Capítulo: ¿Puedes oír cuando te llamo?

3.3K 453 224
                                    

Es demasiado difícil respirar, he sentido antes está sensación. He estado cientos de veces aquí pero nunca me termino de acostumbrar al dolor. 

...

Mitsuki golpeó la puerta tres veces antes de obtener una respuesta. La fragancia del shampoo floral estaba presente en su cabellera ceniza y su boca saboreaba el frescor de la pasta de dientes. Estaba presentable y con ropajes limpios pero sus ojos eran como los de su hijo, contaban una historia diferente, una historia que desearía borrar. Izuku vio a la mujer en el umbral y por un instante anhelo cerrarle la puerta en la cara por todo aquello que hizo, pero ese parentesco cruel lo hizo mantener la puerta abierta, esperando cualquier cosa. Un solo atisbo de esperanza para su mente errante. Entre el recuerdo y el olvido. 
La alfa se mantuvo muda en su puesto, el mismo silencio estaba esperando el eco de sus palabras pero no podía hacerlo sin sentir su lengua quemar contra la cavidad de su boca, su misma cabeza pesando más de lo normal; doliendo por culpa de la deshidratación alcohólica. Tan lamentable mujer que desearía arrancarse la piel para cambiarlo todo... La culpabilidad haciendo de gravedad en su cuerpo hizo que solo moviera la caja de zapatos hasta el pecho de Izuku, empujándola hasta el interior del departamento. Con la esperanza de que el muchacho leyera cada carta. 

—Creo que esto es tuyo, por favor lee cada de una de ellas. Katsuki lo hubiera deseado así—luego de eso, se marchó como una nube de humo ante la corriente. Con el tiempo y dejando una sensación molesta en las fosas nasales de Izuku. ¿Qué significaba todo esto?×

Hubiera deseado arrojar lo que sostenía, sin embargo, su corazón latió con fuerza contra su pecho al sentir el aroma de Katsuki en la caja. Era pequeña y la luz del sol naciendo en el horizonte la hacía ver aún más pequeña. Se sentó en el sillón de su sala de estar y abrió la tapa, cientos de cartas y fotografías suyas de cuando estaba en la preparatoria lo hicieron agradecer estar sentado, porque perdió todas sus fuerzas. Su corazón se cayó a sus pies al ver una pequeña piedra plana pintada a mano, un girasol que Katsuki le había hecho en el jardín de infantes yacía sobre ella. Rompió en llanto al recordar cómo se la entregó, era invierno y la nieve caía pero él con unos dientes menos le dijo: las rosas siempre florecerán para ti Deku, incluso en invierno. Ese fue el primer regalo que le hizo, hecho con sus manos y con el deseo de protegerlo de todas las personas que lo miraban en menos por ser un quirkless. Fue la personificación de su mayor deseo. 

Sin soltar la piedra, fue por la primera carta que halló. Una pequeña que estaba escrita con tinta verde. "Deku: hay ocasiones donde el papel se acaba. Simplemente busco un trozo de cualquier cuaderno y escribo lo que mi cobardía no me deja decirte. Si te dijera que odio cuando lloras por culpa de todos esos extras, ¿me creerías? Hay un eco en mi pecho y solamente dice en voz alta tu nombre. A veces me siento tan pequeño que no puedo creer que mi ego de mierda sea tan grande. A veces desearía ser tan valiente como lo eres tú. A veces simplemente desearía no tener a nadie aquí, solamente tú." Izuku soltó la primera lágrima mientras exprimía la piedra en su mano, no fue capaz de seguir leyendo esa al ver que seguía un camino así. De culpa, no quería leer palabras dónde se echaba la culpa pero todas eran así. 

Arrepintiéndose de no haber sido valiente. Por no haberlo amado a tiempo. 

"Ochako es mi Omega. Ochako es la persona que el destino quiere para mí, debería sentirme feliz pero no es así. Solo puedo ver cómo escondes tus ojos de los demás. De la misma forma que esa vez cuando supiste que eras un beta y lloraste hasta perder la voz. Sería más fácil dejar ir todo esto pero ¿cuál sería el jodido sentido de no soñar contigo? ¿A tu lado en una enorme casa con un perro feo que probablemente querrías más que a mí? Es injusto, el destino es injusto."

"Estuviste entrenando más de lo común, las cicatrices en tus brazos se enrojecen cuando haces demasiado esfuerzo. Es una observación que hice junto al notar que tus ojos siempre siguen los míos cuando te digo algo referente al entrenamiento. ¿Olvidaste lo que te dije cuando éramos pequeños? Yo nunca lo he hecho. Cuando dije que te quería, fue real. Siempre lo será en mi corazón, donde ambos somos felices."

Las Rosas También Florecen En InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora