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Pasé horas, según Wyatt, mirando aquella pared que en un principio fue blanca y ahora estaba consumida por el paso del tiempo, aunque a mí me parecieron días. No estaba preparada para leer eso, para saber la verdad. Sí, claro que quería desvelar el misterio, pero no era consciente de la intensidad que podía entrañar.

Más que un acontecimiento de mi vida, parecía una novela negra, como aquella ratonera de Agatha Christie. Pero también se acercaba a los relatos de misterio, cruzando la línea del terror, de Edgar Allan Poe.

Ellos marcaron mi vida con sus palabras y sus páginas llenas de horas de mi adolescencia e infancia, y ahora ellos me estaban observando, escribiendo una nueva historia. Relatando estos mismos pensamientos, intentando encontrar palabras que plasmen mi sensación de terrible angustia.

El cerebro es un músculo que pude mover el mundo, decía Stephen King. Y doy fe de que puede moverlo. Las personas pueden ser tan retorcidas que casi ni parecerían humanas de no ser por su aspecto. Pero las apariencias engañan. ¿Acaso alguien si alma merecería la categoría de persona? No, claro que no. Nuestro cuerpo sólo es un envoltorio, y muchas veces lo que pude llegar a haber debajo nos dan ganas de poner de nuevo el envoltorio y jamás tocarlo otra vez.

- Salimos corriendo -escuché decir a Jack, distante, aunque estaba justo a mi lado-, corrimos lo más rápido posible hasta el baño. _____ leyó algo pero no me dejó verlo. No sé que ha podido ser pero no reacciona.

Pero en este caso, no me arrepentí de haberlo desenvuelto. A pesar de que esa era una de las imágenes que se le quedarían en la mente a cualquiera, para siempre, lo volvería a hacer si fuera necesario.

Sólo mis ojos fueron testigos del secreto, si se le puede llamar así.

Unos ruidos lejanos más, y silencio absoluto. Hasta que el cálido tacto de la piel de Jack entró en contacto con mi mejilla.

Le miré, saliendo del eterno trance. Notaba mi piel demasiado pálida, todo a mi alrededor se movía, y la sensación del día en que todo sucedió volvió a mí. Parecía que volvería a experimentar aquel desmayo, pero esta vez la sensación era más intensa. Tanto que creí que estaba muerta.

- ¿Qué ha pasado? -dijo él, y esta vez su voz no estaba lejos.

Estaba cerca, es más, podía percibir su aliento golpear con mis labios.

Sólo negué, intentando decir algo que ni yo en aquel momento supe descifrar.

- No creas todo lo que te dicen... -susurré, y mi visión se comenzó a nublar.

A los pocos segundos, los ojos de Jack desaparecieron completamente de mi vista, y solamente sentí una lágrima recorrer mi mejilla derecha, chocando con el pulgar de mi amigo, casi al final de mi mandíbula.

Dejé caer mi cabeza, y por primera vez en mucho tiempo pude desahogarme, soltar todos mis sentimientos, y esta vez tenía a alguien a mi lado.

- Te quiero, Jack -dije en voz alta.

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𝓒𝓸𝓷𝓭𝓮𝓷𝓪 ; 𝓙𝓪𝓬𝓴 𝓖𝓻𝓪𝔃𝓮𝓻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora