capítulo 1

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capítulo 1


La marabunta de gente llenaba la estación como cada inicio de setiembre. En el murmuro del bullicio se oían despedidas, lágrimas y promesas de cartas, que Catalina sabía que no había cumplido por mucho tiempo. Alzó sus orbes azules, para mirar de soslayo a su hermano Eugene, logrando percibir así su tensa mandíbula. Unas prominentes ojeras danzaban bajo sus ojos, así como las permanentes arrugas de su ceño fruncido. Ya no queda nada del muchacho feliz que, hizo unos meses, celebraba victorioso haber terminado sus estudios. Entonces ante ella solo tenía un hombre profundamente agotado y en angustia constante. Y eso solo hizo que su corazón se encogiese.

—Gracias por traerme.

La melosa voz de su hermana pequeña, así despertar de sus cavilaciones, y solo así acercó su cuerpo al de ella, dándole un cariñoso abrazo. Querían decir tantas cosas y tantas veces como otras tantas, que sintieron inevitablemente un nudo en la boca del estómago, deseando vomitar las palabras. En su lugar, permanecieron en silencio observándose.

—Ten mucho cuidado —murmuró Catalina, separándose unos minutos después. Él asintió, con una diminuta sonrisa sobre sus labios. A su alrededor, miradas indiscretas caían sobre ambos. Se miraron largo y tendido, buscando reconfortarse mutuamente después de lo que había sido el peor de sus veranos.

Echó a andar hacia el recién pintado Expreso de Hogwarts. No volvió la mirada atrás, con un cosquilleo en el pecho. No quería ver su figura desaparecer, empequeñecer. El sentimiento de que no volvería a verlo se acrecentaría de hacerlo.

Los compartimentos no estaban llenos todavía, así que no había caminado demasiado para encontrar uno vacío. Se dejó caer en el sillón, y dejó reposar sobre su regazo el viejo libro de cuero, el cual lamentablemente ya había terminado el camino a la estación. Realmente lo llevó para sentir algo de peso sobre sus frías manos. Echó un vistazo por la ventana, viendo cómo ya la mayoría empezaba a correr hacia el tren. También podrían ver algunas madres exageradas zarandeando pañuelos blancos, bañados en lágrimas.

Le habría gustado que entre esas familias estaría la suya, tal y como lo había estado los años anteriores. Ver a su madre, con cara de angustia porque sus pequeños volvían a macharse otro año, ya su padre que, aunque no era muy expresivo, se despedía de ellos siempre con rígidos abrazos. Pero no pudo ser. Aquella vez no.

—Tan sociable como siempre.

Antígona Kavafis arrastró silenciosamente la puerta del compartimento, y le dirigió una sonrisa cansada a su amiga, que no tardó en devolvérsela con suavidad. Se sentó frente a ella, después de un cariñoso abrazo. Ella era lo que podía considerar como mejor amiga. Y la exnovia de su hermano.

—¿Cómo ha ido tu verano? —Inquirió la Bellarmine, llevándose un oscuro mechón tras la oreja, dejando a la vista multitud de aros plateados en esta. La pequeña rubia frente a ella bufó, frunciendo sus carnosos labios.

¿Me gustaría las preguntas a mí, Catalina? —Alzó las cejas—. No ha respondido a ninguna de mis cartas. Ni a mí, ni a nadie.

La mencionada sabía que nuestra situación. Haber desaparecido durante dos meses tuvieron repercusiones, y no iba a lograr ordenar los interrogatorios de sus compañeros, a quienes habían ignorado durante todo ese tiempo. Siquiera había invitado a nadie a sus habituales vacaciones de veraneo.

—Estuve en Milán, en casa de mis tíos —se encogió de hombros—. Pensé que mi madre te lo dijo dicho.

La castaña alzó las cejas, escudriñando a su amiga. Su rostro de mármol le impedía saber qué tenía o en qué pensaba, era un lienzo blanco para ella. Suspiró, sabiendo que no tenía nada que rebatir—. Bien, fui a pasar unos días a casa de Blaise.

Perfidia | Draco MalfoyWhere stories live. Discover now