Capítulo 1.

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Eran las 12 de la noche cuando salieron los últimos clientes del local. Sonreí satisfecha mientras me pavoneaba hasta la mesa a recoger el dinero que había dejado la pareja recién salida. Cogí el dinero y lo llevé hasta el mostrador donde lo coloqué allí.

―Pensé que nunca se iban a ir ―dijo Tom, el dueño de la cafetería donde yo trabajaba.

Sí, con 19 años de edad me consideraba lo suficientemente madura como para tener mi propio empleo y mi propio apartamento. Y llevo casi dos años viviendo sola, manteniéndome por mi cuenta, y honestamente, no es algo de lo que me queje. Me gusta valerme por mi misma. Le sonreí al viejo canoso que se encontraba frente a mí, contando el dinero de la caja registradora.

―Te puedes ir querida ―dijo Tom sonriéndome.

―Nunca me voy a ir sin terminar de organizar todo ―dije y él agradeció con una sonrisa.

Estaba muy acostumbrada a acomodar todo al final del día para el trabajo del día siguiente, no me gustaba dejarle todo el trabajo a este pobre vejestorio. Reí ante mi pensamiento y me dirigí a sacudir las migas de pan que había sobre la primera mesa.

Eso mismo hice con las próximas siete mesas que habitaban el local. Acomodé las sillas mientras veía como Tom terminaba de barrer el área de la cocina.

Me quité el uniforme en uno de los baños y me puse mi ropa normal. Cogí mi bolso y mi chaqueta. Le dediqué una última mirada al reloj en la pared. Eran casi las una de la mañana y yo tenía que caminar cinco cuadras abajo para llegar a mí apartamento, estaba muy oscuro y un clima espantosamente frío.

―Aquí tienes tu paga niña ―Tom estiró una de sus manos dándome un fajo de billetes.

Sonreí mientras lo echaba en mi bolsillo con una amplia sonrisa en mi rostro y depositaba un beso en la mejilla de Tom. Realmente quería mucho a este viejo.

―Nos vemos mañana ―le dije caminando hacía la puerta.

― ¡Cógete el día libre! ―me gritó cuando estaba saliendo.

Tom me venía diciendo eso desde algunas semanas atrás, pero yo siempre me negaba a su oferta. Me gustaba trabajar aquí y realmente me gustaba ver caras nuevas en el local.

Cuando estaba afuera, el frío viento azotó mi rostro y tuve que acomodar mi chaqueta. Miré calle arriba y calle abajo para luego dirigirme a la calle hacia abajo, hacía la izquierda. Coloqué mis manos en los bolsillos de mi chaqueta mientras divisaba como mi aliento se convertía en humo debido a la temperatura.

Me quedaban dos cuadras más cuando oí unos chirridos de las ruedas de un auto. No volteé en ningún momento hacía atrás, y automáticamente casi por inercia, comencé a caminar más rápido. Por Dios Jessica si puede ser un auto cualquiera, dijo mi subconsciente. Pero, la verdad es que yo era bastante paranoica y nerviosa como para detenerme a escuchar a una estúpida voz, probablemente producto de una alucinación mía, de mi cabeza.

El ruido se fue y yo suspiré con tranquilidad disminuyendo la velocidad de mi paso. Esta vez, miré hacía atrás, pero una mano cubrió mi boca y un brazo mi cintura. Sentí un pañuelo húmedo alrededor de mi boca. Aún no estaba procesando la situación cuando me di cuenta que estaba llorando y pataleando en el aire. Unos ojos marrones atraparon mi atención antes de que cayera profundamente dormida dándome un fuerte golpe contra el asfalto.


~*~*~

Abrí mis ojos mientras miraba a través de la oscuridad. Estaba en un cuarto. Estaba a punto de estirar mis brazos cuando algo me lo impidió. Estaba amarrada, a una silla. Empecé a forzar mis manos, pero las sogas arañaban mi piel. Lloré, lloré del dolor y de miedo. ¿Por qué me pasa esto a mí? Yo nunca he sido una persona mala, al contrario, algunos me consideran una santurrona.

Trouble | LA CONTINUACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora