Historia de un rockero autodestructivo

Tutorial de como arrasar en una actuación

¿Nunca te has planteado que ir en coche es más que un simple viaje? No parece gran cosa, pero incita a la reflexión, por lo menos a mí. Estar en silencio, ausente para los demás y presente para ti mismo, el delicado mirar por la ventana del vehículo que nos muestra un mundo más acelerado, donde todo pasa rápido para el que va dentro y lento, tortuoso para el que se encuentra fuera.Poder observar tantas cosas a la vez, calles, personas, vidas externas que desconocemos, que están en constante cambio sin saberlo al no tenerlas presentes, la viva imagen de la complejidad de nuestra sociedad. Está claro que no somos conscientes de lo que nos rodea, no estamos solos en este mundo.

Mientras pasábamos por los diferentes barrios no sería muy difícil ver cosas mal vistas para el resto: peleas, trapicheos, gente que se dedica a ofrecer su cuerpo por unos cuantos dólares, sin duda todo ello obra de un barrio marginal que nos consume. Indudablemente en parte es nuestra culpa, pero nos tratan como apestados, nos rechazan. Mucha gente es feliz en la ignorancia, normal, pueden que hayan tenido suerte y aun así no la valoren. Familias disfuncionales, relaciones problemáticas, pobreza...etc. Todos ellos motivos que no podemos elegir en nuestras vidas, pero de los que difícilmente podemos salir, algunas personas no se enfrentan a ello todos los días y puede que nunca lo hagan...La suerte del tonto es la que el mismo no reconoce.

Todo esto y más es lo que pensé mientras llegábamos a The Clash, el bar donde solemos actuar. Un tugurio donde se respira la misma esencia de la música: sexo, drogas y rock and roll. Aparcando el coche en la acera frente al local nos bajamos los tres, cada uno con su instrumento menos la conductora que no podía llevar la batería. Andando hacia la puerta con mi guitarra en mano pude presenciar esa característica fachada, que vi tantas veces y que no podría olvidar. Un pequeño edificio de ladrillo, pintado de un rojo carmesí intenso que por toda la pared tenia pegados carteles de grupos, coronando el marco superior de la puerta con la insignia de una calavera dorada. Para muchos la meca del Punk para principiantes, para el resto un lugar donde lo peor de la música se junta para demostrar su bajo talento, puede que seamos unos incomprendidos o los demás unos estúpidos, a mi juicio es una mezcla de ambos.

Al entrar nos sumergimos en un ambiente desconocido para la mayoría y deseado por los entendidos. El local estaba decorado con grafitis sobre paredes negras, predominaba un arte algo anárquico, puro como el desenfreno mismo del ser humano. Era difícil avanzar por el lugar, no era muy grande, pero estaba repleto de gente, de todas las edades, sexo, ideología, raza...etc. Pues como se dice la música une a la gente. Ya cerca de la barra, con apariencia de un gran bloque de metal oxidado me apoye en la misma, esperando a ser atendido por un viejo amigo, que al percatarse de mi presencia dibujo una pequeña sonrisa en su rostro para saludarme.

- ¿Pero mira a quien tenemos aquí? Si es don insoportable y sus lacayos. -Tras decir esto el camarero y dueño del local soltó una pequeña risa, era de esperar viniendo de Jack. Dicen que el detalle es aburrido, pero yo pienso contar todo lo que pueda, por ello os contare algo del apodado "pirata de California". Su nombre completo es Jack Norrington o por lo menos eso dice su ficha policial. Es el clásico ejemplo del síndrome de Peter Pan, un hombre de unos cincuenta años que aparenta bastantes menos, de barba y bigotes recortadas al milímetro de color negruzco al igual que su pelo, en ocasiones despeinado lo que dejaba ver a un hombre bastante apuesto. Cada tatuaje de su cuerpo cuenta una historia, desde los marines pasando por el tráfico de drogas, pequeñas bandas organizadas, la cárcel y su posterior "reinserción", todos sabemos que su dinero no es muy legal que se diga, pero es mejor no preguntar.