Capítulo 2.

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-Estás de coña, ¿no?-Raquel no pudo ocultar la cara de desprecio al ver al tal Sergio plantado ahí delante, no mucho más cómodo que ella. 

Lo vio acercarse a Alicia para saludarla con dos besos tras darle un abrazo algo frío a su hermano. Su cabeza, aunque gravemente empañada por todas las sustancias que fluían en su sangre, empezó a pensar en que el gilipollas de la carpeta y Andrés no tenían mucho en común. De hecho, el recién llegado parecía tan perdido como ella en el ambiente lujoso y extravagante del bar. Lo sintió sentarse a su lado mientras ella mantenía la cabeza baja, fija en las pequeñas vetas que dibujaban lo aleatorio sobre la madera de la mesa. Cuando se permitió mirar de reojo, lo vio revolverse en la silla, incómodo, vestido con una camisa blanca impoluta. 

Mantenía las manos extendidas sobre la mesa, en un gesto calmado. Por primera vez se fijó en lo masculinas que eran. En lo delicados que parecían sus dedos, con las uñas cuidadas. Un poco de vello salpicaba la parte anterior a sus nudillos, que se veían bastante definidos bajo su piel. Había algo que siempre le había parecido atractivo en los hombres, y que justamente el que estaba sentado a su lado también poseía: las venas que se dibujaban como las líneas de un río en un mapa, solo que las suyas eran más gruesas. 

Sintió un pequeño pinchazo en el vientre mientras se cuestionaba cómo sería sentir una caricia por parte de esos dedos. Pero automáticamente desechó el pensamiento, achacándolo a los efectos que el alcohol tenía sobre su líbido.  De cualquier forma, se negaba a encontrar cualquier cosa buena en alguien tan imbécil. 

-Me temo que no solo tú estás asqueada con esto.

Raquel rodó los ojos. De veras que no aguantaba en absoluto el tono de voz que utilizaba cada vez que se dirigía a ella. Era una mezcla de prepotencia, soberbia y superficialidad capaz de sacar su parte más insolente. Se pasó la mano por el pelo, siendo consciente de lo genial que pintaba el resto de la noche. 

-Vamos, chicos.-Andrés salió al rescate, levantando su copa en dirección de los dos.- Somos adultos los cuatro, no arruinemos la agradable velada.-se mordió el labio inferior, sabiendo que ni su hermano, ni la preciosidad de la amiga de Alicia, eran conscientes de lo que ésta le estaba haciendo por debajo de la mesa. Con disimulo.

Los aludidos apartaron la mirada, visiblemente disconformes con la idea que tenía Andrés. Raquel se mordía la cara interna de la mejilla, frustrada. En algún punto de aquel silencio sepulcral que se había instaurado en la mesa, Alicia decidió preguntarle a su nuevo amigo cosas acerca de su vida. Mientras, ella se empeñaba en mirar hacia otro lado y hacer como que no prestaba atención, dando vueltas a la pajita de su nuevo gin tónic, una y otra vez. 

-¿Qué tal estás llevando el divorcio?

Eso fue lo único que llamó su atención de toda la conversación. Así que estaba divorciado. Pensándolo bien, no le extrañaba nada. ¿Quién iba a ser capaz de aguantar a tremendo arrogante al lado? De hecho, a Raquel le extrañó que alguna vez se hubiera casado. Le daba más el pego del típico ermitaño asocial anti-relaciones que no sabía ni dónde estaba el clítoris. Y ahí estaba ella de nuevo, pensando en ese hombre y en sexo. Era la última vez que bebía en su vida, lo juraba por su madre. 

-Bueno, poco a poco… El cambio de ciudad y de vida ayuda mucho.-Raquel no pudo evitar mirarle, interesada muy a su pesar, al mismo tiempo que éste respondía brevemente a Alicia, visiblemente incómodo con el tema de conversación.

-Es verdad, ¿dónde vivías antes?-la pelirroja preguntó, haciendo muchos más esfuerzos de los habituales por intentar relajar el ambiente. 

Raquel se sintió algo culpable por la nefasta noche que estaban teniendo, pero realmente no podía evitarlo. Estaba más allá de su control. En verdad, todo estaba más allá de su control en esos momentos. Se podría decir que Raquel no tenía el más mínimo control sobre nada de lo que pensaba o decía. 

𝙏𝙝𝙞𝙨 𝙏𝙞𝙢𝙚 | 𝘼𝙐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora