Parte 2: El gato

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Cuando Ofir despertó se dió cuenta que lo antes sucedido no había sido solo un mal sueño, realmente estaba atrapado dentro de una gran jaula de oro suspendida en la nada de la oficina del ser supremo.

En ese momento dios estaba ocupado, comisionando a azirafel -un arcangel de mayor rango- a una misión en londres. Sabía que azirafel podía verlo, ahi, encerrado, pero no hizo nada y es que tampoco es como si pudiera hacer mucho, si estaba ahí era porque probablemente había hecho algo realmente malo. Ofir trato desesperadamente de salir de su prisión privada, sin éxito alguno. Lo único que consiguió fue dañarse una ala y fue ahí donde paro. Dios -quien había observado todo eso-, se acercó a la jaula con comida para Ofir.

- Aquí tienes Ofir, mi querido ángel conseguí que te hicieran tu comida favorita, anda come, se un buen ángel.

Ofir simplemente no contestó.

-Ofir, si estás aquí encerrado es porque eres un desobediente, mientras más caso me hagas, más rápido saldrás de la jaula, sabes que todo esto es solo tú culpa.
- No tengo hambre Dios, no quiero comer, eso es todo
- Come, te lo ordeno no has comido desde ayer.
Ofir simplemente no podía desobedecer una orden directa de su querido Dios, así que se acercó a su comedero y empezó a comer lentamente y sin ganas.

- Bien, ahora que sé que no morirás de hambre me voy- y sin más el amor de Ofir se fue, dejando a Ofir solo, con una soledad tremenda.

Los siguientes días siguieron la misma dinámica, dios iba todas las mañanas a dejarle de comer quien en sus palabras era "su pequeña mascota", y luego dejaba a Ofir solo el resto del día. Era obvio que nuestro pequeño ángel no la estaba pasando bien, dejo de dormir bien y empezó a tener un aspecto demacrado, sin perder su belleza angelical, porque sí, Ofir era un ángel en toda norma, tan hermoso que los demás angeles le miraban mal, tan hermoso como ningún otro ángel. Empezaron a notarse unas muy marcadas ojeras alrededor de sus heterocromáticos ojos, aún que comía lo que Dios le daba, debido a su severa depresión empezó a bajar de peso. Ya no reía, ni se sentía feliz. Ni siquiera cuando Dios iba a darle de comer en las mañanas, porque sabía que se iba a ir, y el iba a permanecer en ese sitio mucho, mucho tiempo. Porque él se culpaba de estar encerrado, tal vez no debió insistir tanto ese día, pudo simplemente irse y nada de esto hubiera sucedido, tal vez era pecado sentir ese tipo de amor hacia Dios y por eso su enorme castigo. Constantemente lloraba, sentía que no valía nada, que Dios no lo amaba, que lo había abandonado.

Con el pasar de los días, Dios se dió cuenta que Ofir tenía lastimada un ala, cuando el ser supremo le pregunto que si sentía alguna molestia, el ángel asintió levemente y sin más lo saco de su encierro dandole con su toque alivio y mejora.
- ¿te sientes mejor?
- si, muchas gracias Dios- Ofir sonrrió un poco sonrrojado por el acto de aquel ser divino, sintiéndose aliviado de que Dios si lo tomé en cuenta y que lo había curado.
- bueno, al menos eres agradecido, tal vez te saque de aquí pronto- devolviéndole la sonrrisa de pura formalidad.

Nuestro pequeño ángel creyó en las palabras del todo poderoso, en que si se portaba bien podría ser libre, seguir con sus  misiones y que todo fuera como antes. Pero Dios no tenía ninguna intención que aquello sucediera, tenia que admitir, que Ofir era precioso y tenerlo a un lado como un juguete de exhibición le era agradable, así mantendría la pureza de aquel pequeño y adorable ángel, no había de otra. Oh pero que acertado estaba.

En esa misma situación Ofir permaneció 100 años humanos encerrado en esa jaula de oro. Privado de libertad, enjaulado como un vil animal, hasta que un día por casualidad, justamente en la mañana que era cuando Dios le alimentaba noto algo extraño. No había cerrado la puerta de la jaula. Podría irse. Irse y no volver. No volver a estar encerrado, a estar prisionero, pero a cambio, no podría ver a su querido Dios. Quería, pero a la vez no, el amaba a Dios, y si se quedaba a su lado iba a volver a ser libre cuando Dios pensará que eso era lo correcto, ¿Verdad?
Pero también había pasado un centenario en cautiverio, ya ni siquiera sabía cómo era el mundo humano, le daba curiosidad saber que había sido del mundo.  La curiosidad mató al gato, se dijo a sí mismo, tratando de convencerse que quedarse era lo mejor, que a lo mejor era una prueba de Dios y que esto lo había hecho a propósito, que si aguardaba un poco más todo iba a ser como antes, que...
Y en un momento de arrebato, todo lo anterior se fue a la borda y sin más salió de la jaula, pero no contaba que su ala, la que se había lastimado tiempo atrás había quedado dañada y no podía volar, no podría volar, se iría al vacío, o mucho peor caería en el infierno, ¿y ahora que hacía?, estaba cayendo.
- Dios por favor ayudame- pero no obtuvo respuesta, en cambio seguía cayendo, descendiendo desde lo más alto del cielo. Sabía que no podía morir, pero aún así sabía que no iba a salir ileso de esa caída. Se preguntaba, ¿Donde esta su amado Dios en ese momento?, ¿Se habra dado cuenta que se escapó?, ¿Que estaba cayendo a quien sabe dónde?

De repente todo se oscureció. Había caído. Se quedó estático un momento, asimilando el golpe de la caída notando como se formaban uno que otro moretón a lo largo de todo su cuerpo, se reincorporo después de un rato ya que aún seguía aturdido y tenía la mirada algo borrosa.
-¿donde estoy? rayos creo que Dios realmente se enfadara conmigo, ahora sí no voy a salir nunca de esa jaula... ugh creo que hay dos personas por ahí-.
Y efectivamente había alguien ahí.
Noto que habían dos demonios conversando amenamente de algún tipo de travesura supone y se dió cuenta de donde estaba, hasta donde había caído, el infierno.

Y no solo eso había un demonio en específico que era el más alto de ambos, no pudo evitar sonrrojarse al darse cuenta que lo observaba detenidamente, era un rebelde, rudo e imponente demonio, no llevaba camisa, solo unos jeans desgastados y una especie de chaqueta, su cabello largo sin exagerar igual era rebelde y oscuro como la noche y logró dislumbrar un par de orbes dorados, por todos los cielos si era guapo, demaciado diría él, su espalda era ancha y estaba llena de cicatrices, probablemente producto de todas sus travesuras.

El demonio en cuestión, se sintió observado y miró a todas partes encontrando así a nuestro querido ángel. A él le pareció curioso que un ángel estuviera en el infierno y se despidió del otro demonio para ir a su encuentro con ese ser de luz.

Y Ofir se dió cuenta que habia sido encontrado.

Y si la curiosidad mató al gato, al menos murió sabiendo.

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Esta es la parte 2, por si no se habian dado cuenta, quite el hecho de que le arrancaban el ala a Ofir, poniéndolo más leve. Aunque tal vez si se la arranquen después
Besitos en la cola

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