Capítulo VIII

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Cuando atendí el teléfono, se abrió una pequeña ventana de posibilidad en la batalla.

Él quería negociar, todo mi escuadrón saldría de la zona, a salvo y con un vuelo directo a un país sin extradición, pero debíamos abandonar el campo de batalla antes de terminar el día.

Era un chiste, yo jamás aceptaría algo como eso, pero significaba algo... Había algo que a ese sujeto le interesaba destruir, solamente debería descubrir que era, y por qué era tan importante.

En una guerra, solamente hay una cosa más destructiva que las armas, y eso es la información.

Pero... ¿Que información podría haber aquí? ¿Quien puede poseer esa información? ¿Será que no era información sino otra cosa?

Solamente había unas personas que podían tener dicha información, aquellos que estaban aquí antes de nuestra llegada, los civiles. Pero... ¿Quién?

—Coronel, necesito que antes de venir averigüe si alguno de los civiles tiene alguna información que nos pueda ser útil.

—Ya lo sé todo Francisco, tengo una carpeta en mis manos y alguien que desea hablar contigo. —Respondió el Coronel.

—Hágalo venir inmediatamente junto con el resto de civiles y soldados, debemos mantenernos cerca del frente para atacar.

Los soldados enemigos seguían haciendo recuento de bajas en sus líneas y reorganizándose, sabían que nosotros íbamos a comenzar a atacarles, así que preparaban su defensa y un buen contraataque.

—Vamos para allá, ya estamos todos en los vehículos. —Dijo el Coronel por el transmisor.

Llamé esta vez yo al número del que me estaba llamando el desconocido.

—¿Aceptarás mi oferta? —Dijo al atender el teléfono.

—Casi... Quiero hacerte una contraoferta.

—¿En serio crees que estás en posición de negociar? —Me preguntó —. Solo acepta mi trato, es lo mejor que tendrás.

—Pues estos documentos en mis manos me dicen todo lo contrario. —Contesté amenazante, recuperando el control.

—No sé de que me hablas. —Dijo intentando negarlo.

—Nada en especial, solamente algo de información inofensiva... ¿Es este que veo aquí su nombre? —Dije arriesgadamente, pues realmente aún desconocía el contenido de esos documentos.

—Estás alardeando, no hay forma de que puedas tener información como esa. —Respondió.

—¿Que pasa si se equivoca y todos estos documentos pasan a ser de dominio público repentinamente? —Le amenacé —. Aún tengo algunos amigos fuera, en la prensa, en la radio, estoy seguro de que a muchos noticieros les encantaría conocer la historia de un corrupto.

—¿Que es lo que quieres? —Preguntó secamente.

—Libertad. —Respondí y corté la llamada.

Esperaré a tener los documentos en mis manos antes de actuar, no debo dar un solo paso en falso, no ahora que tenemos la victoria en nuestras manos.

Vienen llegando los soldados junto con el equipo médico, los civiles y la información, inmediatamente fui a recibir a mi tío para poder ver cuando antes los documentos. Me los entregó y cuando los abrí, era oro.

—Así que es él con quién he estado hablando...

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