Cuando tenía 11 años de vida, me encontré con uno de los edificios más hermosos que existen sobre la tierra: una biblioteca.
Mi madre me había enseñado a leer, pero nunca había leído más que periódicos y anuncios en las calles (algunos importantes y otros no tanto).
Me nutrí de los libros, me perdía en mundos lejanos, llenos de todo lo que no tenía.
Aprendí demasiado rápido, porque se convirtió en mi lugar favorito y lo visitaba en cualquier oportunidad (después de trabajar con las personas que me ofrecieran trabajo en el metro, al levantarme o antes de acostarme; acudía a sus puertas cuando estaba feliz y también cuando estaba triste). Me enamore de los libros y amaba que me contaran sus secretos. Un día me dí cuenta de que nunca le había contado mi historia a nadie, era como un libro polvoriento en el más alto de los estantes, era como un pájaro de grandes alas que no sabía volar, era como ver la lluvia desde la ventana y preguntarse qué se sentirá que caiga sobre tu rostro.
Yo necesitaba escribir una historia, una verdad o una mentira, explícita o implícita; una que contará algunos secretos, una que me diera libertad, una que nunca se olvidara.
Trate de reunir dinero para comprar papel y lápiz, pero las cosas no salieron como planeaba, nunca podré olvidar la cara de desgaste, cansancio y mal genio de la señora (dueña de la única tienda pequeña de mi vecindario), ella me miró desde la punta de mis sucios pies hasta mi cabello enredado -no tengo ropa para regalar y tampoco tengo comida gratis- traté de explicarle que no quería nada de lo que había mencionado, pero se dio media vuelta y me ignoró.
Alguien mas entró y le preguntó por un lápiz, ella se lo alcanzó mientras registraba en una libreta el precio de este, me puse de puntas para ver el precio : 4.000 pesos.
!Era una locura! yo solo tenía 1.000 pesos y eran mis ahorros de los pasados 6 meses, tendría la oportunidad de comprar un lápiz en un año y medio, lo peor de todo sería que ni siquiera tendría papel para escribir. Esa tarde me puse muy triste y la tierra también se puso triste, porque lloró conmigo.
Mientras caminaba sin rumbo, me pregunté por qué la vida era tan injusta y cruel, ¿por que la muerte se había llevado a mi madre?, ¿por que tenia que dormir sin cama?, ¿por que mis únicos amigos eran mis mascotas?; Me hubiera quedado en el mundo de las preguntas si no hubiera sido por la gota que calló en mis labios. La pobre gota había tenido que morir en mis labios, su vida no duraba más que unos segundos que se desperdiciaban mientras caía esperando a la muerte.
Mi vida no era para nada injusta cuando la comparaba a la vida de la gota, ella no tenía otra opción, ella no alcanzaría a crecer ni contaría las estrellas, ella moriría segundos después de nacer en lugares inesperados, tal vez sobre una vía, tal vez en una ventana, tal vez sobre una sombrilla y si tenía mucha suerte moriría en los labios de alguien; sentiría gratitud hacia la persona que no portara sombrilla y sonreiría mientras la muerte se la llevaba.
Decidí subir a un lugar muy alto para ver cómo las gotas nacían, encontré una torre de apartamentos y subí muchas escaleras hasta llegar al último piso, pero para mi desgracia el último piso no tenía ventanas, sólo tenía una pequeña rendija y fue entonces que descubrí que las personas querían seguir lamentándose por sus "pesares" antes de pensar en la vida de las gotas; para no tener que llorar por ellas, para seguir muriendo, para rogarle a la muerte que se los llevara antes de lo planeado.
Conseguí una piedra puntiaguda, esta me sirvió tan bien como un lápiz y los desolados callejones suplieron la función de papel. La primera vez todo parecía estar yendo bastante bien, hasta que la lluvia se llevo mi trabajo. me di cuenta que debía buscar una solución antes de seguir escribiendo, para cuando encontré la solución (alguien había dejado un par de tejas largas junto al resto de basura que el camión recogería en unos minutos) me dí cuenta de que ya no quería seguir escribiendo la misma historia, no porque me pareciera tonta o aburrida, sino porque no sabía cómo continuarla.
Empecé de cero y cuando todo se ponía emocionante para el lector yo me quedaba sin palabras, entonces quité las tejas y esperé a la lluvia para que se llevara otro de mis trabajos, otro principio sin nudo o final. Otra ilusión.
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Más difícil que cualquier otro niño pequeño
AcakLa mente se divierte alterando la realidad