Capítulo 22: Pequeño temor

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Gwuon mantuvo su sonrisa burlona en todo momento. A pesar de haber notado enseguida que algo andaba mal con la pelirroja, era de su preferencia no dejar de actuar como si nada pasara. Obviamente algo había asustado a la chiquilla con brusquedad, la respiración irregular lo hacía evidente. Pero el primer paso era tratar de elevar el ánimo de los demás, invadirlos con la sensación de que, a su llegada, ya nada podía salir mal.

Dirigió la lámpara hacia la vieja fachada de lo que alguna vez había funcionado como un orfanato. No parecía nada fuera de lugar, aunque no dejaba de ser tenebroso, sobre todo en una noche neblinosa como aquella.

—¿Entraste allí, chicuela? —preguntó.

La chica no le respondió. Mirando a detalle pudo recordarla: la misma chica que acompañaba a la tal Tucker esa mañana durante el interrogatorio. ¿Cuál era su nombre? No podía recordarlo.

—Vámonos —dijo Gwuon, tomando a la chica por un brazo. Se negaba a levantarse del húmedo suelo—. Escucha, es peligroso andar sola a estas horas. ¿No sabes lo que pasó? Otro alumno murió hoy, mi'ja.

Sus palabras parecieron tener algún tipo de efecto en ella. La chica abrió la boca para decir algo, pero se encontraba en tal punto de hiperventilación que no pudo emitir más que balbuceos mientras miraba hacia el destartalado orfanato. Esbozando una sonrisa despreocupada, Gwuon asintió.

—Hay más contigo, ¿verdad? —aventuró el oficial—. Descuida, entraré por ellos.

—¿Qué ocurre, Gwuon? —Su improvisada compañera, Mami, se había acercado, sosteniendo otra lámpara—. Esa chica... ¿Está aquí sola?

—No, seguro que pensó que sería divertido venir a hacer una prueba de valor, yo hice muchas cuando era joven... Oh, pero todavía lo soy —añadió mientras guiñaba un ojo—. Mami, cuida de ella. Que suba a la patrulla y yo echaré un vistazo.

Sin notar que la adolecente trataba de negar rápidamente con la cabeza, Gwuon entró en el edificio. Tan pronto como entró pudo notar una pequeña muñeca antigua en el centro de la habitación, sentada de tal modo que le daba la espalda. Emitió una pequeña risilla, los jóvenes de ahora tenían ocurrencias muy extrañas.

Se quedó de una pieza al escuchar un rumor. ¿Había sido un grito? Sin duda había sido el grito de una chica, proveniente desde la puerta a su izquierda. Tal vez eran imaginaciones suyas, pensó. Era difícil escuchar claramente con los árboles de fuera rasgando las ventanas y paredes, simulando rasgueos de uñas humanas. Con todo, no podía solo entrar al área principal y regresar. Tenía que asegurarse de encontrar a más jóvenes que pudiesen haber acompañada a la pelirroja.


                               ***


Kaede Hashimoto mantenía una respiración profunda, pausada, tratando de calmar sus nervios. Tenía que alejarse de ese lugar, Fuura así se lo había pedido. Pero ahora estaba sentada en el asiento trasero de una patrulla, esperando que el imbécil del oficial no muriese por su necedad de parecer un buen hombre de la ley. Mientras, soportaba los intentos de conversación de la oficial novata.

—Y... ¿Cuál es tu nombre?

No respondió. En parte porque no tenía ganas de hacerlo, en parte porque dar su apellido facilitaría que la llevaran a casa. A su padre no le haría ninguna gracia verla llegar cuando se suponía que tenía que haber permanecido en el patio hasta el amanecer. No quería recibir más golpes, no quería recibir más... violencia aquella noche.

—Tenemos que irnos —dijo al fin, en voz baja.

—¿Perdón?

—¡Hay que irnos! —exclamó, asustando a la oficial—. Lo siento... Es que...

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