EL MISTERIO DE DANIEL

6 2 2
                                    

Un día del año 1850 cierta dama de origen desconocido se estableció en una pequeña localidad de los Estados Unidos, adonde llegó acompañada por su hijo, un niño de rostro pálido y triste al que ella llamaba Dan. Madre e hijo se recluyeron en una modesta casa de campo, donde vivían sin otra compañía que la de una joven doncella llamada Molly y un robusto cochero que respondía al nombre de Jack. Ambos criados llevaban poco tiempo al servicio de la dama y no sabían de dónde venía ni quién era el padre del niño. Fuera como fuera, parecía una mujer bastante retraída, que vivía permanentemente enclaustrada en su nuevo hogar. Tampoco había enviado a su hijo al colegio, poniendo como excusa que se hallaba delicado de salud (cosa fácil de creer, teniendo en cuenta su aspecto lánguido y macilento). Solo se acercaban al pueblo los domingos por la mañana, para oír misa en la iglesia presbiteriana. A menudo se quedaban en la iglesia tras los oficios religiosos, pues la madre tenía interés en hablar a solas con el reverendo Wilson. Sin embargo, nadie sabía de qué hablaban y, de no ser el reverendo un hombre de probada rectitud, muchos hubieran podido pensar que aquella misteriosa y atractiva mujer estaba intentando seducirlo.

