Anselmo bajó al parque como cada tarde, siempre se sentaba en el mismo banco. Y como si de una cita se tratase, llegaba puntual, a las cinco menos cuarto. Con mucha calma iba sacando sus bártulos, los transportaba en una bolsa de supermercado, de las reutilizables. Era una persona muy meticulosa, y no comenzaba su labor hasta que lo tenía todo bien dispuesto. Las figuras de madera, las herramientas y las cortezas secas ocupaban el resto del espacio del asiento.
Después, muy lentamente, iba tallando las cortezas para convertirlas en animales. De vez en cuando alguien se interesaba por lo que hacía, incluso hasta vendía algunas de sus artesanías. Eran ingresos muy pequeños, pero le servían para sobrevivir. Tenía una paga muy baja, porque los últimos años antes de jubilarse, no encontró trabajo. Desde que lo despidieron de la fábrica, se había mantenido a base de consumir sus ahorros. Y ahora con casi setenta y cinco años a penas podía vivir con la pensión. Vender cuatro o cinco de aquellas pequeñas obras de arte, le ayudaban a pasar la semana.
—¡Lo siento mucho señor! —el balón de Ana había impactado contra el banco de Anselmo.
—No te preocupes, no pasa nada jovencita —el anciano taponaba la herida que se había hecho en la mano con la navaja.
—¿Te has hecho sangre?—la niña se iba acercando a él.
—Sí, un poco. Se me ha escapado la navaja... me he asustado al oír el golpe en el banco —se levantó para recoger las cosas que se habían caído al suelo.
—Espera que te ayudo a recoger. Mi madre siempre dice que guarde todos mis juguetes en el baúl. ¡Quizás deberías comprarte un baúl! —se reía mientras hablaba.
—¿Un baúl? Puede que me compre uno... ¿Dónde está tu madre? —Anselmo miraba en busca de la madre de la niña.
—Es esa de allí, la que está con el teléfono... —agachó la cabeza.
—Parece que no se hadado cuenta de que estás aquí. Ve con ella, no quiero que se preocupe —le devolvió el balón.
—¿Preocuparse? No creo ni que se entere... solo le presta atención a su móvil. Dice que es el trabajo, pero se pasa el día en el Whatsapp —se le notaba triste.
—Entiendo... ¿Te gustan los animales? —sonrió mientras se daba la vuelta para buscar entre sus creaciones.
—¡Sí! ¡Son súper bonitos! ¿Los haces tú? Me gusta mucho el búho, es mi animal preferido. Tengo toda mi habitación llena de búhos: las sábanas,las cortinas, la lámpara... ¡Un montón de búhos!
—Toma quédatelo, este es para ti —le regaló un búho fabricado con la corteza de un árbol.
—¡Vaya es súper bonito, me encanta! ¿De verdad puedo quedármelo? —no dejaba de mirar el animal de madera.
—¡Claro es tuyo! —se puso en pie para volver al banco.
—¡Gracias! ¿Cómo te llamas? —iba a irse corriendo, pero se detuvo a recoger el balón.
—Me llamo Anselmo, vengo cada día a este parque. Seguro que volvemos a vernos... —se despidió con la mano.
Ana corrió hasta donde estaba su madre, pero en lugar de seguir jugando con la pelota, le enseñó el búho que acababan de regalarle.
—¡Mira mamá! ¡Mira,mira mira! ¿¡A qué es una pasada!? —estaba entusiasmada.
—Julia tengo que colgar,mi hija ha cogido un trozo de madera sucio... luego te llamo... sí,sí... yo te llamo y me sigues contando... —colgó la llamada—. ¿De dónde has sacado esta porquería?
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El búho de madera
Short StoryUna historia entrañable y cargada de sentimientos. La inocencia de Ana, una niña que juega en el parque, le permite hacerse amiga de un anciano que fabrica figuras de madera sentado en un banco. Anselmo es un jubilado solitario que conocerá de nue...