Hace mas de 15 años.
El tosco humo brotaba del capó del auto haciendo que la pequeña niña de 4 años del asiento trasero saliera poco a poco de su trance. La chiquilla posó sus manos en sus pequeños ojos verdes grisáceos, frotándolos un poco, para poder aclarar su vista. Ella coloco su mirada en el hombre con la cabeza en el negro volante, ahora pincelado con gotas de sangre de su progenitor; ya sin vida alguna.
Ella buscó a su progenitora en un intento de poder tranquilizar aquel corazón que chocaba contra su caja torácica a toda velocidad; pero ella ya no se encontraba en el asiento del copiloto cantando la canción de la radio, como en algún momento atrás hubiera pasado. Se encontraba en el duro pasto del exterior con un pedazo de vidrio incrustado en el pecho, del lado de su bomba sanguínea.
Le comenzaron a picar los ojos, sacando lágrimas de ellos. A lo lejos, ella escucho como las sirenas se hacían más y más cercanas hasta llegar a palpitarle los oídos por aquel ensordecedor sonido.
De pronto, las manos de un hombre se posaron las correas de su cinturón de seguridad y lo desabrocho con rapidez, cargando a la infante y sacándola de aquel pedazo, ahora, de chatarra.
— ¿Quién es usted? —la infante, ya ahora calmada gracias a la presencia de su salvador, se quedo mirando fijamente el perfil de aquel oficial, quien le regalo una sonrisa en respuesta.
— Soy el detective Kim Jungwoo, linda. —giro a verla y la infante solo le ladeo la cabeza.
— ¿Usted le quita la vida a las personas malas? —con toda la inocencia del mundo, la infante frunció sus labios esperado la respuesta del detective.
Esa pregunta descoloco al detective por un momento; sin poder creer aquella situación, el detective la acomodó, todavía en el aire, para mirarla frente a frente con una mueca de sorpresa en el rostro.
— ¿Por qué dices esas cosas, princesa? —el detective se dió cuenta que la infante estaba mirando a un lugar atrás de el; se giro y pudo visualizar a un joven en la penumbra de la carretera observando la escena. Dió dos chasquidos a sus dedos apuntando al hombre, y varios policías fueron de inmediato al lugar.
— Porque mi papá a veces hacía cosas malas. —respondió la menor aún mirando a aquel lugar.
— ¿Qué hacía tu papi? —el detective camino hasta llegar a su patrulla y monto a la infante en el techo para tenerla todavía a la cara. Mirándose fijamente, la pequeña saco del bolsillo de su pantalón sucio una bolsita de plástico con una especie de polvo blanco y se lo dio al detective.
— Mi papa decía que esto era polvillo de hadas. —movió sus pies en un compás imaginario—. Pero en las películas de Tinker Bell el polvillo se echaba en el cuerpo, no en la nariz.
El detective, notablemente sorprendido y asustado (sin saber la razón de su miedo), tomó la bolsita y se la dió a otra chica que vestía de azul y un tapabocas del mismo color. Para pasar el asombro siguió hablando con la pequeña de cosas más... de niños. Como que cuál era su color favorito, su animal favorito, qué edad tenía, dónde estudiaba, a qué le gustaba jugar, entre otras cosas.
— ¡Jungwoo! —otro policía se acerco trotando al detective y este se giro a verlo.
— Doyoung. —se acercó al menor, sin dejar tan lejos a la infante y le habló en susurro— ¿Qué pasa, corazón?
— Descubrimos que nuestra victima, Augusto Steels, era un vendedor de drogas.
— Oh, claro. Con razón. —afirmo el detective.
— ¿Qué dices? ¿Cómo que "con razón"?
— Esa chiquilla es la hija, la única que sobrevivió a este choque; gracias a Dios —con su pulgar llevo la mirada del policía a la infante en el techo de la patrulla y asintió—. Y ella dijo de que su padre vendía "polvillo de hadas".
— Aún no te entiendo, Woonie. ¿Qué polvillo de had...? Ah, ya. Esta bien. —asintió y se seco el sudor de su blanquecina frente y volvió al tema—. Bueno, él también estaba en un cartel llamado Sand Arms, que estaba popularizado en las calles por vender coca y heroína, y también unas pastillas caseras que, prácticamente, era una mezcla de ambas drogas con otras sustancias. Tal parece ser, que el era el jefe de ventas y tenía un socio, pero éste se retiró y, actualmente, no se sabe dónde está. Pero, según el examen toxicológico que le acabamos de realizar, él no tenía ninguna sustancia en su organismo. Y, si lo hubiera tenido, hubiera muerto antes del choque ya preparado.
—¿ Un choque ya...? ¿Estas diciendo que el choque ya estaba planificado, Donnie?
— La correa de los frenos estaba cortada y en los neumáticos hay marcas de desgaste. Y metros antes del lugar de choque había marca de neumáticos.
— ¿Quieres decir que alguien los seguía? —el detective preguntó con sorpresa.
— No solo eso, cariño. —respondió el otro policía con una sonrisa de lado sacando un portafolio amarillo delgado y dándoselo al mayor—. En el suelo, pocos kilómetros más lejos de las marcas de neumáticos, encontramos algo de residuo de pólvora.
— Esto no puede ser posible, Doyoung... —el detective tomó el portafolio con ambas manos y lo abrió en el centro, leyéndolo por encima.
La niña, aún sentada en el techo de la patrulla, veía a los dos oficiales e hizo un ligero un puchero. Ella miró a ambos lados y había muchas personas haciendo cosas entre sí que no se percataban de ella, luego miró hacia abajo, y vió que en una parte del techo bajaba y se convertía en vidrio y luego otra vez en metal. Ella se rodó suavemente hacía ese lado y cuando llegó, bajó una pierna primero y luego la otra, se deslizó suavemente, cayendo de pie en el capó del auto. Se agachó y gateó hasta la punta de este y se dió la vuelta. Estiró una pierna y luego la otra, sostenida de puntillas en la parrilla de la patrulla, y así logró bajar completamente del auto.
Cuando estuvo completamente en el pavimento caminó hasta Jungwoo y jaló de su pantalón suavemente mirando al otro agente.
— Jungwoo, abajo. —el agente Kim señaló con la mirada a la infante, y el mencionado bajó la cabeza arrugando el entrecejo hasta que miró a la niña. En su rostro se pintó una sonrisa y cargó a la chiquilla hasta posarla en su pecho. Uno de sus brazos lo pasó por debajo de las piernas de ella y ella pasó sus brazos por el cuello del detective.
Cuando el agente vió a los 2 que tenía en frente su corazón se enterneció, sonrió por igual al detective y se cruzó de brazos.
— ¿Cómo te llamas, hermosa? —Kim acarició el brazo de la niña y ella le sonrió tomándolo de la cara.
— Mi nombre es Victoria. Victoria Steels. —se mordió el labio y terminó de acariciar su cara con la misma sonrisa.
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Mi vecino del 7. || JJK.
FanfictionElla presenció algo muy inapropiado a una edad de lo menos adecuada. Quedándose al cuidado de los que sus progenitores dijeron que la cuidarán si algo les pasaba. Cuándo creció, se fue a vivir con el chico quién la acompañó toda su vida después de a...