Capítulo 1

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Sergio se sintió abrumado, las miles de emociones se agolpaban en su interior. Respiro pesadamente, decidió lanzarse sin alas con las que poder volar.

- Si es importante puede usar el mío- pronunció mirándola a los ojos, sintiendo que esta vez no volvería a perderla.

Sus miradas se encontraron, Raquel se acercó a él, lentamente, sin saber que hacer ni que decir, simplemente dejándose llevar por su instinto. Por los salvajes latidos de su corazón. Ambos podían sentir las respiraciones agitadas del otro. Raquel tomó las riendas, acariciando los dedos de su mano.

- No puedo creer que por fin estés aquí, inspectora- murmura el Profesor. Mantienen sus manos entrelazadas, a centímetros de sus labios.

- Yo tampoco. Después de todo lo que hemos pasado juntos, todo me parece tan irreal, que no sé por donde empezar- acarició los libres mechones de pelo que se escapaban en su nuca. 

- Entonces empecemos por el principio- susurró en su oído, estremeciéndola entre sus brazos.

Respiraban el uno del otro, intentando llenar el vacío que emanaba de su pecho. Podía escuchar el corazón de Raquel, latiendo a mil por hora. Rozó sus labios con los de ella, llegando al mismísimo cielo. Abrieron sus bocas, profundizando el beso en una danza lenta. Entrelazaron sus lenguas, haciéndolas bailar, explorándose. De nuevo.

- Te he echado de menos, Raquel. 

Desaparecieron, entre la isla de Palawan. Cogidos de la mano, recorrieron la ciudad, deteniéndose en cualquier esquina para presionar sus labios con los suyos. Pasearon cogidos de la mano como dos locos adolescentes enamorados. De vez en cuando se observaban, deteniéndose en medio de la carretera, irrumpiendo el trafico. Porque solo ellos sabían como hacerlo. Sergio guió a Raquel hasta una pequeña bahía, los barcos comenzaban a zarpar.

Cuando el sol decidió que era hora de empezar a ocultarse detrás de las montañas, decidieron tumbarse sobre la arena. Disfrutar de la temperatura cálida, pero no ardiente mientras las sombras les bañaban al completo. Sergio la acercó a su pecho, disfrutando del olor de su pelo, y sonriendo al escucharla suspirar, asombrada, la maravillosa puesta de sol que tenían ante sus ojos.

- ¿Porqué no me has llamado? He estado un año esperando por ti, por una carta, por una llamada, por algo.- exclamó Raquel. Aquel momento que tanto temían había llegado. Tenía miedo de volver a perderla. - Sergio, yo aposté por ti, he venido hasta aquí. Por ti. Por nosotros. No me digas que ahora te estás echando atrás. 

Se levantó, decidida a marcharse. Sergio fue tras ella, cogiéndola del brazo, haciendo lo imposible para que se quedara junto a él. Pero Raquel se negaba a mirarlo a los ojos, porque sabía que si lo hacía, se perdería en ellos.

- Te escribí una carta todos y cada uno de los días que llevo aquí encerrado. En esta jodida isla- él intentó detener los pasos de Raquel- Vine hasta aquí para que me olvidase de ti y yo no me he olvidado de ti. ¿Y tú, te has olvidado de mi, Raquel?

Se miraron fijamente, devorándose con los ojos. Ella dio el paso. Estrelló sus labios con los de él, probando su dulce sabor. Derritiéndose en el. Y él decidió responder con el mismo entusiasmo. Sergio bajo sus manos por su espalda hasta rozar con sus dedos, el culo de Raquel. El oxígeno pedía paso, se detuvieron.

Caminaron hasta el final del camino, en el acantilado, siendo testigos de aquel paisaje. El cielo se volvía de miles de colores.

- Disfruta de las vistas, porque vas a estar mucho tiempo sin verlas- susurró Sergio en su oído.

Vendó sus ojos, cubriéndolos con una fina tela. Raquel sentía que volvía a sumirse en la oscuridad de su habitación de Madrid, bajo las sabanas de su cama durante aquellos 365 días. 

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐑𝐞𝐠𝐥𝐚𝐬 | 𝐒 & 𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora