TRES.

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—Aún recuerdo que meses atrás recibí la carta de invitación a la boda de mi ex, si estás por aquí ahora te agradezco que te acordaras de mí, y perdón por no ir —buscaba entre el público y miró a Joel—... ¿Estoy haciendo el ridículo? Avíseme. ¿Si está aquí, Joey? —el rizado asintió, señalando unos lugares a su izquierda—. Ookeey. Pues yo no sé si fue algo que comí o ya de verdad es desde que nací, pero todo lo que yo quiero siempre se va de mis manos... ¿De verdad soy tan feo? Digo, mi perro se fue con el vecino, la mayoría de mis ex me odian porque no cumplía sus caprichos, a excepción de tres, luego, no tengo dinero.
Por suerte estoy vivo —habló negando con la cabeza—...
Cuando recibí la invitación, no sé qué me dió pero recuerdo que llegué llorando a casa de Joel y a pesar de que él quería contarme, que sí, efectivamente ese día había sido el especial donde Eber le pidió matrimonio, dejó todos sus sentimientos de lado.
No sé cómo pudo, pero se aguantó su emoción y cuando me vió entrar mal, corrió hacia mí y me abrazó. Después de todo, me estoy dando cuenta que si lloré fue por la felicidad que me causaba que hubiese encontrado a alguien digno de su persona, no cualquier idiota como yo —su mirada se conectó con la de su amigo y pudo ver que apretaba sus ojos con tristeza, o quizá molestia—, ¿No es así Joey?

El rizado negó.

—Bueno, el caso es que poco a poco me he dado cuenta que me hace feliz la felicidad de los demás, sobre todo si son personas queridas y quiero. Y también me he dado cuenta que a pesar de todo, Joel siempre va a ser el gran amigo que deseé desde niño.

•••

—Todos terminan haciendo esto, ¡rayos! —se quejaba mientras caminaba a la casa de Joel— Siempre restregándome su puta felicidad en la cara, su capacidad de ser tan hijos de puta, insensibles y cabrones. Haciéndome saber que pueden olvidar cada puto detalle que hubo en la relación.
¡A la verga todo el puto mundo! ¡A la pinche mierda el amor! —pasó las manos por sus mejillas en un intento inútil por secar sus lágrimas— Que se jodan, me voy a volver sofílico... ¡Ay no, puto asco!

Siguió caminando a paso rápido, y su llanto aumentaba cada vez más, recordando todas sus desgracias y soltando maldiciones por todos lados.

Al llegar a la puerta presionó el pequeño botón del altavoz para llamar a Joel.

—Soy Zabdiel, ábreme.

—En seguida, jefe...

Lo escuchó soltar una risa extraña y rodó los ojos, no estaba de humor ese día.

Cuando Joel abrió la puerta lo vió completamente feliz, y sin decir nada sintió como se aventaba a él y se aferraba a su cuerpo con fuerza.

Quiso decir algo pero necesitaba el abrazo, así que correspondió.

—¡Zabdi! —chilló agudo y el más alto sólo intentó cubrir sus oídos— ¡Tengo que contarte algo! ¡Estoy tan emocionado!

Ah, el abrazo era por eso, no por preocupación.

—Espera, sólo quiero que...

—Cállate, espera que te diga y ya luego me cuentas —habló mientras tiraba de su brazo hasta la sala—... Es que realmente esto no puede esperar.

Ni siquiera notó su dolor.

O sí, pero como siempre, buscaba cambiar la conversación antes de llegar a una conversación triste.

Cuando te amé || Jobdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora