Las ventajas de no tener clases: Bueno, ¡no tienes clases!
Las desventajas de no tener clases: Te tienes que levantar temprano de todos modos para llevar a tus hermanos a sus clases. La vida no es justa.
—Mare, despierta—escuché una pequeña y suave voz, a lo lejos—. Mare… Mare.
Un repentino golpe en el rostro me despertó de golpe.
—¡Levántate de una vez, Meredith! Lowell lleva media hora hablándote y no me deja dormir—gruñó Felix en la cama que estaba al otro lado de la habitación, no tan lejos de la mía.
Escaneé mi cama, había una botella de agua semi-vacía en mis piernas. Me giré a él con el seño fruncido y la mejilla punzándome.
—¡¿Me lanzaste una botella de agua?!—le reclamé, pero no contestó, así que tomé la botella y se la lancé de regreso.
—¡Auch! ¡Déjame dormir!—se quejó sobándose la cabeza.
Lowell se había quedado en silencio al lado de mi cama todo el tiempo. En eso entraron Max y Matt riéndose con complicidad.
—Felix, ¿ya vas a llevarnos?—preguntó Max aguantando la risa por sabe qué travesura que habrán hecho.
Mi mellizo gimió y se batió en su cama.
—¡AH! ¡MAX!—se escuchó gritar a Patrick en el piso de abajo, mis hermanos pequeños soltaron una risotada.
Suspiré. —Voy a arreglarme. Lowell espera abajo, enseguida voy.
…
Al final Max y Matt le habían echado mantequilla de maní a los calcetines de Patrick, así que decidí apurarme para no estar en ese ambiente.
—Lowell, ¿cuál es tu clase favorita?—le pregunté a mi hermano.
Él me volteó a ver con sus enormes ojos y se lo pensó un momento.
—Me gusta dibujar—dijo al final, devolviendo su mirada a enfrente. No era una materia, pero no se lo cuestioné.
Minutos después llegamos a su escuela.
—Ten un buen día, ¿sí? Vendré por ti a la salida, te quiero—le dije agachándome a su altura y besándole la frente.
Él asintió y me dio una pequeña sonrisa. —También te quiero, Mare—me dio un corto beso en la mejilla y se fue caminando al interior de la primaria, me crucé de brazos.
Me quedé allí viendo cómo se perdía entre la gente hasta no pude verlo más, suspiré.
—Ese suspiro es por mí, espero—escuché una voz irritantemente conocida detrás de mí. Di un respingo.
Roy avanzó hasta ponerse en mi campo de visión, como siempre, con esa sonrisa de arrogancia.
—¿Qué rayos?—dije frunciendo el ceño.
—Ahora veo a lo que la gente se refiere con el destino, gatita.
Gruñí. —No me llames gatita.
—¡Royce, Royce!—una aguda vocecilla llamó nuestra atención y giramos a dónde provenía.
Jack estaba cargando en sus hombros a una niña pequeña que tenía el cabello dorado y los ojos marrones. Ella sonreía ampliamente, mostrando la falta de un diente. La niña estaba aferrada al oscuro cabello de Jack, dándole tirones de vez en cuando. Él hacía muecas hasta que me vio, entonces achicó los ojos con suspicacia, expresión que luego cambió por el repentino jaló que le dio ella. Descrucé mis brazos.
La niña tenía su boca abierta y me miraba fijamente.
—¡Es Merida, es Merida!—gritó ella señalándome—¡Royce está con Merida!
Cerré los ojos y negué levemente.
—Megan, deja de gritar, llamas la atención—Royce (que ahora sabía ese era su nombre de pila) extendió sus brazos y la cargó una vez que Jack estuvo lo suficientemente cerca.
—Pero es Merida, ¡lo es!
—Ya, ya, lo entendemos, pulga—le dijo mientras la bajaba al suelo. Ella acomodó su vestido escolar y sonrió ampliamente de nuevo.
—Eres muy bonita, Merida—me dijo achicando los ojos en una sonrisa tierna.
Ay, que me muero de amor.
—Gracias, pequeña, tú también eres muy linda—le dije agachándome a su altura. Ella sonrió ahora tímida.
Se acercó y me dio un beso rápido en la mejilla antes de irse corriendo a la entrada.
—Ella no debería ser tan abierta a la gente…—murmuró Jack por lo bajo.
—Megan tiene que ir conociendo a su futura cuñada—Royce me giñó el ojo. Puse los ojos en blanco.
—Sigue soñando, que yo me voy—dije girándome para irme.
Comencé a caminar, y sentía que era seguida, giré los ojos, ya se cansaría. Después de unos minutos aún podía escuchar pasos detrás de mí y me giré.
—¿Qué no te cansas?—le pregunté exasperada, pero me sorprendí al notar que no era Royce quien me seguía, sino Jack—¿Por qué estás siguiéndome tú?
—Él me dijo que lo hiciera—se encogió de hombros y yo alcé mis cejas.
—¿Y tú le hiciste caso?
—No tengo nada que hacer.
—Pero…—no pude terminar lo que iba a decir porque la visión de tres cabelleras castañas llamaron mi atención.
Max tenía un zapato en su mano, Matt lo seguí viendo hacia atrás, y Mark corría con todo lo que tenía para poder estar a la par con sus hermanos, los tres se aproximaban rápidamente y, un poco más a lo lejos podía ver a Felix correr extraño por la ausencia de su zapato. Retuve una carcajada.
Cuando Max pasó a mi lado gritó: —¡Hola, Mare!
—¡Hola, Mare!—le siguió Matt y luego Mark jadeó algo que no pude descifrar pero supongo por donde iba el tema.
Después pasó Felix. —Ellos… Matt… Y luego Max… Yo no pude, no pude…—hizo un además con la mano de “da igual”, y se fue corriendo tras ellos. Los trillizos eran rápidos.
Reí en voz baja.
—Tienes muchos hermanos—dijo Jack, haciéndome estremecer.
¿Cómo había averiguado que eran mis hermanos? Los había visto tan solo un momento, pudieron haber sido cualquier persona.
—Se parecen—dijo como leyendo mi mente—. Los pequeños tienen tus ojos, y el otro se parece mucho a ti—se llevó los dedos a los ojos, haciéndoles un marco—, los mismos ojos grandes.
No, no, no, no, NO. Toda su vida alejando a las personas, ocultándose, ¿para qué? ¿Para que éste chico solo venga y diga “se parecen”?
—Cinco hermanos, vaya, eso es mucho—dijo y yo aparté la mirada—. ¿Qué? ¿Son más?—me tensé—Vaya, hombre…
—No, basta, no vayas por ese rumbo, sólo… sólo vete, date la vuelta y vete.
—Has despertado mi curiosidad, Merida—se agachó para quedar a mi altura y me miró directo a los ojos—. Nos veremos, tenlo por seguro—dijo y comenzó a alejarse.
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RomanceMeredith Cleggs se suele ocultar tras una carcasa de seriedad ante sus compañeros de clase para esconder a Roger, Oscar, Patrick, Felix, Max, Matt, Mark, Lowell y a ella misma de los ojos curiosos y las bocas groseras. Sin embargo, dos chicos entran...