Así siguieron las cosas hasta una fría tarde invernal. Dan estaba en su habitación leyendo los cuentos de Edgar Allan Poe cuando entró su madre y le dijo:
-Dan, he oído relinchar a los caballos. ¿No podrías bajar al corral y ver por qué están tan nerviosos?
Dan era un muchacho cariñoso y obediente, pero estaba tan emocionado con la lectura que, por una vez, intentó escaquearse:
-¡Ay, mami! ¿Y no podría ir Jack?
-Fue de compras al pueblo y aún no ha vuelto.
-¿Y Molly?
-Me está ayudando a preparar la cena.
Finalmente, el pobre Dan se dio por vencido y, tras separarse con desgana de su libro, bajó al corral murmurando:
-¡Como sea otra vez ese maldito gato vagabundo, hoy sí que me va a oír!
Pero lo que encontró en el corral no fue ningún gato, sino una mujer desconocida, cuyos ropajes oscuros contrastaban fuertemente con la blanquecina palidez de su rostro. Dan, aunque sorprendido y algo asustado por su presencia, le dijo educadamente a la intrusa:
-¿Necesita usted algo, señorita?
Ella respondió con voz dulce de acento extranjero:
-Sí, querido niño. ¡Tengo mucha sed!
Dicho esto, la extraña se arrojó sobre Dan con increíble rapidez, le tapó la boca con la mano y hundió sus afilados colmillos en la garganta del muchacho, cuya sangre empezó a sorber con una fruición casi erótica. El indefenso Dan no tardó en perder la conciencia, pero antes de desmayarse oyó que aquella mujer le decía:
-Tranquilo, eres demasiado guapo para morir. Cuando despiertes, tú también serás un vampiro y solo me amarás a mí. Mataremos los dos juntos a un viejo rival que se oculta en este pueblo.
Ya era de noche cuando Dan recobró la conciencia. Pese a que aún se sentía bastante débil, consiguió levantarse y entró tambaleándose en la casa, donde vio, con horror, que la pesadilla no había terminado. La mujer vampiro seguía allí y, mientras Dan estaba inconsciente, había capturado a su madre y a Molly. Ambas mujeres estaban amordazadas y atadas a sendas sillas del salón. Su captora sonrió cruelmente cuando vio a Dan y le dijo:
-Llegas justo a tiempo para darte un banquete. Tu sangre me ha dejado satisfecha, así que te he reservado estos dos pastelitos. ¡Vamos, acércate sin miedo! Quiero ver cómo las matas.
Dan se acercó con los ojos enrojecidos por un fuego infernal, pero, en vez de atacar a las indefensas prisioneras, se abalanzó sobre la mujer vampiro con el ímpetu de un lobo enfurecido e intentó clavarle un cuchillo en el corazón. No sin dificultades, la mujer vampiro logró rechazarlo y lo arrojó contra la pared con todas sus fuerzas. Dan se llevó un terrible golpe, que lo dejó completamente aturdido. Su adversaria se había quedado tan sorprendida por su reacción que, en vez de rematarlo inmediatamente, lo examinó y dijo en voz alta:
-¡No puede ser, aún tienes suficiente fuerza de voluntadpara rebelarte contra mí! Eso es imposible… salvo que ya tuvieras sangre de vampiro en tus venas antes de que yo te atacara. ¡Claro, ahora lo entiendo! Tú eres un maldito híbrido, seguramente el hijo de mi enemigo. Entonces voy a tener que matarte.
La mujer vampiro se preparó para rematar a Dan antes de que este pudiera levantarse, pero entonces entraron en la casa varios campesinos armados. Habían llegado allí siguiendo una estela de muertes misteriosas, entre ellas las del cochero Jack. Tras matar a la mujer vampiro clavándole una estaca en el corazón, aquellos hombres hicieron ademán de liberar a sus prisioneras. Pero, cuando le quitaron la mordaza a Molly, esta gritó:
-¡Ese niño y su madre son el hijo y la furcia de otro vampiro! ¡Os lo juro, yo misma lo he oído!
Al oír esto, uno de aquellos hombres mató de una cuchillada a la madre de Dan, mientras le escupía estas palabras:
-¡Siempre supe que no eras trigo limpio, maldita ramera!
Los demás miembros de la partida rodearon a Dan, que seguía débil y aturdido, con la intención de matarlo antes de que pudiera defenderse. Pero entonces entró allí el reverendo Wilson, que los amenazó con una pistola y les dijo:
-¡Atrás todos, miserables! ¡No permitiré que aquí se vierta más sangre inocente!
Los campesinos miraron con furia al recién llegado, pero no se atrevieron a desafiar su puntería y se apartaron sin decir nada. Viendo que ya no podía hacer nada por la madre de Dan, el reverendo se llevó consigo al muchacho y huyó con él en su carruaje. Este se recobró gracias a la fría brisa nocturna y preguntó con voz trémula:
-¿Y mamá?
-La has perdido, hijo. Ahora tienes que ser fuerte y seguir tu propio camino. Es lo que ella hubiera querido.
Dan se puso a llorar como podría hacerlo cualquier otro niño, mientras el reverendo le decía con voz dulce:
-Tu madre me contó cómo mantuvo una relación amorosa con un vampiro, de la cual naciste tú. Ella venía a verme para que rezara por tu alma y creo que mis preces no han sido totalmente infructuosas. Ahora que ya nos hemos alejado bastante de nuestros perseguidores, tú debes seguir adelante, mientras que yo debo volver a mi parroquia. Llévate uno de mis caballos y únete a alguna caravana que se dirija al Oeste. Dan, tragándose sus lágrimas, dijo con voz trémula:
-Pero ellos saben que usted me ha ayudado. Si vuelve al pueblo, lo lincharán.
-El buen pastor debe morir por sus ovejas… aunque sean ellas mismas las que lo maten. Si no volvemos a vernos, te deseo mucha suerte en tu porvenir, que, según creo, será bastante difícil… y peligroso.
-¡Muchas gracias por todo, reverendo Wilson!
-¡Hasta siempre, Daniel Hunter!

Cuando Daniel volvió al pueblo, muchos años después, el diario secreto de su madre y un viejo periódico le revelaron dos cosas que ignoraba. El reverendo Wilson era, en realidad, Hecateo, el vampiro que lo había engendrado. Y aquella noche este no había vuelto al pueblo para ser martirizado por sus feligreses, sino para vengar la muerte de la mujer que amaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 23, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Antología de leyendas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora