Capítulo III

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Comienzan los terribles disparos, bombas de humo que cubren la entrada, mis hombres disparando desde las ventanas y yo cubriendo la entrada con mi Beretta 92, sinceramente no deseaba tener que disparar, pero cuando una figura enemiga atravesó el humo frente a la entrada, disparé; sin pensarlo dos veces disparé con toda la intención de matar.

Me dolió ver caer al soldado, mi enemigo no era él, mi verdadero enemigo se encontraba a salvo, lejos del campo de batalla, controlando a mis compañeros como marionetas, pero era mi vida o la suya... Y si yo caigo, todo habrá acabado para mis soldados y para estos civiles.

Recuperé mi conciencia justo a tiempo para el segundo soldado, dos disparos limpios, terminó la primera oleada exitosamente y sin bajas...

Escucho el grito de uno de mis soldados...

—¡Mi Capitán! —Grita el soldado.

Volteo a verlo afirmando con la cabeza en señal de permiso.

—Es Ramírez, está herido...

Ramírez es el soldado más joven de mi escuadrón, tan solo 24 años, el mejor de la academia y uno de mis mejores cadetes.

Salí corriendo hasta el lugar donde se encontraba Ramírez y lo consigo sentado en el suelo recostado de la pared, inmediatamente tres de mis soldados me ayudaron a llevarlo hasta donde se encontraba nuestro equipo médico.

Lo dejamos en revisión y pedí prioridad de atención para él, sin dudarlo los civiles accedieron, se mostraban agradecidos hacia nosotros y nuestra labor. Suena mi transmisor...

—¡Capitán ahí vienen más hombres!

Segunda oleada... Y pudiera ser la última si no llegábamos los cuatro a tiempo al lugar donde se encontraban nuestros compañeros defendiendo el edificio, comenzaron los disparos y tardamos solamente unos segundos en salir, pero al llegar justamente entraron cuatro soldados altamente armados, de inmediato todos abrimos fuego y en cuestión de segundos ya habíamos acabado con ellos, solamente un disparo logró salir del arma de uno de los hombres pero parece que falló.

Uno de mis hombres señala mi brazo derecho, sangre... Parece que el disparo no había fallado después de todo...

Me negué a ir con el equipo médico pero mis hombres me convencieron de hacerlo, después de todo, una bala dentro de mi brazo dominante puede ser incomoda dentro de un combate.

Toman mi herida y se preparan a limpiarla, observo como a mis hombres de les acaban los implementos y solo dejé que extrajeran la bala y lavasen mi herida, pero me negué a la anestesia y a las vendas; en su lugar preferí soportar el dolor y corté con mi navaja la camiseta que cargaba debajo de mi uniforme para hacer vendas con ella, me coloqué una y les ordené a todos mis soldados hacer lo mismo para tener más vendas para los heridos, así lo hicieron todos y eso permitió que los heridos siguieran siendo atendidos.

Volví a la zona de control.

—Capitán, ¿Cuanto falta para que llegue el Coronel? —Pregunta uno de mis hombres.

—Quince minutos. —Respondí. —¿Cuanta munición nos queda? —Pregunté.

—¡Quizás para una oleada más señor! —Contesta uno de mis hombres.

—¿Cree que sea suficiente para una oleada como la anterior? —Pregunté.

—¡Si señor!—Responde.

—¡Sea honesto Soldado Reyes! —Respondí fuertemente.

—¡No señor! —Me responde, confirmando lo que me temía, después de todo, las balas no son infinitas. —Pero podemos resistir hasta que llegue el Coronel. —Me dice el Soldado Reyes en forma alentadora.

Luego de unos breves minutos comienzan a atacarnos nuevamente, busqué una mejor posición y abrí fuego junto a mis hombres, pero se me agotan las balas...

Recordé los cuerpos de los cuatro soldados en el suelo y fui corriendo a desarmarlos, quité sus armas y se las dí a tres de mis hombres que se habían quedado sin munición, volví a mi puesto y seguí disparando hasta que al soldado a mi lado se le agotaron las balas también, le di mi arma y recordé a los dos hombres que había matado en la entrada, fui hasta allí y los desarmé inmediatamente, tomé todo y volví a entrar mientras mis hombres me cubrían.

Ya casi no teníamos recursos, Ramírez siendo curado y yo con un agujero en mi brazo que dolía como mil demonios, estábamos derrotados.

Se escuchan vehículos acercándose a la zona, cinco TPz.1 Fuchs acercándose a nosotros, era nuestro fin... Pero... ¡Los vehículos disparan a nuestro favor!

¡Eran los refuerzos enviados por el Coronel Escobar! Suena el teléfono del que lo habíamos llamado, contesto y escucho un grito que dice.

—Abre las puertas, hemos llegado, espero sigas con vida. —Dice bromeando.

Mi tío siempre ha tenido un sentido del humor bastante... Cuestionable...

Dí la orden y abrieron la entrada para los vehículos.

Entraron los blindados y de inmediato salieron todos los soldados del interior de estos. Había muchas caras conocidas pero no alcancé a ver a mi tío si no hasta el final cuando por fin bajó de su vehículo.

Me acerqué hasta él y le dije.

—¡Mi Coronel! —Le dije mientras me colocaba en posición de saludo, en forma de agradecimiento por su ayuda.

Inmediatamente mis hombres hicieron lo mismo.

—De nada Francisco, estás haciendo lo correcto. —Me dijo mientras se colocaba frente a mí. —¡Firme! —Me ordena.

—¿Crees que podamos ganar? —Pregunté.

—Ahora... Sí. Pero hace unos momentos, era un suicidio. —Me dice. —¿Por qué hiciste esto? —Me pregunta.

Le expliqué mis razones... Me abofeteó.

—Tú definitivamente quieres morir. —Me dice. —Eres idéntico a tu padre, estaría orgulloso de ti. —Me dijo.

—¿Y por qué fue la bofetada entonces? —Pregunté.

—Porque a tu padre también lo habría abofeteado. —Me contesta mientras se coloca también en posición de saludo, como forma de respeto.

—Necesito equipo médico urgentemente. —Le solicité al Coronel.

—Muchachos, bajen todo de los blindados y vayan a atender a los heridos. —Ordena el coronel a sus tropas.

Realmente podemos ganar...

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