De nuevo, bajo el muérdago

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De nuevo se encontraba solo, en el pasillo del tercer piso que lo encontraría por tercera vez frente a la escena del muérdago. Ahora lo sabía, no necesitaba a Maethiel para confirmarlo, la escena volvería a cambiar mínimamente y eso alteraría irrevocablemente su destino...

Dos alternativas habían sido presenciadas, y ambas eran bastante tristes; así que en su fuero interno, Draco Malfoy rogaba por una oportunidad para ser feliz... sí, rogaba, pedía con fervor tener la oportunidad de ser feliz, porque ¿qué no cualquiera podía aspirar a serlo? ¿O sería acaso que él, con su pasado a cuestas, no merecía un poco de paz y tranquilidad en su destino?

Además, ¿su única opción era Granger? En verdad no lo entendía. Sí, aceptaba que la chica era bastante linda y todo eso, pero ¿de ahí a ser la única opción en su vida? ¿Tanto así como para martirizarse al grado de no tener a nadie más que a ella y preferir la soledad el resto de su vida?

La cabellera castaña de Hermione estaba muy cerca, pero ésta vez, a diferencia de las dos anteriores, Draco no tuvo la cabeza para apartarse a tiempo, pues se encontraba tan inmerso en sus cavilaciones, que cuando la vio, solo tuvo tiempo de cerrar los ojos y esperar ser atravesado.

Y la sintió. Por un efímero instante, estuvo dentro de la chica. ¿O ella estuvo dentro de él? No lo sabía, pero tampoco importaba, porque su corazón se había detenido por una fracción de segundo equiparable a un latido, y su olfato se había llenado de un perfume de azahares y miel que lo dejó aturdido.

Escuchó las campanitas de Maethiel y giró su rostro para observarlo. Su semblante sereno era coronado por su imperturbable y cálida sonrisa, pero a pesar de que Draco tenía un sinfín de preguntas, al tenerlo frente a él, el rubio bajo su rostro y solo pudo articular

—Acabemos con esto de una vez, no se cuánto más pueda tolerar antes de salir corriendo.

—Tranquilo, mi querido amigo, recuerda que en estos momentos sólo eres un espectador. Espera tu momento y disfruta del recorrido.

Al fondo del pasillo, Hermione acababa de chocar con la figura emergente de Draco y se encontraban tirados en el piso, ella encaramada sobre él.

—¿Vamos? —preguntó Maethiel, a lo que Draco solo contestó con un lánguido asentimiento de cabeza.

—¿Por qué no te fijas por dónde vas Granger? —preguntó el joven desde su desventajosa posición, haciendo que la castaña brincara al comprobar la cercanía de ambos.

—También pudiste haberte fijado tú Malfoy. Deberías intentar usar los ojos para algo más que mirar a la gente con desprecio.

Maethiel se acercó a Draco, quien miraba la escena por tercera vez, y parecía algo triste y pensativo; así que muy despacio, susurró con cariño en su oído —¿Te gustaría presenciar esta escena solo, mi querido niño?

Draco levantó su mirada un segundo y se hundió en los bellos ojos del Serafín. ¿Quería verla solo? Tal vez...

—Si crees que estaría bien.

Maethiel sonrió nuevamente y acarició con dulzura el cabello de Draco, un gesto tan afectuoso y paternal, que Draco no pudo evitar sonreír de vuelta —Pasaré por ti en un momento.

Dicho esto, el Serafín desapareció, dejando al rubio por primera vez en la noche, solo ante la escena de su encuentro bajo el muérdago.

Se acercó a la chica, que en ese momento observaba fijamente a su gemelo del futuro, y se permitió acercarse como nunca lo había hecho, aprovechando su invisibilidad. Pudo ver por primera vez el reflejo dorado que proyectaban los ojos de la chica, de un color miel tan profundo que podía sumergirse en ellos. Contempló su ceño fruncido, la chispa de indignación ante la falta de una respuesta, y el ligero temblor de su labio inferior, que se apretaba suavemente, haciéndolo más prominente y confiriéndole un aspecto infantil que le pareció increíblemente tierno.

Otro cuento de Navidad bajo el muérdago [DRAMIONE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora