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“Recuerda esto; tu también puedes quebrarte.”
Kim NamJoon

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“Necesito que te lleves a la pequeña heredera Hyūga contigo”

Las palabras del Hokage aún se repetían en su mente, aquello como consecuencia creaba un gran cambio a sus planes, desde un principio, en el momento en el que se le fue asignada la misión de matar a su clan, en sus planes nunca estuvo una niña de ojos blancos que recordaban brillaban como la luna.

Definitivamente la heredera Hyūga no estaba en sus planes, él estaba decidido a abandonar su alma a la oscuridad, estaba decidido a ya no seguir luchando, pero de pronto llegaba ella, irrumpiendo en sus planes, de pronto llegaba esa pequeña inocente que pagaría el precio por errores de otros, sería obligada abandonar todo lo que conocía por mantener la paz de su aldea.

Ella al igual que él, eran solo daño colateral, Konoha los olvidaría con el pasar del tiempo, ignoraría sus sacrificios y como siempre había sido vivirían creyendo ingenuamente en la paz que poseían.

Sentado en la cabeza del cuarto Hokage, Itachi se dedicó a observar la aldea, esa aldea en dónde nació, donde creció, esa aldea que lo alimento y le brindo cobijo y por un momento, por un pequeño momento dudó de lo que haría, dudó de si lo que estaba a punto de hacer sería lo correcto, dudó de ser lo suficientemente fuerte para matar a su familia, dudó de ser lo suficientemente cruel para destruir la vida de su amado hermano. Por un pequeño instante él dudo de su amor por Konoha, pero entonces tras ese breve momento de duda y debilidad también recordó sus pequeños momentos de felicidad en la aldea que lo vio crecer, pequeños momentos que él atesorados en su corazón hasta el fin de sus días, y entonces, la duda desapreció y la convicción regreso.

Destruiría su corazón por esa aldea que tanto amaba.

[…]

Tensa, incómoda, nerviosa y asustada. Esas eran las sensaciones correctas que poseía en ese momento, en el que bajo el escrutinio de la mirada de padre sentía su corazón latir desbocado en su lecho de puro terror, mientras su cabeza trabaja a todo dar, buscando las razones por las que podría haber hecho molestar a su padre otra vez.

—Levanta tu rostro Hinata.—escucho la voz fría y severa de su padre haciéndola pegar un pequeño saltito en su lugar.

Atemorizada obedeció la orden, más aún así no tenía el valor de mirar a su padre a los ojos, en cambio posó su clara mirada en todas las esquinas de la habitación.

—Eres la heredera del clan Hyūga, Hinata.—escucho la voz de su padre nuevamente y por unos cortos segundo lo observó, su rostro se veía más cansado de los he recordaba haberlo visto jamás, y su piel estaba más pálida de lo normal.—Debes ser fuerte, debes mostrar el orgullo de tu linaje, nunca le muestres debilidad a nadie, nunca llores enfrente de nadie, si sientes miedo, dolor, angustia y tristeza nunca la exteriorices enfrente de alguien más, llora, grita, patalea si así lo quieres, pero hazlo sola, hazlo dónde nadie te pueda ver y luego regresa más fuerte que la vez anterior. Llora solo por un momento, cúlpate solo por un momento a cambio no lo olvides por un largo tiempo, de esa forma  serás capaz de seguir adelante.—dijo su padre con su voz fría y severa, y por unos cuantos minutos ella solo lo observó, olvidando su temor, confundida por sus palabras.

¿Por qué le decía todo aquello? ¿Qué no estaba ahí por haber cometido algún error?

—O-Otou-sama…

Pero antes de siquiera hacer la pregunta su padre de levantó haciéndola callar lo que iba a decir.

—Ya puedes irte, ve a jugar con Hanabi y Neji.—ordeno y ella lo observó aún más confundida.

—¿J-Jugar…?—susurro incrédula más su padre solo asintió y ella no tuvo el valor de preguntar siquiera él porque de tan extraña orden.

Mientras hacia una reverencia y salía, volteo su mirada unos cortos segundos hacia atrás y por un momento le pareció ver el dolor y la culpa pintarse en la mirada clara de su padre.

¿Estaría él bien?

[…]

“—¡¡No me mates!! ¡¡No me mates por favor!!.”

El ruego de  Sasuke aún se repetían en su cabeza, estrujando su corazón y marchitando su alma. Su mirada aterrorizada había calado tan dentro de su corazón que por un momento quiso explicarle todo ahí mismo, quiso pedir por su perdón, pero eso no era parte del plan, ya luego tendría la oportunidad de explicarle todo.

Estaba a solo minutos de terminar su misión, a solo segundos de romper en llanto, solo debía de aguantar un poco más, solo un poco más y podría derrumbarse.

No le sorprendió en absoluto el que al llegar a la mansión Hyūga nadie saliera a su encuentro, ellos poseían el ojo que todo lo ve, debieron haberlo visto llegar desde el momento en el que salió de su clan. Siendo sigiloso se deslizó por entre los muros de aquella mansión hasta llegar a la habitación de ella, su misión.

No le sorprendió verla dormir , sus mejillas estaban sonrojadas y su respiración era tranquila y acompasada, tenía una suave y muy linda sonrisa en el rostro, y de haber tendió más tiempo se hubiera quedado a verla dormir más tiempo, pero en ese momento le era imposible s impensable. Hyūga Hiashi había creado una oportunidad para él, debía de ser rápido y preciso.

Con manos temblorosas cogió la pequeña mochila que cargaba consigo y se apresuró abrir el armario, cogiendo unas cuantas mudas de ropa, una vez listo se apresuró hasta la cama y envolviéndola en la sábana la cargo en sus brazos, siendo lo más cuidadoso posible para no despertarla, más aún así fue inútil. Cuando estaba listo para salir de aquella mansión sus claros ojos lo observaron confundidos.

—¿O-Otou…sama?.—la escucho susurrar confundida.

SacrificiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora