Capítulo 5: Becca

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El fin de semana transcurrió sin inconvenientes, puesto que Rick estaba de viaje de negocios en otra ciudad. Tamara y Jason eran mucha mejor medicina que los calmantes.

Habíamos alquilado todas las películas de “La era del hielo” y “Madagascar”. Además de poner los viejos CDs de Rick a todo volumen y después de encerar los pisos pudimos al fin tener una sesión de patinaje artístico sobre calcetines por todo el comedor.

Nunca había visto a mis hermanos tan felices.

-¡No recordaba lo divertido que era esto cuando lo hacíamos con mamá!- gritó Jason mientras giraba a una muy divertida Tamara a su alrededor por el piso, haciendo que su cabello lacio rubio fresa flote detrás de ella, mientras reía y pedía ir más rápido.

Solo en ese momento los recuerdos me abofetearon muy duro. La imagen de una hermosa pelirroja girando a una niña pequeña con cabello un poco más oscuro apareció. La mujer tenía una hermosa risa que era casi musical. Miró a su hija y un par de ojos color avellana iguales a los suyos la observó.  Esta le sonrió con una hilera de dientes tan blancos como perlas, y la pequeña se la devolvió, pero con un diente faltante lo que hizo reír a la mujer.  Un niño pequeño de unos dos años reía mientras intentaba ponerse de pie y volvía a resbalar sobre el piso. Ese mismo día había encontrado a su madre más tarde llorando dentro del baño con una prueba de embarazo que daba positivo.

El recuerdo se fue tan pronto como llegó. Mi visión se había aclarado y veía a Jason y Tamara riendo mientras intentaban imitar las piruetas de patinadores profesionales y caían en el intento.

El recuerdo de lo felices que eramos con nuestra madre hasta que nació Tamara, había matado la felicidad que tenía en ese momento. El entendimiento me aturdió. Nuestra madre se había marchado a los ocho meces del nacimiento de Tamara, dejándonos solos con nuestro padre.

Me saqué los calcetines y caminé hasta la puerta del pasillo que daba a la entrada de mi habitación. Miré a Jason y a Tamara guardando la escena en lo más hondo de mi memoria.

La ira se había mezclado con la tristeza, para dar lugar a un sentimiento que estaba más profundo en mi alma. El abandono.

Subí las escaleras intentando no hacer ruido para no arruinar el momento de felicidad de mis hermanos, que seguro acabaría muy pronto. Pero aún así yo no era quien para arruinar la ilusión.

Cerré la puerta con llave para que no entraran en mi momento de debilidad. Me desplomé en la cama, justo cuando las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro. Me tapé la cara con la almohada para ahogar los espasmos y los gritos desconsolados de frustración que brotaban de mi boca.

Dejé que el abandono y el dolor me tragaran entera. Lloré porque me sentía sola, lloré porque tenía un dolor que ni todos los calmantes del mundo podían acabar, lloré y lloré hasta que me detuve. El ruido del auto de Rick hizo que el dolor de todos los moretones volviera casi inmediatamente.

Lo peor es que terror puro corrió por mis venas. Como si el mismísimo Lucifer estuviera por entrar a mi casa.

***

Nunca en mi vida había usado tanto maquillaje. Pero cuando me vi en el espejo el lunes en la mañana, me di cuenta de que todos esos asquerosos moretones llamarían demasiado la atención de toda la escuela.

Fueron necesarias tres capas de base liquida para que no pareciera que tuve una sesión de besos contra la pared. Lo más difícil fue el labio partido, aunque mucho corrector y brillo labial después, hasta parecían apetecibles.

Me había puesto un par de jeans oscuros, mis botas de motociclista, una camiseta negra mangas largas y mi chaqueta de cuero negra.

Gracias a Dios que estábamos en agosto, ya que si no hubiera sido muy difícil tapar la gran cantidad de marcas azules-verdosas sin parecer una maldita suicida.

Bajé las escaleras para tomar a Jason y Tamara y largarnos de la casa. Si nos apurábamos podíamos desayunar en Jesie's , o recoger una malteada y bollos.

-Tam, Jase nos vamos- dije mientras me encaminaba a la puerta lo más rápido posible.

-¿No piensas desayunar?- preguntó Rick a mi espalda.

Me giré para enfrentarlo pero no podía creer lo que mis ojos veían. Había tocino, cereal, huevos y una montaña inmensa de panqueques sobre la mesa. Además de miel, leche y fresas para acompañar. Todo lo que no había comido en esa casa desde hacía siglos. 

Habíamos estado desayunando en la cafetería de la esquina por más de tres años ¿Qué demoni…

-Acaso vas a sentarte ¿o solo te vas a quedar mirando la mesa como una idiota?- me sacó Rick de mi transe.

No lo pensé dos veces y me senté. Jason y Tamara devoraban a mi lado panqueques bañados de miel, cereal y fresas frescas.

Podía sentir la mirada de Rick sobre mí, pero lo único que podía hacer era mirar los dos huevos en forma de ojos y la sonrisa de tocino que conformaban una cara diabólica, que presagiaba algo malo en mi futuro como si la comida estuviera envenenada o algo así.

-No le puse veneno o algo parecido- respondió este leyendo mis pensamientos. –Come- no era una petición sino una orden.

El desayuno había sido el mejor que había tenido en mucho tiempo. Los huevos estaban a punto, el tocino crocante, los panqueques esponjosos y suaves y las fresas realmente dulces. Lo extraño es que Rick no cocinaba para nosotros hacia un milenio. Y más aun de extraño era que no se había marchado al trabajo antes que nosotros nos despertáramos.

-Sabes alguna vez un sabio dijo que cuando algo bueno te pasa no le des tantas vueltas- me dijo Jase después de caminar diez minutos en completo silencio.

Ya habíamos dejado a Tamara en la escuela primaria y desbordaba de felicidad. Ya sabes lo que dicen “estomago lleno, corazón contento”, pero yo me había sentido mal desde que habíamos salido de casa como si estuviera a punto de vomitar.

-¿Nunca te conté la historia del lobo con la piel de oveja?- pregunté al pasar. –El lobo encuentra una piel de oveja y al ponérsela se hace pasar por una y cuando las ovejas se distraen se las come.

-¿Siempre eres así de desconfiada?- preguntó Jase suspirando.

-No desconfío- respondí. –Tomo precauciones para protegerme y a los que amo- suspiré.    

-Solo por una vez intenta pensar que las cosas van a mejorar- Jase me miro con suplica en sus cristalinos ojos azules. Me besó en la mejilla y se alejó hasta donde estaba un grupo de chicos más bajos que él, que seguro eran los mequetrefes de sus amigos.

Yo sabía que las cosas no iban a mejorar. Rick tendría que hacerlo mucho mejor para que bajara la guardia. No sé qué es lo que planeaba pero no lo iba a dejar lograr sus objetivos. La decisión estaba tomada.

Un viento frio movió mis bucles rojo sangre, e hizo que me ajustara la chaqueta al cuerpo para ahogar un escalofrío. El frio me ayudaba. Me hacía pensar con claridad. Solo diez mil dólares y podríamos ser libres. Yo podría ser libre. Un sueño que cada vez estaba más cerca.

Pero el problema es que me estaba protegiendo contra la persona equivocada. 

Jason en multimedia.

Corazón de Luchadora (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora