

ɪɴғɪɴɪᴛʏ sᴛᴏɴᴇs: ᴛʜᴇ sᴛᴏʀʏ ɴᴇʀᴠᴇʀ ᴛᴏʟᴅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora