14. Te invito a nadar.

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1958, Ciudad de México.





Joaquin

Estaba completamente seguro que mi rostro reflejaba absoluta sorpresa, una energía positiva me recorría el cuerpo de la cabeza hasta los pies. Osorio me había hablado, por primera vez en todas estas semanas que llevamos de convivencia, de sus labios había obtenido algo más que silencio. 

Al principio su actitud tan evasiva me generaba molestia y desconcierto, pero después de enterarme por boca de su padre que toda su vida había estado envuelta por silencio; comprendí que su mutismo iba más allá de sus propias decisiones, que el no comunicarse era algo que él no elegía, más bien era como un castigo impuesto por su propia mente.

A pesar de ser esta la primer conversación correspondida que obtenía de él, yo conocía a Osorio. Sus acciones me habían demostrado que no era una mala persona. Muy por el contrario, en su mirada había aprendido a leer el alma tan buena y pura que guardaba detrás de esa barrera de miedo y descontento que se autoimponia.

La sonrisa en mi rostro era de evidente alegría, no podía creer que me había ganado su suficiente confianza para que él rompiera esas cadenas en su garganta, para que dejara a un lado el peso del miedo y me correspondiera las palabras. No quería presionarlo, pero me estaba muriendo por continuar con nuestra conversación. Mi idea no era sofocarlo o asustarlo, pero si quería ver si esto que acababa de ocurrir iba a ser deslumbrado por mi conciencia una sola vez en la vida o iba a tener el privilegio de escuchar su voz de manera habitual.

—Estoy gratamente sorprendido, Osorio.El cadete a cargo estaba en el pasillo contrario revisando la limpieza de los otros uniformados, por lo que creí que el momento de darle pie a que la conversación continuara era este. —Nunca pensé que mis oídos tendrían la dicha de escuchar tu voz.

Sus pupilas obscurecidas se centraron en mi mirada de manera angustiada, no quería hacerlo sentir incomodo por lo que fingí no darme cuenta de lo mucho que le estaba costando permanecer a mi lado.

—Yo... Me llamo Emilio. Pu-Puede llamarme Emilio. El nerviosismo en su voz era como un balde de agua helada para mi corazón, quería tener el poder de aliviar todo lo que lo atormentaba, quería ser yo quien le diera la fuerza para ser un poco más él mismo. 

Los pasos firmes de la autoridad estaban cerca de nuestro rumbo por lo que ambos tomamos nuestras posturas correspondientes y detuvimos por un momento nuestra conversación. Después de todo ambos dormíamos en la misma habitación y estaba plenamente confiado que lo que había pasado hace unos segundos iba a ser el inicio de algo especial, muy especial.







Emilio

El hueco en mi estomago era cada vez más grande, por más que lo intentaba no dejaba de recriminarme por la torpeza de mi voz al hablar. Mi mente estaba empeñada en convencerme que el chico que venia a mi lado estaba odiando todo de mí, pero una luz en el fondo de mi conciencia me suplicaba que no retrocediera, que esto valía la pena, que no lo soltara, que no me dejara vencer.

Nuestros pasos iban al mismo ritmo, ambos cansado después del castigo, el rostro de mi compañero completamente lastimado por la golpiza injusta que había recibido. Yo decidí meterme en problemas para ser castigado igual que él, estaba comprometido a ser lo más valiente que había sido jamas, por demostrarle aunque sea un poco todo el agradecimiento que sentía por él. Y lo había logrado, a pesar de todo pronostico, había conseguido hablarle. Pero quería más, necesitaba más. Y como si el chico de pestañas pobladas leyera mi mente su voz hizo que mis sentidos se aceleraran.

—Emilio es un lindo nombre, ¿cómo no lo supe antes?

—Nunca me lo preguntaste.Me esforcé en responder intentando ponerle un toque de humor  a mi voz que para ser sincero fue realmente patético.

—Aunque lo hubiera preguntado, no me habrías respondido.

—Tienes razón.La sonrisa de mi contrario me provoco sonreír de manera genuina, de verdad quería hacerlo, estaba feliz de hacerlo. Sin darme cuenta mi mirada se encontró con la de Joaquin y nuestros pasos se alentaron de manera sincronizada. Estaba totalmente ido, no sabia si estaba embelesado por el chocolate de sus ojos o por su perfecta sonrisa. 

La idea más estúpida jamas pensada se me cuela en la cabeza, se que lo más probable es que sea rechazado pero aun así decido que Joaco vale la pena el esfuerzo. Mi familia ha salido esta tarde hacia la cena de la familia Olivera, por supuesto que yo estaba invitado, pero gracias a mi infame falta perdí el derecho de acompañarlos, no podría estar más feliz por ello.

—¿Qui-quieres acompañarme a nadar a la piscina?El tono en mi voz era tan bajo que dude por un segundo que Joaquin me hubiera escuchado. Pero el freno en seco de sus pasos me hizo darme cuenta que mi mensaje había sido recibido.

El mareo en mi visión fue casi  instantánea, no sabia que hacer, no me sentía capaz de levantar mi mirada y enfrentar la reacción que esperaba frente a mi. De repente unos chasquidos cerca de mi oído hacen que mi cuerpo brinque en un solo impulso y mi rostro se congele en la enorme sonrisa que tenia delante.

—Tu padre nos mataría.

—Mi familia no-no esta.

—Haberlo dicho antes.Nuestras manos se entrelazaron casi al instante y un fuerte tirón me hizo caminar hacia adelante con prisa.

Joaquin me llevaba de la mano hacia la entrada de mi casa, estaba hablando con él, nos estábamos sonriendo e íbamos a nadar juntos en la piscina de mi hogar. Estaba siendo todo tan irreal pero tan jodidamente bueno que estaba poniendo todo mi autocontrol para no arruinarlo, de verdad quería que esto saliera bien, realmente bien.











Joaquin

El agua esta tan fría que por un microsegundo me arrepiento de haberme lanzado de primeras a la alberca. El cuerpo pálido del chico de rizos esta todavía en la orilla acomodando su ropa sobre la mesa de madera al fondo del jardín. Mi cuerpo se aclimata rápidamente a la temperatura y la comodidad empieza a abrigarme. 

No se en que momento las cosas dieron este giro tan brusco, pero tenia que aceptar que toda esta nueva dinámica me encantaba.

—El agua esta fría.— Le aviso a Emilio y sus cejas se curvan hacia arriba con sorpresa, me sorprendo a mí mismo perdiendo mi mirada más de la cuenta en su tierna mueca.

—Me-Me gusta el agua fría.— Las pausas en su voz me hacen querer protegerlo de todo, es un genuino sentimiento que había despertado en mí hace semanas, pero que se estaba intensificando con velocidad.

El agua reboto hacia arriba cuando el cuerpo del rizado se sumergió en la alberca de manera apresurada, sus largos rizos se acomodaron hacia atrás al salir a la superficie, lo que hizo que sus marcadas facciones se destacaran lo suficiente para dejarme anonadado.

Como si mis acciones fuera dominadas por algo más que mi razón empiezo a salpicar de manera juguetona en su dirección, consiguiendo que una tímida sonrisa se desencajara en su rostro, haciendo que sonriera de vuelta.

La estaba pasando realmente bien. Sabia que no nos quedaba mucho tiempo para disfrutar el agua de la alberca, puesto que los Osorio no tardarían en llegar, pero apreciaba a sobre manera esta invitación que Emilio me había hecho.

Todo este tiempo me había conformado con llamarlo por su apellido, olvidándome totalmente de cual era el nombre del chico que dormía a diario en mi habitación, pero ahora que lo sabia no podía dejar de apreciar lo lindo que se escuchaba su nombre en mi mente.







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Hola lectores.

Aquí les dejo el capitulo 14, espero que les este gustando la historia.

Gracias por los comentarios, los votos y por seguirme aquí en wattpad.

@amargotequila





Camuflaje - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora