Y querer volver a ti.
No por tus vistas y tus atardeceres.
No por cada curva que te compone.
Ni por la facilidad de sentir todo tan pequeño en algo tan grande como tu.
Si no por mi,
por la felicidad que me has dado,
por esa manera de llenar este gran vacío que siento en mi interior,
esa calma que aportaste al barullo de mi cabeza,
y esas ganas de vivir.
Aunque bueno.
También influye un poco lo primero.