Comenzando por el final.

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Nota: Lo escrito en este capítulo no es el final definitivo de la historia, es tan solo una de las escenas finales mas aclaro que no es el Final-Final. Espero que sigas leyendo. Ojalá y te guste.
Comenzamos…
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Alice corría, corría lo mas rápido que sus piernas se lo permitían. Ella maldecía por tener esa estatura tan baja, por no haber heredado las largas piernas de su padre; pero claro estaba que maldecir no le servía de nada. Tras unos minutos eternos, llegó a una estancia de casilleros, eligió uno al azar y entró en él esperando que nadie la encontrara.

Ella no escuchaba voces, tan solo podía escuchar su respiración irregular; tampoco percibía nada, pero sabia que el pecho le debía de estar subiendo y bajando con un ritmo acelerado. Tenia que tranquilizarse y se concentró por un momento, trataba de olvidar la persecución en la cual había sido participe minutos antes y tenia que imaginar el lugar en el que se encontraba aquella estancia, solo así podría llamar a Daniel, su compañero.

Se concentró, respiró hondo, era un asqueroso olor como a hollín, también podía oler algo pútrido, mas no sabia que eran los restos en estado de descomposición de algún animal de fuera; ella también percibía el sonido del agua, ese fluido tan claro y característico del agua; «Debe ser una tubería hidráulica rota» pensó Alice, esto solo servia como un medio para tranquilizarse, no exagerar con los detalles le ayudaba. Pero esto no tardaría en esfumarse de su mente; recordó como hace unos minutos escuchaba el crujido de algunas hojas secas -evidencias del otoño pasado- romperse bajo sus pies, para ella, escuchar hojas era una buena señal, significaba que estaba cerca de alguna salida «Tal vez el chorro de agua no es una tubería rota, tal vez sea un río» sí, eso debe ser, o al menos eso esperaba ella.

De nuevo, un golpe la devolvió a la realidad, nunca, en ningún momento, había sentido la fría brisa de invierno, de esas que en cuanto te tocan hacen que los vellos de la piel se te erizaran.

Su respiración se había vuelto mas constante y tranquila, la esperanza volvió cuando se percató de que no había escuchado ningún ruido, ni el mas minúsculo, en todo el timo que había estado encerrada, como no portaba un reloj o cualquier instrumento que le ayudara a medir el tiempo, no sabía que había estado ahí ya mas de 30 minutos.

Decidida, abrió el casillero el cual para su suerte no había echo ni un rechinido, al poner el primer pie fuera de este escuchó el crujido de una hoja y maldijo para sí misma, sacó el siguiente pie pero esta vez no pisó otra hoja, seria el colmo si hubiera pisado la misma hoja dos veces.

Caminó a tientas con la mano derecha por delante para así no estrellarse con nada en el camino que ni ella conocía, unos cinco minutos después tocó una especia de lamina, fría por el invierno «Debe de ser una puerta, por favor que sea una puerta» y sí que lo era, sintió el picaporte y lo giro desesperadamente, eso solo empeoró la situación puesto tremendo chirrido hizo este. Si pudieran ver su gesto verían una mueca como de amargura al probar un limón. Traspasó rápidamente el umbral y lo primero que vio fueron una escaleras en dos sentidos (hacia arriba y hacia abajo). No sabia que hacer, estaba tan perdida que solo se dedico a sonreír nerviosamente; casi por arte de magia como en una película, una señal se mostró ante sus ojos, el pequeño cartel eléctrico de emergencia que demostraba las escaleras (en sentido hacia abajo) se iluminó, el resplandor verde se pasmó en su rostro por unos minutos, la ausencia de luz por tanto tiempo hizo que el pequeño halo se le quedara grabado en las retinas. Hizo caso a la "señal" -la cual ya se había apagado- y bajó hasta donde no había mas escaleras, «Por favor, dime que no hay un sótano en este maldito edifico» y para su suerte, no lo había.

De nuevo, caminó a tientas hasta que el ambiente cambió rápidamente, pareciera que el frío que sentía hace unos momentos se había duplicado. Llegó a un pasillo, este tenia grandes ventanas a sus lados y pudo ver el exterior, vio unos jardines nevados y secos, los copos de nieve finos seguían cayendo.

«¡Por fin! ventanas» esa era su gran salida y tenía que aprovecharla, en ese momento recordó la vieja navaja suiza que le había regalado Dani unos días atrás, ingeniosamente hizo una rectángulo lo mas aproximado a su estatura, lo empujo con muy poca fuerza pero aun así el vidrio cayó hacinado un gran escandalo, sinceramente no le importó, la adrenalina por saber que estaba apunto de salir de ahí le invadía todo el cuerpo .

Ya estaba fuera, estaba feliz, emocionada, eufórica. Se sentía tan bien.

De nuevo, la dicha abandonó sus pensamientos y recordó a su compañero.

«¿En dónde estas Dani?»

Es sólo parapsicología, AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora