Se hicieron las diez de la noche y el bosque parecía emitir una especie de magia por todas partes. Las luciérnagas, iluminaban nuestro camino a cada paso, dejando atrás un rastro de luz, que desaparecía lentamente absorbiendo cada parte oscura del bosque. Las estrellas nos acompañaban, haciendo compañía al miedo que podía ocasionar aquel silencio insistente.
-Tus padres te van a gritar de lo lindo- le dije a Sara, sin quitar ojo al cielo despejado.
-A mi padre lo vuelven a trasladar. No se cuanto tiempo seguiremos viviendo aquí- dijo con voz triste. Las palabras parecían enredarse al decirlo.
-¿Como?- me sorprendí tanto que hice parar a Aldo en seco. Me bajé sin pensarlo dos veces y me puse al lado de ella. -Eso no puede ser cierto. A lo mejor si habla con su jefe...-
-Mi padre nunca haría eso. Él es de los que no opinan, solo se digna a recibir ordenes y cumplir con ellas. Creo que mi madre quiere el divorcio- entonces empezó a llorar. Nunca la vi así y me destrozaba el alma. En ese momento, Aldo, se sentó en el suelo con la intención de que Sara bajara de su espalda. Le di un abrazo con todo mi cariño y ella me lo devolvió cogiéndome fuerte de la cintura. Sus lágrimas ya no estaban llenas de dolor, ahora solo contenían la tristeza de un adiós cercano.
Estábamos los dos tumbados encima de Aldo mientras hablábamos de historias pasadas.
-Recuerdas cuando vine por primera vez?- preguntó ella. -Como tropezaste y caíste en el barro de cara ja,ja,ja. No me dio tiempo a saludarte-
-O el día que no querías volver a casa y te quedaste durmiendo con Aldo. Toda la noche buscándote hasta que empezó a relinchar y nos acerquemos todos a ver que pasaba. Tu padre casi te quita la oreja a estirones ja,ja,ja-
-Si... aquello fue gracioso, pero no tanto, como el día que intentaste meter a Aldo en tu cuarto. Estabas empeñado en que tenia miedo de la lluvia y no le gustaba estar solo en la cuadra. Tu madre te dejó estar con él aquella noche. Los dos, con aquella manta como si fuera una tienda de campaña- y los dos reímos de muchas otras anécdotas durante un buen rato.
Pasó una hora mas y empecemos a escuchar nuestros nombres a lo lejos. Nos estaban buscando, y no era la primera vez que ocurría, así que decidimos montar de nuevo y salir del bosque. Cuando salimos de él su padre estaba allí, con su mirada firme y amenazadora, centrándola en mi. Nunca le caí muy bien. Se acercó sin duda alguna y cogió en brazos a Sara.
-Chico, no sabes lo feliz que me hace que nunca mas vuelva a verte. Eres una mala influencia para ella- dijo muy convencido de ello.
-Señor Robinson, no tiene ningún derecho a hablarse así a Braulio. ¡Solo es un niño de catorce años!- dijo mamá acercándose a mi pero sin quitarle la mirada. -Su hija lo aprecia mucho-
-Mi hija ya no tendrá que volver a verle mas. Mañana por la mañana nos vamos. Ya enviaré a alguien recoger las cosas- y se dio media vuelta.
Los ojos llorosos de Sara se quedaron tatuados en mi memoria para siempre. El brillo de su mirada decía tantas cosas... el dolor que sentí, fue un desgarro directo en el corazón, dejando una cicatriz que nunca seria curada. Fue la última vez que la vimos. Mis lágrimas dijeron todo lo que no pude decir, todo lo que guardé en mis recuerdos... por siempre.
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Un recuerdo... por siempre ( relato 2 )
ContoTiempo después de escribir la historia corta "Por siempre, tu" disponible para todos en mi perfil, una amiga, me pidió que escribiera una primera parte. Describiendo una anécdota sobre nuestro amigo Aldo en los años que estuvo con su buen amigo Brau...