Hoy tuve una pesadilla, una horrible pesadilla, y es que tener sueños extraños, es común, algunas veces me asustan pero terminan feliz, excepto esta vez.
Mis amigas y yo decidimos entrar a la vieja casa abandonada del barrio, esta tiene un enorme jardín alrededor, siempre nos ha parecido interesante. Octubre, sería buena época para aventurarnos y explorar el lugar.
Ana comenzó a empujar la puerta principal, la seguimos entre risas, ya que era una actividad demasiado emocionante, inmediatamente entramos a la cocina, pequeña, con muebles vacíos, era evidente el abandono.
Encontramos una puerta vieja al fondo de la habitación, daría hacia el jardín trasero, así que nos dirigimos a ella, bastó solo un pequeño empujón y se abrió, era otra habitación totalmente blanca y cuadrada, de unos seis por seis metros mas o menos.
Laura fue la primera en entrar
-¡Chicas, miren esto!- Gritó emocionada.
Se encontraba explorando unas escaleras oscuras que daba, al parecer, a un sótano, era extraño encontrarlos en las casas de nuestra ciudad.
-¿Que tremendos secretos se encontrarán escondidos allá abajo?- Preguntó Beatriz.
-¡Un tesoro!- -Algún cuarto secreto- -O cuerpos destazados...- Todas ríen.
Comenzamos a bajar las escaleras que tenían un gran parecido a las de un hospital pero, sin barandales, el fondo era muy oscuro, así que prendimos la luces de los celulares para ver mejor.
Intrigadas, bajamos paso por paso cada escalón, nos percatamos de que eran varios pisos, cada uno con largos pasillos oscuros llenos de habitaciones, al parecer. Por fin logramos ver luz en uno de los pisos, roja, ahí me di cuenta de que algo estaba mal.
-No estamos solas- susurré.
-¡No! no puede haber alguien más aquí, no se escucha nada- Dijo Beatriz asustada mientras todas nos encontrábamos en suspenso por el descubrimiento.
Ana, tan valiente, se dirigió sigilosamente hacia la habitación roja, no la dejaría sola, así que la acompañe.
Durante el trayecto cruzamos varias habitaciones, logré ver algunas cosas como: Camillas de hospital, muebles, cuneros, accesorios médicos, todo viejo y oxidado.
A unos pasos de la habitación roja, empezamos a escuchar murmullos.
-Esto, es un tumor y este, un pulmón-
Inmediatamente Ana y yo nos miramos asustadas por lo que escuchamos, ¿Que estaba pasando ahí?, Ana, siempre la más valiente, se encontraba hiperventilando, paralizada, así que decidí espiar dentro.
Tres hombres detrás de una mesa plateada, el más normal, tenía guantes médicos y cubre boca, exploraba una serie de desechos orgánicos mientras los identificaba, vi como tomaba órganos y extremidades humanas de diferentes tamaños de una bandeja plateada y los colocaba en otra.
Mientras, dos hombres observaban con deseo, con apariencia extraña, pálidos, sin cabello, delgados y más altos que el chico normal.
De pronto, el chico de los guantes, da la espalda a los pálidos, uno de ellos pasa el dedo índice en los desechos, y como si fuera un dulce pastel lo mete en su boca para saborear.
Cubrí la mía para ahogar un grito y regresé de un brinco junto a Ana.
La escena fue demasiado fuerte, Ana me observaba esperando una explicación del otro lado, pero la tomé de la mano y caminé rápidamente hacia las escaleras.
No lograba ver a Laura y Beatriz, apareció otra luz roja desde las escaleras, inmediatamente nos ocultamos en una de las habitaciones oscuras.
Solo pensábamos lo peor, los que se acercaban hablaban bajo y la luz se acercaba cada vez más. Escuchamos sus palabras, que apenas se podían entender con esas voces tan rasposas.
-Las mantenían aquí encerradas, enfermas, sanas, embarazadas, y el platillo principal, tumores cancerígenos- ¿Cáncer?
En cuanto entraron a la habitación con los otros, corrimos hacia las escaleras, subimos y salimos de la casa. Fuera se encontraban Laura y Beatriz, habían escuchado voces, así que decidieron salir.
-¿Que vieron dentro?- preguntaron las dos.
Las tres me observaban en espera de una respuesta, pero preferí no contar la horrible escena, en solo pensar en mujeres encerradas en ese lugar, en condiciones deplorables y en espera de un espantoso final como carne para carroñeros, me dejaba totalmente perturbada, deseaba desaparecer de ahí...
Mi cabeza me hizo caso y de repente... desperté de esa pesadilla, aún con esa sensación que no le deseo a nadie, no es fantasía, es algo que podría ser real, algo que puede estar pasando en este preciso momento y no le desearía a nadie vivirlo ni, en sueños.
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Cuentos de terror
TerrorMentes enfermas, asesinatos, sangre, temor y terror, eso y más te encontraras en esta sección.