Prólogo

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|Cede de la ONU, Nueva York, 10:48 PM|

Como todas las noches, ONU estaba en su cubículo terminando de escribir unos archivos generales de las juntas semanales que hacia con el resto de países; pero esa noche había perdido la noción del tiempo y se quedo hasta altas de la noche, al notar la hora, se sorprendió por lo tarde que era y decidió por terminar el último documento e irse.

—¿Hay algo que cambiará para nosotros? —se interrogaba en voz baja mientras caminaba por el bestibulo de la Cede y finalmente saliendo del edifico.

Caminaba por las calles trancitadas de Nueva York, aunque era muy ruidoso para él; así que extendió sus alas y emprendió vuelo.

Él amaba cuando la brisa le chocaba contra el rostro, era simplemente relajante, al igual que extender sus alas luego de estar todo el día en un escritorio.

Sobre las luces de la ciudad se detuvo. Vio a dos tipos en un callejón, ambos tenían chaquetas negras con capuchas, lo que los hacía identificables. Bajó con cuidado y asegurandose de no vatir mucho las alas, para no alertar al los hombres.

—¿Como carajo consigues estas cosas? —decía uno de ellos—.

ONU estaba escondido detrás del edificio, debido a que detrás de los callejones habían espacios de tamaño considerable entre el muro y los apartamentos. Él siguió atento a su conversación.

—Sabes que el trato era no decirte nada... —respondió con una voz fría y grave el otro de aquellos dos— como sea, aquí está la caja.

La caja era un como cualquier otra, era de un tamaño mediano, pero algo que a ONU le llamó la atención era que tenía el logo del mismo. Esa caja tenía el logo de la Organización de las Naciones Unidas. El último en hablar le dió la caja al contrario.

—Bueno, necesito la paga, estas cosas son dificiles de conseguir.

—Oh, claro...

El hombre que ahora poseía la misteriosa caja metió su mano libre en su chaqueta, pero sacó un arma.

El eco del disparo resonó por toda la calle y el otro hombre calló con un golpe seco mientras poco a poco un charco de sangre empezaba a rodear su cuerpo.

El hombre que disparó se fue corriendo, ONU abrió sus alas y hecho a volar.

Mientras aquella persona empujaba las masas de gente con la caja en brazos, el Ángel de la Paz lo seguia desde el cielo nocturno.

De un momento a otro, al hombre finalmente llego al cliché del "callejón sin salida". ONU aterrizó con una cara seria frente al hombre.

—¿Qué hay en la caja? —preguntó sin más—.

—No pienso decirtelo, estúpido.

La gota que derramo el vaso. ONU se acercó lentamente al hombre, este apunto su arme hacia él y disparó.

Solo logró volarle algunas plumas de una de ellas, aparte de un corte en el rostro. El Ángel no parecía inmutarse de nada, solo seguía avenzando hacia aquel hombre con la caja.

Aquella persona terminó en el suelo, con una bala de su propia arma en la cabeza.

Unas horas más tarde...

ONU finalmente estaba en su hogar, un edificio en Manhattan en donde el tenía su propio departamento de concepto abierto; dejando de lado eso, centremonos en la caja.

—¿Por qué tanto lio por una condenada caja? —pensaba, de hecho, se podría decir que se ragañaba mentalmente por meterse en ese estúpido lio también—.

Esas dudas se desvanecieron cuando la abrió.





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