026. Finn Shelby

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Créditos a su autora connerkennt en Tumblr

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Créditos a su autora connerkennt en Tumblr.

Título: Confianza.
Advertencias: Triste, melancólico, es solo narración.

La sangre debajo de tus uñas carcomió tu piel. Cuanto más duro frotarás, más de ti misma encontrarías flotando en el cubo de lavado.

Tu ropa sangra, colgando de los bordes.

Tu reflejo turbio, fangoso, hinchado.

Un cadáver mirándote de vuelta.

Polvo de pistola cosido en tu ropa, tú cabello y ojos, los gritos de otros, de ti misma, rechinas los dientes.

Eras una ruina, el resultado de la repetición de la historia, una consecuencia de las expectativas sociales que se arremolinaban a tu alrededor, burbujeando en tus manos jabonosas.

Fuiste una repercusión.

Un error.

¿Cuándo había sido la última vez que escuchaste el nombre de tu madre?

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste la tuya?

Una casa construida sobre el silencio.

Madera podrida, ladrillos astillados, moho y hongos. Ollas sucias donde jugaban de bebés, donde jugaban con sus manos regordetas, sin darse cuenta del mundo en el que iban a crecer.

Sin saber que terminarían matando para mantener a la familia, su padre... Cansado de la miseria, la necesidad de niños que tú madre nunca quiso. Esa no es la vida que ella imaginó viviendo. Y no la culpabas.

No eres diferente de los demás a tu alrededor.

Atrapada entre los sueños que tenías cuando eras niños y la realidad de la edad adulta. Te estabas haciendo cargo de tu futuro como nunca antes lo habías hecho.

Entrar en problemas, más bien.

Suicidio social.

Prometiste que enviarías a casa lo que pudieras, pero no querían tener nada que ver contigo.

Una maleta y un trabajo, una vida amorosa también.

Tu joven corazón había cegado a tu madre, la había silenciado, se aseguró de que esas palabras se hundieran bajo tu piel antes de que salieras por la puerta.

Un cheque de pago devolvió, su nuevo nombre escrito en tinta húmeda. A ella nunca le gustó que hicieses eso, haciendo el viaje de regreso a casa donde nadie respondió a la puerta, te escondiste detrás de cortinas comidas por polillas, los gritos de tus hermanos atravesando el cristal roto.

Deslizaste el papel debajo de la puerta sin decir una palabra. Era suficiente como para ayudarlos a sobrevivir, por la educación que esperabas que algún día recibieran tus hermanos y hermanas, la comida y la ropa que sabías que no tendrían. Tenías más de lo que podrías haber imaginado. No estabas siguiendo los pasos de tu madre.

Se despertaba contigo todas las mañanas, tú trazando las cicatrices en sus brazos y manos, observando cómo su pecho subía y bajaba. Una seguridad. Hablaste de su suavidad con la más ligera de las palabras. Dulce, lindo, del tipo que se sonroja sobre sus mejillas pecosas.

No era un rasgo que valoraran, a menudo le degradaba.

La hostilidad no era una cura para la ternura que poseía. Querías que él se aferrara a ti, aferrándose al calor que lo distingue sobre de ellos, de ti.

Apretó el gatillo porque tenía hacerlo que, al igual que sus hermanos. Lo hizo para demostrar su valía, sangrando en un escenario, esperando un aplauso.

Nunca dijiste una palabra.

Habría sido crucificado si lo supieran.

Exigió un beso antes y después, uno para cada mejilla. Raramente te enfrentaste a algún peligro real, eras demasiado joven, demasiado nueva e inexperta para ser arrojada entre balas. Tommy, Arthur, todos ellos lo manejaron bien. La mayoría de las veces, te brindaron armas para el espectáculo, peor estando a salvo, con el objetivo de respaldar.

Si te necesitaran, lo sabrías.

Él siempre tuvo fe en ti, en tu bondad.

Finn caminó solo por las calles, revisó debajo de su abrigo, protegiéndose de la lluvia. Palmeó las ventanas, a través de los pedazos rotos y los pisos de tierra.

Por la mañana se sorprendió mirando a tu lado de la cama, frotando la piel de sus brazos, deseando que fuera tu toque, tu cabeza sobre su pecho. Sus mejillas quedaron sin besarse, una sensación inacabada en sus huesos.

Tu arma dormía en la mesita de noche.

No podía aún vaciar el cubo que estaba en la esquina, el agua teñida de rojo se movía con cada paso que daba, las toallas rosadas colgaban del borde.

No podía tocarte, mirarte.

Era su culpa que te hubieras ido, al menos, eso es lo que le decían sus pensamientos.

Aquello lo mantuvo despierto por la noche, mirando la abolladura en el colchón, esperando que tus pasos crujieran hacia el, volviendo a la cama, con la piel fría sobre la suya.

Fue su culpa.

Sabías disparar, pararte, apuntar tu arma desde la ventana y disparar.

Un estallido.

Y después...

Silencio.

No gritaste. No lloraste.

El rojo se filtró en la ropa negra que tenías, oculto, tranquilo.

Finn no lo sabía.

Había tantas balas.

Luchaste hasta el final, hasta que se acabó la adrenalina, y todo lo que pudiste hacer fue colapsar.

Si hubiera disparado aquel día, si no hubiera dudado, ¿te habrían lastimado? ¿Te habrían matado?

Te encantaba lo suave que era, lo gentiles que podían ser sus acciones.

Tranquilo, pero siempre observando con esos suaves ojos azules. Aprendiendo tu lenguaje, tus acciones, juntando sus dedos con los tuyos.

Todo era duro, áspero, impenitente.

Recordó todos los días los sacrificios que hizo para liderar su futuro mejor, ser tan decidido en sus decisiones y compasivo con aquellos que no lo merecían.

Aquello había cavado la tumba del amor de su vida.

Tú.

Y aquello, Finn nunca lo olvidaría.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ━ PEAKY BLINDERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora