Capítulo 4: Dobles.

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—Deben dejarme hablar —les dijo Tsuna cuando salieron de aquel horrendo lugar hacia un claro menos dañado, con estructuras casi intactas, pero que reflejaban el abandono.

Mamma —la más jovencita lo miró con aquellos ojos marrones fulgurantes de inocencia—, estás actuando raro —dejó de lado a su hermano que empezó a asegurar las puertas y vigilar las ventanas—, por lo general estarías más alerta y me regañarías porque me alejé de tu lado.

—Es que...

—Ai —mencionó el otro niño mientras señalaba el piso junto a él—, ven acá.

—¿Qué pasa? —pero siguió la orden de su hermano.

—No me fijé antes —la mirada de aquel chiquillo se tornó más osca, amenazante—. Él no huele como mamma.

Las alertas saltaron en esos dos niños, Tsuna lo supo cuando un aura amenazante rodeó al varón y la timidez innata envolvió a la jovencita, quien con temor corrió para colocarse detrás de su hermano. Tsunayoshi sintió pena por esos niños y por ese mundo. Pero no podía hacer mucho, porque su visita no duraría o su influencia sería casi nula en ese mundo. Aun así, intentó explicarse lo mejor que pudo, expresando no ser una amenaza y no estar armado, mostrando sus manos desnudas en son de paz y el aura más suave que pudo emitir.

Pero fue complicado.



Terzo...



—Tú no eres mi Reborn.

—Y tú no eres el Tsuna que estoy buscando.

Reborn había desconfiado de aquella salida matutina por parte del décimo Vongola, lo siguió obviamente, y terminó descubriendo el jueguito a escondidas del que alguna vez fue su alumno. Cuánta furia dada por una simple mentira, pero en realidad era impotencia al saber que, el chiquillo que siempre tuvo en las manos, ahora se le estaba escapando. No admitiría que enterarse de que Tsuna era un fanático de los experimentos de Verde, fue mejor que la posibilidad —que él imaginó— de que aquel castaño tuviese alguna aventura con alguien que —obviamente—, iba a silenciar indefinidamente.

Pero después todo fue un pequeño lio que terminó cuando se halló en el que era un mundo paralelo —mismo al que Tsuna había viajado minutos antes—, reflejo de un caos que no le gustaba y del cual quería largarse lo más pronto posible. Sin embargo, ahí estaba, frente a un castaño completamente igual a su exalumno, pero que a la vez era diferente, porque esa sed de sangre en la mirada no era lo que había en los ojos del décimo Vongola que el azabache conocía.

Y, sin embargo, Reborn no pudo decir mucho, ni protestar, o pelear, como pareció ser la idea de su adversario, porque un sonido seco se dio a lo lejos y después solo un temblor y gritos. «Kiji, Yume» fue lo que escuchó decir al Tsuna de ese mundo, mismo que sin decir algo más, empezó a correr con tanta velocidad que a Reborn le fue difícil seguirlo.

Pero no se rindió. Persiguió al muchachito que apenas y llevaba la mugrienta ropa destrozada que alguien usaría en un hospital. Lo hizo a sabiendas de que su Tsunayoshi buscaba a su reflejo en ese universo como única misión. Entonces, si perseguía al Tsuna de ese mundo, en algún momento encontraría al exalumno idiota que últimamente había estado alejándose de su alcance.

—Grave error, niño —el castaño de ese mundo miró mal al adolescente quien lo había seguido hasta allí, y le gruñó como un animal haría en advertencia.

—Un paso en falso y disparo —fue el reto que Reborn le dio al desconocido mientras empuñaba una glock alterna, porque dejó a Leon en su mundo.

—Hazlo y antes de que la bala me llegue, te habré rajado el cuello —amenazó al niño de aparentes quince años.

Siempre tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora