= P R O X I M A M E N T E =

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Se enamoraron por casualidad.

No tenían idea de cuando había sucedido con exactitud, pero se querían. Sus corazones latían con fuerza por la simple presencia del otro. Y sus manos, tiernamente se entrelazaban bajo las mesas de los escritorios en la escuela.

Aveces, cuando iban por las calles y sus meñiques inconscientemente se rozaban, sus rostros se coloraban. Eran unos tórtolos enamorados, incapaces de esconder la obviedad de sus sentimientos, pero no teniendo otra opción más que hacerlo. No se podía, era incorrecto, ¿enamorarte de una persona de tu mismo genero? Era una atrocidad, ¡Quién podría hacerlo!

Al menos no en aquel entonces, esos eran otros tiempos. Es por eso que su amor era prohibido, y sus citas a escondidas, muchas veces llamando por teléfono largas horas, o yendo a tomar una malteada, e incluso, en algunas ocasiones, arriesgándose a compartir un helado, en publico, sobre el parque. Su amor era un secreto, enviándose cartas y mensajes en silencio, sin que ningún adulto lo supiera. Los papeles llenos de poemas, contenían melosas y melancólicas promesas, de quererse y atesorarse mutuamente, incluso cuando el mundo en el que vivían no se los permitiera.

Aquellos cortos y rápidos besos que se daban entre los pasillos, o bajo el árbol en los soleados días de verano, esos pequeños piquitos que eran casi imperceptibles y que solo sucedían cuando nadie más los veía, eran los que hacían al corazón del albino saltar con alegría y gritar internamente como quinceañera enamorada. Sentía su cuerpo entero derretirse con aquellas preciosas sonrisas que le dedicaba el castaño. 

Ellas, eran sus desgarradoras perdiciones, que lo hacían llegar a su casa con la cara totalmente colorada, haciendo imposible la tarea de ocultar a su madre y hermana, el verídico hecho de que se encontraba enamorado.

Se conocían desde siempre, prácticamente se habían vuelto amigos apenas verse. Su grupo tampoco era muy grande que digamos, tan solo 5 muchachos que siempre se acompañaban para hacer cualquier cosa, en realidad.

Mérida era una chica fuerte y deportista. Rapunzel tenia un corazón amigable y creativo cual flor de verano, o a las coronas que acostumbraba a llevar en la cabeza, alentando al estereotipo hippie de la época, y su pareja Eugine tampoco se quedaba atrás, siguiéndola hasta la ultima de sus aventuras, como el novio embobado que era. 

En cuanto a ellos, eran polos opuestos, como el frío o el calor, el día y la noche, el invierno y el la primavera. Hiccup era tranquilo, y se quedaba con la ternura y la inteligencia, mientras que el albino tenía un corazón de oro y la belleza, siempre con una sonrisa alegre dibujada en su cara. Era difícil no embobarse en sus ojos, y poderlo tomarlo en serio.

Sus vidas, a pesar de la universidad, eran sencillas. Estudiaban, algunos trabajaban medio tiempo, salían y se divertían. Nada de que preocuparse, no eran adultos aún. Podían hacer lo que querían, apenas estaban floreciendo como personas, a punto de abrir sus alas al futuro y finalmente conocer el mundo.

No querían que nada cambiara, todo era perfecto. Si pudieran pedir un deseo, más de uno de aquel grupo pediría detener el tiempo. Porque así como estaba, eran felices. Era más que suficiente. Sus vidas se sentían completas, no les hacía falta nada. Eran felices con la simpleza, bebiendo agua de las mangueras y paseando en grupo despreocupados por el parque, llenando sus oídos de risas y alegría.

Lo que aquel par de tórtolos no se imaginaba, es que dentro de poco tiempo ocurriría un acontecimiento, que cambiaría sus vidas, y su manera de ver al mundo, para siempre. Porque aveces eras obligado a madurar, sin que te dieran la más simple opción de elegir sobre tu persona. 

Lo que lamentablemente los adultos no entendían, era que a pedradas, una flor no madura, se lastima. Y muchas veces, se marchita, y nunca más se volvía a levantar. Sus pétalos carmines se caían, uno a uno, lentamente, porque su fragilidad era infinita, y aquel deslumbrante color rojo que portaba, dejaba de verse hermoso y vivo en aquella planta, para tornarse oscuro y triste, cual la sangre y los llantos de tantas personas, y estudiantes, que de igual manera se marchitaron, aquella tarde, el 02 de Octubre, de 1968.




-02 Octubre 1968-
20.30 hrs


Llanto.

Ese era su primer recuerdo.

Lo único que permanecía inerte en su cabeza, incluso después de años de aquel terrible acontecimiento.

Los desgarradores gritos de agonía que soltaban las gargantas, de aquellos niños, parecían casi inhumanos. Las lagrimas que recorrían sus rostros se confundía con la lluvia que azotaba la ciudad. Y sus cuerpos temblorosos, sus ojos asustados, solo podían pertenecer  personas que lamentablemente ya no tenían alma.

Les habían quitado la inocencia, y les habían robado la felicidad a sus días. ¿Qué clase de monstruo le haría eso a un niño? ¡A un niño!

Porque eso era lo que eran: niños. Que habían vivido el mismo infierno.

Jack no respiraba, no podía. Sus ojos aún llenos de lagrimas, vertían los grandes chorros por su rostro. Gritaba, como nunca lo había hecho en su vida, lleno de suplicio, y tristeza, desgarrando una a una sus cuerdas vocales, sin importarle el dolor que sentía, y con las manos temblorosas, intentaba consolarse sin éxito. El recuerdo aún era presente.

Los gritos lo volvían ausente, y sentía que en cualquier momento, el alma se le escaparía a su cuerpo.

Temblaba, como si estuviera convulsionando, pero ya no sabía si era por el frío o el terror.

Un disparo... dos disparos... y más demonios en su cabeza lo atemorizaron.

Volvió a gritar, como si fuera lo único que su cuerpo recordaba hacer con naturalidad. Pero alguien lo tomó de los hombros y lo arrastró por la acera, manchando sus prendas con la sangre, luego, le tapó la boca con fuerza, ahogando los aullidos de su garganta. Lo sujetaban, duramente, evitando que pudiera levantarse, y siguiera revelando su posición. 

Jack intentó moverse, intentó zafarse, pero Eugine era mucho más fuerte. El moreno prácticamente puso su peso entero sobre el albino, y envolviendo sus piernas contra las suyas, lo inmovilizó en el suelo. Sus manos cubrían los sollozos ahogados, y sus susurros intentaban colmarlo. Pero todo eso parecía en vano.

A unos metros de distancia, de rodillas en el suelo, un par de pelirrojas les suplicaban que callara. Entre lagrimas le rogaban que no hablara, porque si seguían haciendo ruido, los descubrirían. E iban a matarlos si los descubrían.

Ryder colocó su otra mano sobre su boca, volviéndole imposible la tarea de respirar.

Y con la adrenalina sobre su cuerpo, y la falta de oxigeno en su sangre, Jack finalmente se calmó, dejó de patear y de pelear. En su lugar, se aferró al bruto agarre de Eugine, y con las manos manchadas de sangre, se dejó ser.

La oscuridad de la noche los cubría, y la frialdad de la lluvia los empapaba.

Ya todo había pasado...

Ya todo había acabado...

Pero para ellos...

La vida se había arruinado...


PROXIMAMENTE

EL VERANO DEL 68  [HIJACK]Where stories live. Discover now