The moon and the sun.

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Recuerdo que cuando pequeño me enamoré de la luna, lo sé, era estúpido y loco, pero así era mi amor. Esperaba pacientemente en mi ventana a que el atardecer le diera la entrada a ese hermoso satélite, ella siempre llegaba, yo la admiraba un par de horas y me marchaba cuando el amanecer se pronunciaba, recuerdo que ella casi siempre era adornada por unas cuantas estrellas, que la hacían lucir más preciosa de lo que ya era, haciéndome querer admirarla aún más.

Pero entonces, supe que ella ya amaba a alguien, al sol, formaban un eclipse perfecto, diseñado única y exclusivamente para que reluciera su amor, así que ese fue el detonante de mis celos, me obsesioné tanto con ella que subí hasta el cielo y antes de que amaneciera, la robé, y la guardé en mi bolsillo para que fuese mía para siempre; aquel día, el sol no se proclamó, el día estuvo triste, lluvioso. Luego en la noche (En esa caótica noche), esperé el atardecer, para ahora ver como mi bella luna brillaba únicamente para mí, me asomé a la ventana y me percaté de la oscuridad del cielo, saqué a la luna de mi bolsillo, ella ya no brillaba, estaba totalmente apagada, fue hasta ese momento en que entendí...la oscuridad del cielo era notablemente opacada por la luz de la luna, ¿pero quién le daba luz a la luna? El sol, la luna necesitaba del sol para brillar y el sol necesitaba a la luna para alumbrar la noche, eran un complemento.

Decepcionado de mi comportamiento, devolví a la luna a su lugar e inmediatamente se formó un eclipse como reencuentro entre esta y el sol, la luna volvió a brillar divinamente en la noche y el sol volvió a iluminar alegremente el día. Desde entonces comprendí, que raptar la luz de alguien más puede provocar que esa luz se extinga para siempre y que esta jamás pueda volver a brillar, ni para los demás, ni para ti.


24/08/18

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