Capítulo 1

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Disclaimer: Hetalia y sus personajes pertenecen a Himaruya

Advertencias: Este fic contiene un poco de homofobia, palabras mal sonantes y puede cambiar de clasificación en adelante por escenas explícitas.

Aunque pueda sonar obvio, aclaro que no comparto los pensamientos y estereotipos homófobos que podrán aparecer. La idea es intentar mostrar el punto de vista de personas que no saben respecto a este tema y que, accidentalmente o no, comparten. No planeo añadir ninguna situación extrema.

El punto de este fic es intentar mostrar la autoaceptación. La identidad de cada uno es sólo suya y debería ser respetada, sin importar género, sexualidad, o étnia.

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El grifo continuaba goteando cuando decidió dirigir su mirada al espejo. Su reflejo era normal, a excepción del tono rojizo que sus ojos y mejillas habían tomado. Incluso tras haberse aclarado el rostro, continuaba ahí aquel color que lo delataba.

No había nada nuevo, nada extraño. Pero entonces, ¿por qué se sentía tan diferente? Quizás su vida anterior había sido prácticamente una mentira para él. No había diferencia alguna en realidad, tan sólo su mentalidad. Pero veintiocho años eran muchos para vivir engañado, al menos bajo su punto de vista.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Debería haber sospechado mucho antes, pero decidió meter aquellos pensamientos en cajas dentro de su mente. Cajas dentro de cajas, cerrándose en él mismo mientras el resto de personas actuaban de forma natural, como si aquello fuera lo correcto que Antonio debía hacer.

Suspiró con pesadez y cansancio. Limpió el último intento de lágrima con el dorso de su mano y volvió a entrar en su habitación.

Todo estaba desordenado, aunque vacío. Se sentó en cama y palpó la parte vacía del colchón, notando la pequeña marca que ella había dejado al haber dormir tanto tiempo en aquel lado. Una parte de él quiso arrepentirse de lo que había dicho y actuar como si nada hubiera pasado, pero no tenía forma de cambiar lo que ocurría.

Como si él hubiera elegido nacer homosexual.

La discusión había sido algo fuerte, pero calmada. Había habido mucha tensión en sus palabras, en sus miradas, pero en parte ambos sabían que no había solución. Por suerte para Antonio, no recibió insultos, o golpes. Quizás, y sólo quizás, ella se lo imaginaba.

Se tumbó y observó el techo durante un largo rato. Sólo podía escuchar su propia respiración y al canario cantando a lo lejos en la sala. ¿El pájaro era suyo? Ya ni estaba seguro. Cerró los ojos mientras intentaba asumir lo que acababa de pasar, de su nueva identidad.

Se levantó y frotó sus párpados. Tenía que dejar de pensar en todo aquello. No era tan malo, sólo nuevo y extraño.

Se levantó y apartó un libro del suelo con el pie, para tomar la chaqueta y salir de la habitación. Saludó a su mascota y abandonó el apartamento.

Fuera casi empezaba a anochecer. No sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había estado en su habitación con y sin compañía, pero tampoco quería centrarse en aquello.

Abrió la puerta de su coche y condujo durante un rato, sin mucho rumbo ni objetivo. Al cabo de unos minutos, aparcó en donde pudo y comenzó a caminar por las poco conocidas aceras de aquellas calles, sintiendo como la brisa del norte le agitaba el pelo y la chaqueta. Se detuvo frente un bar cafetería y leyó el rótulo. Dudó un segundo y entró en el establecimiento. De todas formas, el local era mucho más acogedor que el frío y viento del exterior.

No preguntaré y tú tampocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora