Como En Los Viejos Tiempos

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—Dororo.

Un empujón constante en su costado la obligó a abrir los ojos. Hacia frío y no terminaba de salir el sol todavía. Dororo miró sobre su hombro, y tras de ella, lívido, estaba Hyakkimaru.

—Dororo, estás sangrando.

Frunciendo el ceño miró hacia abajo: su futón tenía una enorme mancha rojiza. Echando su manta un lado, Dororo se encontró con lo que estaba preparada para ver: su yukata también estaba manchado de sangre. Pasó una ventisca de aire fresco por la casa que le hizo sentir una fuerte presión en el vientre y tuvo que apretar los dientes.

Ugh, maldición. No podré entrenar con la katana esta semana—*

—Dororo.

Dororo casi dio un brinco, como los gatos. Se le olvidaba que Hyakkimaru estaba allí. Y al parecer, al borde de un colapso si no le daba alguna explicación.

Y con razón. Despertó para encontrarla con sangre entre las piernas, una encantadora forma de comenzar su día.

Dororo suspiró, y casi tuvo ganas de reír. Tendría que volver a enseñarle algunas cosas a Hyakkimaru, como en los viejos tiempos.

—Ah, pues, Aniki... verás...

[] []

Ocurre mucho después de que el dúo dinámico se haya reencontrado.

*: amable recordatorio de que, en épocas antiguas, aún se pensaba en la menstruación como una discapacidad.

De antemano me disculpo por haber dejado de publicar estos meses, pues estoy en mi penúltimo año de secundaria y eso me tiene muy ocupada ultimamente. Espero que esta pequeña escena, con la esperanza de ser cómica, les haya gustado :).

«REMINISCENCIA» [dororo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora