Capítulo 4: Una Deliciosa Tortura.

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Aterrizar en Madrid sanos y salvos fue un alivio para mí. No es que desconfiara de Gabriel como piloto. Pero me daba miedo volar.

Como era de esperarse, un chófer nos esperaba en una limusina para llevarnos al hotel. Al más caro de Madrid. Por supuesto. Estaba ansiosa por llegar. Estar en otro país era como estar en otro planeta. Miraba por la ventana observando cada detalle con atención, emocionada como una niña pequeña.

En un momento, Gabriel y Cristian estaban concentrados teniendo una conversación sobre un cliente, y Tobias aprovechó la ocasión para acariciar lentamente mi pierna y mirarme con descaro. Tan solo con mirarme me ganaba la batalla. Sentía mi vientre desarmarse ante su tacto.

Gabriel se percató de lo que sucedía y dejó de hablar.

—Espero que te comportes esta vez Tobias—manifestó, con malestar en su voz.

Tobias puso los ojos en blanco y quitó su mano de mi pierna. Yo comencé a sentirme incómoda.

¿Qué estaba haciendo? No podía seguir así. Esto era una locura. Me sentía culpable.

Me pregunté qué habría hecho Tobias la vez anterior para que Gabriel le diga aquello.

No tardamos mucho en llegar al hotel. Era imponente, lujoso y maravilloso. Desde pequeña siempre soñé con hospedarme en un lugar así. Pero es un lujo que jamás podría darme por mis propios medios. Una noche en una suite equivale a un mes de trabajo para mi.

—Amarás este lugar Elena—aseguró Cristian.

—Estoy segura que si—afirmé, sonriente.

Mi suite estaba en el mismo piso que Gabriel. Así que Tobias y Cristian se bajaron antes del ascensor dejándonos a solas.

Pero Gabriel no dijo una palabra y eso me hizo sentir muy incómoda. Ya no era amable y tierno como en la cabina.

Me dio la tarjeta de mi suite con desgano y se dirigió a la suya sin siquiera decir adiós.

Genial. Ya me odia otra vez.

Cuando entré a la suite parpadeé varias veces para estar segura de que el lugar era real y no un sueño. Era lo más lujoso y bello que había visto en mi vida. Corrí hacía la enorme cama y me dejé caer. Suspirando como tonta. Sonriendo. Como hacía mucho no lo hacía.

Desempaqué mis cosas y antes de darme una ducha decidí llamar a Julia. Después de todo no había hablado con ella desde aquella noche.

—Oh Elena, al fin me comunico contigo.

—Disculpa. He querido hablarte pero he estado ocupado. Esto ha sido... Una locura. Joder—dije y ella comenzó a reír.

—Dime. ¿Cómo la has pasado con Cristian? Cuéntame. Ahora—sentenció. Podía percibir un rastro de perversión en su voz

—Fue increíble. Estos hombres van a Volverme loca. No se que me sucede. No sé qué han hecho conmigo. Pero jamás disfruté tanto del sexo—confesé.

—¿Estos? Déjame adivinar. Tobias—afirmó.

Le conté lo que había pasado con el en el avión y el momento que tuve con Gabriel en la cabina.

—Oh nena. Los tres están locos por ti. Desde ya puedo asegurártelo. Gabriel no es así, nunca. Pero ten cuidado. Ellos no se enamoran Elena. Si esperas tener una relación seria, no será con ellos—afirmó, con seriedad.

—Lo sé. Lo tengo claro. Por ahora solo quiero disfrutar de todo esto y de todos modos no quiero ninguna relación. Acabo de salir de una ¿recuerdas? Por cierto—añadí—¿sabes que sucedió con la asistente anterior?—tenía que preguntarle. Quería saber.

La Piel Del Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora