El Hombre Del Sombrero

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Pensamiento se encontraba en la Galaxia de la nada, una agrupación de estrellas del todo. Alrededor de este se sentía una atmosfera de conocimiento, nuevas ideas y sabiduría. Si pones mucho cuidado a los sonidos que le rodean, escucharás un enjambre de ideas salvajes, estas se rehúsan a quedarse dentro del sombrero, se escapan por un agujerito en un parche mal puesto. 

Pensamiento era humilde, de ojos cautivadores y expectantes; especialistas encontrando nuevas ideas. Vestía una túnica color verde musgo con motas color letra, unas botas negras, una chaqueta de números y prendedor de verso en su escasa barba. Él deseaba más que nada tener con quien compartir su conocimiento. Estaban los humanos, sí, pero Ignorancia se había incrustado en sus mentes y estos eran ahora seres ignorantes. 

Pensamiento sabía que tenía que hacer algo, no soportaba ver seres tan capaces sumidos en la barbarie. Tenía que enfrentar a Ignorancia, una seductora mentira, llena de desconocimiento. Pensamiento no sabía cómo la derrotaría, así que buscó y buscó nuevas ideas. Y cuando hubo reunido tantas que su sombrero pesaba más que las palabras; decidió visitar a Ignorancia.

Ella vivía en la estrella del desconocer. Cantaba letras sexistas, influenciaba a los políticos. Enjaulaba los instintos de sobrevivencia del conocimiento, esa sensatez que ardía mas no se incineraba.

Cuando pensamiento la vio quedó asombrado. Ignorancia llevaba un vestido color miedo, unos tacones de mentiras y el pelo de hortensia decorado con incertidumbre, sus ojos de claveles amarillos escrutaron a Pensamiento.

Él habló: “Vengo a darte un regalo.” Ignorancia que no le daba importancia la flor azul que traía replicó: ¿Es esa flor lo único que traes para mí?

“Me temo que sí, pero, deberás saber que menos, es más.” Pensamiento se acercó, le tendió la flor azul y una idea salvaje se posó en ella. Ignorancia la tomó, la olisqueó, admiró. “Y, ¿por qué esta flor? Pensamiento le sonrió.

Le hizo un ademán y lentamente se quitó el sombrero, fue deshilachando los hilos del destino con un alfiler de libertad. Al quitárselo las ideas salieron: volando, nadando, corriendo, galopando. Se fueron como palabras nerviosas. Se escuchó el rugido de una ola al encontrarse con las piedras. 

Pensamiento se fue desvaneciendo, poco a poco, a fuego lento. Sabía que perdería su chaqueta verde musgo con motas color letra, su escasa barba y su prendedor de verso. Con calidez en su rostro murmuró: “quid pro quo”. 

Ahora la sensatez volvía a los hombres, esa llama que abrazaba su mente, esa flama que no se apaciguaría. Pensamiento ahora está en todos lados y en ninguno. A veces divaga en la mente de un artista, de un político sensato (de los pocos que hay), o de un niño curioso.

Así, que si algún día escuchas un zumbido incesante sabrás que Pensamiento y sus ideas salvajes están cerca.  

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2019 ⏰

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