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Val

Jamás me había sentido tan sola como en este momento.

Estoy en el casco antiguo de Sosa, una ciudad en la que nunca he estado, buscando la dirección que tengo apuntada en un papel. 

Mía me lo ha explicado todo. Voy a ser ojos y oídos en esta ciudad. Viviré con una identidad falsa, mi nombre será Valeria Sera. Se supone que estoy casada con un comerciante llamado Tomás Nerón, mi supuesto novio de toda la vida. Hace poco que Valeria y Tomás se han casado y se acaban de mudar a Sosa. Nos acabamos de mudar a Sosa. Tengo que empezar a convencerme de que yo soy Valeria.

Antes de salir de la Colmena me he pasado días repitiendo información sobre mi pasado, mi familia, mis aspiraciones, pequeñas anécdotas que Tomás y yo compartimos. En un principio me iba a llamar de otra forma, pero después de la preparación seguía vacilando al decir mi nombre así que decidieron cambiarlo por uno similar. Si alguna vez fallo, parecerá un diminutivo.

Calle de la Senda, número 19. He llegado.

 Ante mí, un antiguo edificio con la fachada de piedra ennegrecida por el humo de unos vehículos que hace años que no transitan por las calles de Sosa. La puerta negra del edificio debe medir cuatro metros de alto y cuando introduzco la llave, solo se abre una de las hojas. Ante mí se extiende un recibidor grande con unas anchísimas escaleras que conducen a los pisos superiores. Agarro mi pequeña maleta, y subo hasta el cuarto piso.

 Nerón Sera, pone en una placa de latón dorada. No me puedo creer que hayan reparado en este grado de detalle. Los compañeros son realmente increíbles.

Llamo a la puerta con los nudillos y cuando la puerta se abre un hombre me recibe con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Cariño! Te estaba esperando—me dice rodeándome con los brazos y levantándome en vilo en medio del descansillo.

Te estás pasando, pienso para mis adentros. No entiendo la necesidad de ser tan efusivo.El hombre me deja en el suelo y tras meter mi maleta cierra la puerta tras de sí y se da la vuelta sin dejar de sonreír como antes.

—Perdona—me dice con voz mucho más baja—la vecina de enfrente está todo el día en la mirilla.

Oh vaya, parece que sí que tenía que ser así de efusivo. Me cae mucho mejor ahora que no es un sobón gratuito. Su sonrisa es contagiosa y le imito cuando le extiendo la mano.

—Soy Val...eria—digo haciendo una pausa cortísima entre mi nombre y el de mi alter ego.

Tom me estrecha la mano que es cálida y suave y me da un ligero apretón.

—Tomás, pero llámame Tom. A mí también me jodía que me cambiasen el nombre—me dice guiñándome un ojo—cuando tengan que vivir con ello los de Inteligencia que se pongan el nombre que quieran. Bienvenida a tu nueva casa, Val.

Tom me enseña el piso donde viviré los próximos meses. Es un piso antiguo con los techos altos y enormes ventanas con balcón que dan a la calle. El salón tiene un sofá con una mesita en el centro y una mesa con seis sillas. Junto a él, se encuentra una pequeña cocina que por lo que veo Tomás ha mantenido bien aprovisionada.

—Espero que te guste comer. Soy un cocinillas y paso tanto tiempo aquí encerrado que la única forma que tengo de entretenerme es en la cocina.

Si las almas gemelas existen en los compañeros de misión, he encontrado la mía.

Desde el recibidor sale un pasillo con varias puertas a ambos lados. Pasamos de largo la primera, donde me dice Tom que está su habitación. Frente a su puerta hay otra abierta por la que me hace pasar antes que él.

La Danza de la ColmenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora